Con obras propias, muebles atemporales y remodelaciones precisas hechas en distintas etapas, la casa de Cecilia Nigro se fue adaptando a las necesidades de su familia y a su quehacer como ceramista.
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Lo de Cecilia Nigro con su casa de Martínez fue todo lo opuesto al amor a primera vista, pero después de un año de búsqueda inmobiliaria infructuosa, se dejó conquistar por sus virtudes (ambientes amplios y luminosos, distribución funcional en dos plantas, jardín, una estructura noble) y ahí sigue, feliz, desde hace 14 años.
“Todo tiene su proceso. Hay que saber mirar, esperar y estar preparada para la sorpresa”, dice Nigro. La exploración de la arcilla (la materia con la que gesta la mayoría de sus obras) es una fuente constante de aprendizaje para ella y esas experiencias se trasladan a la historia de esta casa que comparte con Andrés (su marido), Vera (la hija de ambos) y sus animales.
“Es raro que para la casa compremos cosas de moda: preferimos los objetos versátiles que se resignifican en cada nuevo destino. Vamos tomando decisiones después de observar lo que necesitamos”, dice Cecilia, que bastante seguido hace un trabajo de edición y reubica los mismos muebles que tiene desde que se mudó.
“Las lámparas colgantes sobre la mesa fueron las primeras que hice. Tomé como modelos bowls, ensaladeras y cuencos para unir la iluminación con el concepto de cerámica utilitaria”.
Mayor integración
La reforma en etapas que Andrés y Cecilia encararon potenció la integración: desde el hall se ven el living, el comedor, la cocina y, a través del gran ventanal de vidrio repartido, la galería. “El recibidor se despega del resto de la planta baja. Forma parte de un efecto degradé, desde el gris más oscuro de la entrada, más claro en el living y ceniza en la cocina”, detalla Cecilia, atenta y sensible al efecto de los colores.
En una primera etapa, abrieron el ventanal de vidrio repartido en la cocina. La reforma más reciente fue su renovación total. “La idea de abrir la cocina nos venía dando vueltas, hasta que una amiga nos sugirió achicar el toilette que la separaba del comedor. Encaramos la obra con el arquitecto Alejo Ozores, del Estudio Pirovano”.
“Como la cocina se iba a ver desde el living, quisimos que los muebles fueran sobrios, elegantes, en negro y madera”.
“Antes de la reforma, íbamos directo a la cocina y ahí nos quedábamos. Ahora siento que el área social tiene más posibilidades. Nos apropiamos de todos los espacios”
Galería con taller en continuado
Después de la renovación de la cocina, ampliaron el techo de la galería para darle entidad a ese espacio y edificaron el taller donde Cecilia trabaja y da clases. Con buen tino, esa nueva estructura respeta el estilo del cerramiento de la cocina.
Si bien el pasillo lateral es ancho, habiendo jardín los dueños de casa decidieron que no sería una pérdida techarlo. Todo lo contrario, que Cecilia pudiera tener un taller al que sus alumnas accedan sin tener que pasar por la casa es invalorable. Y esa misma apertura deja pasar máquinas de cortar pasto y demás servicios cuando es necesario.
En estos momentos, Cecilia está en Miami dando una masterclass, en un movimiento de expansión que se sostiene en su pico desde el año pasado. A pesar de todo, en lo referido a su faceta como docente, dice que no enseña tanto como ayuda a descubrir lo que cada uno trae. Y desde hace unos meses, también lo hace en Arriba Estudio, en el centro de Martínez, un bellísimo espacio que comparte con Caro Chinaski y Estanislao Fagnilli.
El taller tiene paredes de vidrio repartido por buenos motivos: garantiza luz y el secado paulatino de las piezas.
Buscar la calma
“Cuando hace años pintamos el cuarto, la elección del color enfrentó cierta resistencia”, sonríe Cecilia. “Pero se fue diluyendo al comprobar que admite múltiples combinaciones y da sensación de calma”.
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