Ejemplo perfecto del estilo inglés, la casa de Ale Sly revela en cada elección su audacia para decorar, un muy particular uso del color y mucha atención a lo existente.
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Cuando Ale Sly llegó a la casa familiar en Maschwitz, nada se veía como ahora. Aunque no era precisamente antigua (la abuela de su marido, Richard, fue quien la construyó), su aspecto era más bien “frío”, con muebles ingleses clásicos, paredes de ladrillo a la vista y mucha madera oscura. Alrededor, los cientos de lotes y barrios cerrados que hoy marcan el ritmo de la zona no existían: solo había terrenos de familiares que ya se empezaban a fraccionar por la sucesión.
"Cuando llegamos, no había vecinos, solo campo alrededor. A medida que empezó a cambiar el paisaje planté árboles nuevos y rediseñé todo el jardín para que mantuviera esa intimidad que nos gustaba tanto."
Ale Sly, dueña de casa
“Esto era la chacra de la familia en una época en que en la zona era prácticamente campo. Cuando ella muere y se divide todo, nadie quería la casa: así fue que nosotros, que en ese entonces vivíamos en Londres, la compramos y nos vinimos a vivir acá con nuestras hijas, de 6 y 2 años”, recuerda Ale. Richard, descendiente de ingleses nacido en la Argentina, trabajaba como fotógrafo publicitario en Inglaterra cuando conoció a su mujer, inglesa hija de padre griego.
“El cambio más importante fue el color. Yo siempre había vivido en casas coloridas y alegres y esta, que era más clásica, me resultaba muy fría. Recuerdo que, cuando empecé a pintar todo, la familia de Richard quedó un poco shockeada, ¡algo que yo ni siquiera imaginé que podía pasar!”.
“Aunque me crié y viví en Londres, teníamos una casa en Grecia y otra en Italia. Existía ese interés por otros lugares y estilos de vida, que creo que fue lo que me trajo hasta acá”. Buscando esa aventura llegaron a la provincia de Buenos Aires a principios de los noventa, a convertir ese lugar remoto en su nueva casa familiar.
“Tuve mucha suerte de tener esta vida: de no quedarme en Londres haciendo lo que se esperaba de mí, de conocer y trabajar con artesanos de acá, de hacer mi experiencia y que las chicas pudieran hacer su vida en este lugar. Fue absolutamente único”.
Aunque el camino de sus hijas (instaladas en Europa desde hace varios años) y los cambios inevitables los llevaron recientemente a la decisión de venderla, Ale asegura: “Me costó casi cinco años adaptarme y sentirme en casa, pero no cambiaría un solo día de esta vida que elegí”.
¿De época?
“Restaurar una casa de familia no es fácil, sobre todo porque aquí se acostumbra conservar las cosas, incluso cuando algo no es particularmente antiguo”, reflexiona Ale. En su caso, la decisión no pasó tanto por cambiar o eliminar lo original, sino por darle su impronta.
El respeto por lo existente no le impidió a Ale pintar la cocina estilo campo en un vibrante amarillo. La alfombra habla de una costumbre europea, pero desplegada para el impacto.
Encontrar el camino
En medio del escenario inglés, ciertos elementos locales, como las alfombras hechas en telar, suman carácter. “Cuando salí a recorrer el país y empecé a conocer a los artesanos, sentí que había encontrado lo que buscaba. Trabajé con ellos muchos años”, comparte.
Desde el patio, se puede ver el taller de Ale, donde trabajaba confeccionando productos junto a los artesanos del Norte. El horno de barro, parte de lo que tomó de esas latitudes.
Jardín inglés de pura cepa, una vuelta por las cuatro hectáreas de parque de Ale sirve para descubrir sus mil rincones. “El otoño es uno de sus momentos más lindos, por los colores de los fresnos que plantamos alrededor de la casa”.
Equilibrio perfecto
A pesar de lo radical del cambio, la intervención en la casa no fue estructural. La pintura en las paredes de ladrillo y la decisión de remover los lustres de las maderas hicieron más cálida la ambientación, que se completó con una selección de elementos únicos.
El arte resultó otro elemento fundamental. Criada en una familia de coleccionistas y madre de una galerista, Sly se enfocó en obras de artistas estadounidenses, argentinos e ingleses.
Aunque muchos de los muebles en la casa son antiguos, Sly logró darles un aspecto cálido y contemporáneo en la combinación. En el dormitorio principal, la clásica cama de hierro y bronce se actualiza de la mano de acolchados y almohadones hechos con textiles africanos. “Efectivamente, son africanos, pero los compré en locales de Londres”, confiesa la dueña de casa.
Con muebles lustrados y sillones de cuero, el cuarto en planta alta es el que más conservó la estética original. El baúl de viaje antiguo se forró con distintos géneros, a rayas y a cuadros, que contrastan con los africanos de las cortinas y almohadones.
Aprovechando la mocheta de la ventana de arriba, se armó un sillón con almohadones a tono con la cama. A los costados, se hicieron unas bibliotecas.
Este lugar fue durante más de treinta años la residencia permanente de los Sly, que ahora reparten sus días entre Portugal, Uruguay y Argentina. La partida de sus hijas cambió muchísimo la vida en la casa familiar, que hoy espera encontrar un nuevo dueño.
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