La diseñadora de indumentaria e influencer Carolina Berro Madero reformó en etapas la vivienda en Rincón de Milberg a la que se mudó con su familia.
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“Era la casa más linda del barrio”, dice sin dudar la diseñadora de indumentaria Carolina Berro Madero. Fue lo primero que sintió al verla. Construida en los años 90 en un barrio cerrado de Rincón de Milberg, en Tigre, la fachada enseguida le llamó la atención: “Algo de estilo de casa de campo norteamericana, con bow windows y una escalerita en la entrada”, enumera. Pero, al entrar, encontró varias cosas que no la convencieron.
"Veíamos de vivir en departamento, esta iba a ser nuestra primera casa propia. Desde afuera nos conquistó, pero cuando entré dije ‘uf, hay que hacerle de todo’. ¡Aunque era algo posible!"
Carolina Berro Madero, creadora de Karolines Mode y dueña de casa
Plan de acción
Querían hacer muchos cambios, pero partían de una base sólida: la casa estaba en buen estado general –no hubo que renovar techos ni conexiones de servicios, por ejemplo–. El foco estuvo en hacer desde cero la cocina y los baños, hacer los pisos y renovar todos los interiores, en los que Carolina desplegó su talento para el diseño con la ayuda de algunas colegas y conocidos.
“No teníamos un presupuesto grande para hacer la reforma, y tampoco hubiera hecho una gran inversión, porque no siento que esta sea mi casa para toda la vida. Pero con lo que había, saqué lo mejor posible”.
La primera decisión que tomó, que afectó a todos los ambientes, fue pintar de blanco el ladrillo visto y los techos de madera. “Eso la actualizó rápidamente. Cuando alguien viene a casa por primera vez, dice: ‘¡Qué linda casa! ¡Y qué blanca!’”, se ríe.
Detalles que hablan
Aunque minimalista, Carolina elige muy cuidadosamente cada una de las cosas que tiene. Del sillón modular de tendencia, muy fuera del clásico sofá cómodo, a las lámparas del comedor compradas a una artista, sus elecciones son sutiles y decisivas a la hora de diferenciarse sin perder su esencia.
“Me gusta tener detalles que no veo en todas las casas. Elegí lámparas, muebles y objetos que se distinguen sin recargar. Prefiero que la casa se vea despejada”.
Espacio ganado
Una de las últimas modificaciones que hicieron fue este ambiente, originalmente pensado por los dueños de casa para ver películas al final del día, pero que terminaron usando mucho más: “Resigné una parte del living para armarlo, ¡y al final estamos todo el día ahí! A veces hasta comemos en la mesa baja con mis hijas. Y el comedor quedó más para los fines de semana o cuando invitamos gente”.
Sobre lo que menos le gusta de la casa: “Está todo compartimentado, no tiene comedor diario, hay muchas arcadas y escaleras, lugares muertos. No me haría desde cero una casa así, pero encontré la manera de aprovecharla al máximo”.
Antiguamente, el comedor –con techo de chapa– era una galería abierta. En una reforma previa, fue cerrado para usar como playroom.
Borrón y cocina nueva
La cocina mantuvo la disposición original, pero con equipamiento a medida a estrenar: las alacenas cubren la altura hasta el techo, e incluso la pequeña isla tiene espacio de guardado debajo de la mesada.
Transiciones
Atemporal
“Me gusta que haya una sensación de frescura en todos los ambientes. El blanco está por todos lados, hay algo de negro, casi no hay otros colores; preferí una paleta más neutra y atemporal”, explica.
La vista desde el cuarto principal le gustó desde el primer momento: con mucha iluminación natural, las ventanas encuadran los árboles del exterior. Al otro lado tiene un balcón, que le gustaría equipar mejor para aprovecharlo más.
A tono con la vista otoñal del cuarto, los acolchados y ropa de cama de invierno se eligieron en una paleta que del avellana al crudo. A excepción de los cuartos infantiles, en el resto de la casa la paleta se mantiene.
Espacios infantiles
“Las chicas duermen juntas, pero el cuarto es un espacio pensado para descansar: no hay juguetes, televisor ni otros objetos”, cuenta Carolina.
En el playroom armaron diferentes espacios: un sillón, almohadones para sentarse en el piso, un juego de mesa y sillas bajas. “Pasan mucho tiempo acá, resultó muy bien”, cuenta.
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