El PH al fondo de la arquitecta y artista plástica Valeria Vilar, al igual que sus cuadros, juega con líneas, formas y colores; esta vez, alrededor de un patio central que ilumina su vida y obra.
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Por un pasillo largo, tan típico en este tipo de construcciones, llegamos al PH de Valeria Vilar; un oasis de tranquilidad en medio de barrio de Palermo Viejo que depara toda una sorpresa de luz y color. “Al momento de proyectar, pienso como arquitecta y a partir de ahí, como artista, se me abren muchas vías interesantes”.
“El cuadro de Mickey se llama “Huyendo de mí mismo”, porque la idea es huye de tanto ser Mickey. Me gusta mucho lo que pasó con esta pintura, incluso por momentos me sentí identificada. Además, me gusta porque es en blanco y negro y quiebra con lo que yo hago que, básicamente, está lleno de color”.
"Como arquitecta, creo que me suma mucho el hecho de ser artista. Arranco desde el primer dibujito y termino entregando las llaves de la casa como un todo: diseño, arte y arquitectura."
Valeria Vilar
Obras en convivencia
No bien entramos, el patio arbolado nos da una idea de cómo se articula la planta de este PH donde Valeria vive con sus hijos Amalia (17) y Lorenzo (13). “Efectivamente, la reforma se estructuró en torno al patio central y a un pequeño vacío donde termina el living que funciona como un tubo de luz. Pensé espacios rodeados de verde con buena entrada de luz y una arquitectura más racionalista de la que encontré”.
En cuanto a las obras de arte, Vilar explica que las ubica según la paleta de color de cada espacio y por cómo conviven entre ellas. “Para mí es muy importante cuál pongo al lado de cuál, ya que tengo muchas que son regalos de amigos artistas”, dice, y enumera obras de Joaquín Boz, Juanjo Cambre, Zoé Di Rienzo, Pablo Siquier y Celina Eczeiza, entre otras.
“Si tuviese que aconsejar, creo que lo más importante al ubicar una obra es pensar qué te transmite, qué significa para vos y por qué está ahí, acompañándote y determinando un espacio que habitás”, explica, y agrega que los coleccionistas generalmente piensan las obras que compran para un lugar en especial.
“Como acá conviven muchas obras, las pongo por identificación. Pienso que una va al lado de otra porque le hace bien esa convivencia”.
Una cocina con carácter
En la cocina, los pisos de hormigón y piedra pulida se acompañan con muebles de fibromelamina laqueados y madera de paraíso.
Para las alzadas se eligieron unos calcáreos curados a tono; el complemento perfecto para los pisos.
Mundos conectados
El patio funciona como pulmón de la casa. Lleno de vegetación, conecta la cocina y el living y en verano es el comedor diario. Además, sobre el balconean el estudio y los domitorios superiores.
Subimos
La casa se realizó en dos etapas. “Cuando nació Lorenzo, todavía estaba en pareja, e hicimos una ampliación en la parte superior en donde repensamos los espacios, que quedaron más pequeños y minimalistas. Fue en ese momento que agregamos la escalera, que también funciona como un tubo de luz entre las plantas”, revela Valeria.
“Ahora también estoy pintando jarrones de cerámica. Creo que al incursionar en los objetos decorativos, de alguna manera estoy uniendo mis dos profesiones”, dice sobre las piezas que se ubican estratégicamente en cada rincón.
En el baño los azulejos negros y accesorios cromados refuerzan esa estética racionalista que Villar quiso darle a la casa.
Un taller muy bien compartido
A unas pocas cuadras de distancia, Valeria nos lleva al taller que comparte con un grupo de artistas en el barrio de Paternal. “Venimos juntos desde el programa de Artistas de Di Tella. Una vez terminado, buscamos un espacio en común (San Crespin, en Palermo) que pronto nos quedó chico. Entonces apareció Maturín. “Hoy formamos un colectivo. Ahora, por ejemplo, estamos en una residencia, convocados por el Museo del Campo, donde nos dieron un espacio para trabajar y hacer una muestra que se inauguró esta semana”.
Cada quien tiene su espacio en ese enorme galpón ubicado en una zona de fábricas. El espacio de Vale está determinado por el color de sus obras, por los trazos que zigzaguean entre los pasteles, los óleos y pinceles. En su vertiente de interés por lo comunitario, fue curadora del evento “Mi Vereda”, que organizó durante varios años en los muros periféricos del Museo de Arte Moderno; o el proyecto “Cool”, en el Museo Del Traje, que materializó como un desfile de artistas.
En la actualidad, Valeria Vilar forma parte del staff de artistas de la galería Neoyorkina Artemisa. Entre las muestras en las que participó, tanto individual como grupalmente, se destacan: “Galería Bustillos” en el BNA (2024); Museo Petorutti de La Plata (2023); “Diamante con patas”, Miranda Bosch Gallery (2016); “6 cisnes”, CCR, Buenos Aires; “My Buenos Aires”, Maison Rouge Paris, Francia (ambas 2015); “Bosques y hechizos”, Artemisa NY (2015); “El pájaro del brujo”, Galería Schlifka Molina, Buenos Aires (2014) y Polvo de Hadas (Galeria Central de Proyectos Bs As, 2012).
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