Javier Zaldívar es el creador de este cosmos artesanal en Villa Adelina, al abrigo de una maravillosa chimenea de su factura
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¿Cómo se construye un hogar desde los planos? Esa fue la pregunta que guió a Javier Zaldívar y a Belén, su mujer, en esta aventura. La moraleja es que conseguirlo no tiene que ver con un presupuesto abultado, sino con pensar los espacios desde los momentos que se quieren compartir.
Entonces, Javier, que desde hace años se dedica a la arquitectura y a la creación de muebles, empezó a recorrer demoliciones con los ojos bien abiertos, buscando hierros selectos y maderas nobles con los que le dio vida a los pisos, la puerta de entrada y la escalera. Incluso a los sillones, las mesas y algunos objetos decorativos. Con su talento y esfuerzo, logró que el afecto estuviera presente a través de los materiales a los que les dio una segunda oportunidad.
"Queríamos que hubiese un lugar donde encender fuego y reunirnos con los seres queridos. Un fuego que no queme, que abrigue"
Javier Zaldívar, diseñador de muebles y dueño de casa
Para los pisos, eligieron distintas maderas duras recicladas. En el living, la creatividad de Javier creatividad se manifiesta en la biblioteca en hierro y melamina texturada, la mesa de chapa, y la chimenea de chapa y vidrio. Cuencos y velas (Vero B. Home & Deco). Sillones de madera (Mercado de Pulgas). Sofá celeste y blanco (Mesopotamia).
“Lo que más me gusta es que, si estoy en el living, a través de los vidrios puedo ver a la gente que está en el resto de la casa, pero sin escuchar ruidos. Podemos estar todos juntos y, al mismo tiempo, separados”
Javier hizo la escalera, de hierro y peldaños de maderas recicladas que mandó a cepillar para conseguir el mismo espesor.
Divina galería
“Desde todos los rincones de la planta baja se pueden ver los árboles que plantamos: el jacarandá, el gingko, el lapacho, el liquidámbar y el ácer que crece en el centro de la casa”.
Planta alta
“Si la planta baja está integrada para fomentar el encuentro, arriba los dormitorios invitan a replegarse hacia un mundo más personal”, nos explica el dueño de casa.
Los pisos de la planta alta se hicieron a partir de unos cajones de pallets de pino de Oregón que se usaban para transportar motores de camiones.
Un lujo parrillero
Originalmente, el terreno contaba con un quincho y un horno de barro que demolieron para crear este espacio de cero. Como Javier ama lo circular, armó la parrilla con una llanta de camión que revistió con tejuela refractaria por dentro. A la derecha, el fogonero, que también usa para cocinar al disco, se montó con dos tapas de hierro fundido de un lavarropas industrial.
Quizás, la inmensa salamandra que reina en el living y la parrilla, que convoca a sus afectos bajo la sombra del quincho, sean los máximos exponentes de la dedicación de Javier y de su misión cumplida.
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