Dos familias compraron una propiedad en ruinas pero con ubicación inigualable y, junto con el estudio More Design, idearon una distribución que les permite estar juntos, sin conflictos.
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Atrás, un bosque de encinas; al frente, una vista en la que se diluye el límite entre el cielo y el mar; en medio, una casa revestida en piedra del lugar se aferra a la barranca y goza de su entorno. Una ubicación privilegiada a la que la construcción no le hizo honor en los últimos años: erigida en el siglo XIX, ampliada en el XX y con una reforma poco feliz en los años 90, pedía a gritos una puesta en valor.
El arquitecto Manuel Villanueva, socio del estudio mallorquín More Design, fue el líder de un proyecto complejo, que no solo debía adaptarla al estilo de vida actual (y que dos familias pudieran compartirla sin roces), sino que la ajustara al estricto código municipal. “Cuando nuestros clientes compraron la casa, se estaba cayendo, literalmente. Como el código urbano no permite demoler una propiedad completamente, tuvimos que presentar una solución satisfactoria que incluyera lo que aún estaba en condiciones”. La solución fue introducir una nueva estructura dentro de la existente, abrir algunos espacios y tirar abajo otros. El resultado fue el mismo en términos de volumen, pero absolutamente distinto en cuanto a la espacialidad.
Área social integrada y de uso común
"El piso intermedio es de uso común para las dos familias. El objetivo fue lograr una funcionalidad dinámica y una estética minimalista que une lo sofisticado con lo relajado"
Arq. Manuel Villanueva, socio del estudio More Design
La diferencia de altura entre el estar y la cocina-comedor queda saldada con tres peldaños de piedra Santanyí, un clásico local que reviste todo este piso. Las vigas de madera actúan como aporte de calidez y efecto autóctono.
"Como el planteo lineal y material es tan neto, buscamos introducir un elemento orgánico mediante las lámparas de terracota, que además dan una luz muy cálida"
Tille del Negro, interiorista al mando de More Decor
Curvo ascenso
Subiendo la escalera caracol de material y balconeando a los espacios comunes, un camastro hecho con madera de roble recuperada y colchoneta de lino teñido artesanalmente.
Cuartos arriba y abajo
Nada menos que ocho dormitorios hay en esta casa. Aunque repartidos en distintos niveles, tienen el mismo sello de delicadeza. Los de abajo se caracterizan por el piso de cemento alisado. Como el resto, tienen techo con vigas de madera y textiles en combinaciones sobrias.
Un elemento de lujo para las suites en planta alta son los pisos de madera, pero en un tono discreto que se despega del color miel de las vigas, verdaderas portadoras del carácter de la casa.
Toda la decoración se resolvió con artesanos locales, con excepción de las mesas de luz cobreadas de 101 Copenhagen. En el extremo del cuarto principal, una mesa le da lugar a un mimado maquillaje o a un escritorio para trabajar inspirados por la vista.
A primera vista monacal, el baño principal está lleno de detalles artesanales.
“Nuestros clientes buscaban un sitio tranquilo. Son gente que disfruta de contemplar el atardecer, los barcos que pasan. Pero, también, que tienen un enfoque contemporáneo del arte y la arquitectura”
La casa tiene dos terrazas para quedarse. Una techada, que bordea la zona social, y, bajo estas líneas, la más abierta, que acompaña las suites. En ambos casos, tienen un ancho muy generoso. Después de todo, son las estrellas de la casa. Cambian los niveles y se mantiene el colorido, el estilo.
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