Los herederos de esta tradicional masseria italiana renovaron la propiedad y el campo que trabajaron sus antepasados hace 200 años
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Esta es la historia de Angelo, Lidia y Vincenza Santangelo, herederos de una finca (o masseria, en italiano) con 200 años de tradición. “En esta parcela de 30 hectáreas, nuestra familia ha cosechado durante siglos los frutos típicos del sureste de Sicilia: almendras, aceitunas, cítricos y algarrobas”, enumera Angelo.
La Vincenzina se eleva 300 metros por sobre el nivel del mar, rodeada del tesoro de su terruño. Desde hace dos siglos, la familia Santangelo cultiva aquí frutos típicamente sicilianos
A la italiana
Además de replantar los campos para honrar el legado de sus abuelos, Angelo y sus primas renovaron los interiores de la casa. “Algo que también queríamos era volver a reunir a los Santangelo en La Vincenzina al término de cada verano”, comparten.
"Recuerdo claramente esos días de infancia: todos estábamos aquí a fines de agosto, cuando el sol torna amarillento el paisaje"
Angelo Santangelo, interiorista y dueño de casa
El estilo cosmopolita de Angelo, que es diseñador de interiores, dotó de interés estos espacios de esencia campestre.
Paredes estucadas y pisos de cemento lavados con cal conforman ambientes sencillos, pero de gran riqueza. La piedra caliza es el material de obra por excelencia en la isla. Utilizada en toda la construcción, sale a la superficie en algunos tramos para dar cuenta del origen ancestral de la casa.
Los ambientes se encienden con el paso de la luz por las tonalidades más claras de esta paleta suave y terrosa
Calidez interior
"Tengo un aprecio profundo por las cosas bien hechas, no necesariamente lujosas; pueden ser unos tomates de la huerta servidos en una vieja cazuela. La belleza más simple está ahí"
Angelo Santangelo, interiorista y dueño de casa
Desde que la propiedad está en sus manos, Angelo, Vincenza y Lidia se esfuerzan por capturar la atmósfera de su entorno y la mística de su historia. Con esa filosofía, encargaron la alzada con tradicionales azulejos napolitanos y, también, los platos, que se hicieron a mano en Caltagirone.
La Vincenzina va soltando pistas de su historia que se hacen más significativas al adentrarse en su recorrido. Así aparecen amuletos antiguos y detalles como el toallero de corazones, que evoca las cerraduras del siglo XVIII con esa forma.
La candidez de las habitaciones ayuda a pacificar el ánimo. Sin notas discordantes, en La Vincenzina todo conspira para pasar días y noches de ensueño
Algo viejo, algo nuevo y algo verde
Lavanda, romero y rosas silvestres no solo agregan un toque natural, también ambientan los espacios con sus delicadas fragancias
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