Texturas rústicas, muebles vintage y géneros de color conviven en armonía, al igual que los infinitos encantos de esta metrópoli milenaria.
- 3 minutos de lectura'
Algunas ciudades son un crisol de culturas y colores. Estambul en particular fue fundada por griegos, y luego conquistada por persas, espartanos, romanos, turcos; casi tres milenios de contrastes y mixtura que inevitablemente dejaron huella en las calles y construcciones de sus barrios más tradicionales. Balat no es la excepción. Ubicado a orillas del Cuerno de Oro, este distrito se caracteriza por sus empinadas callecitas de adoquín y las coloridas fachadas de sus casas construidas dos siglos atrás. En este pintoresco sector fue que el español Juan Carbonell encontró su diamante inmobiliario en bruto.
"Compré la casa con el empuje de unos amigos que ya vivían aquí. Pertenecía a una familia griega y había sido construida alrededor de 1875. Necesitaba alguien que le devolviera la belleza, pero su potencial se veía de lejos."
Juan Carbonell, dueño de casa
Reciclada en equipo con diseñador James Martin y el estudio Colours of Balat, la vivienda ocupa un terreno mínimo pero aprovechado al máximo: 35 metros cuadrados, con menos de 5 entre medianera y medianera. Un verdadero desafío arquitectónico, que con ingenio y creatividad se transformó en un palacete. No en vano el nombre Balat viene del término griego palation: palacio.
Pasado y presente
En el sector que da al frente se conservaron el piso y el cielorraso originales, mientras que en la zona de la cocina se eligieron pisos de mosaicos calcáreos de diseño geométrico.
En el comedor, se mantuvieron los pisos y techos originales de pino, una característica típica de este tipo de arquitectura. Un juego de sillas de estilo lijadas al natural y una mesa de diseño con tapa de mármol visten un comedor diario repleto de luz.
“Con James queríamos una mezcla de antiguo con moderno, respetar la historia pero incorporar detalles más contemporáneos. El mayor desafío fue recuperar las carpinterías originales, incluyendo todos los pisos y techos de madera”
Edificar hacia arriba
Subiendo las escaleras nos encontramos con un pequeño sector de trabajo que se armó con un escritorio recuperado acompañado de luminarias y sillas contemporáneas. Las paredes fueron rasqueteadas para sacar a la luz capas de pintura de doscientos años, y luego protegidas con laca mate para que no desprendieran polvillo. Los tonos que asomaron en el proceso sirvieron para inspirar la paleta que luego se usaría en la ambientación.
“Trabajamos sobre los colores que la casa nos iba insinuando. Por ejemplo los tonos lavanda y azafrán en la entrada y en el dormitorio; así como los rosados y celestes pálidos de la sala”
En el living, conviven almohadones de piel o terciopelo y sillones de diferentes épocas. Las ventanas que dan al frente se enmarcaron con gruesas cortinas doble faz confeccionadas en pana y géneros estampados.
‘Eski iyidir’, dicen en Turquía: lo viejo es bueno. Mientras el resto de la ciudad mutaba para transformarse en una metrópolis del siglo XX, este barrio se conservó como una especie de oasis de otros tiempos, con materiales nobles y mezcla de texturas vintage.
Atravesando una puerta doble en madera al natural, el dormitorio principal deslumbra con sus tres ventanales y su mezcla de tendencias. La cama de diseño contemporáneo contrasta con la araña de caireles y los muebles antiguos comprados en anticuarios de la zona.
La ventana central que da al frente es lo que llaman cumba, un balcón cerrado que se proyecta sobre la vereda y que en tiempos pasados permitía sentarse a ver la actividad del vecindario. Una característica típica de la arquitectura otomana.
Ducha turca
Subiendo otra escalera, un impresionante sector de ducha se ganó al hall distribuidor. Un tabique divide el piso de madera original, dando privacidad a un cubículo revestido en mármol para bañarse apreciando los frescos centenarios que asoman en la pared.
“Esta casa es una obra de arte, una vivienda otomana original. Por eso decidimos abrir sus puertas y compartirla por AirBnb. Quienes se hospedan aquí tienen la oportunidad de habitar nuestra historia aunque sea por unos días”, comenta con orgullo Juan. Aunque Balat estuvo descuidado por mucho tiempo, en la última década experimentó un resurgimiento que se percibe en los cientos de cafés, tiendas y hoteles. Este revival atrajo no sólo a viajeros, sino a jóvenes diseñadores de otros barrios que están enriqueciendo el blend cultural de estas calles históricas.
“La zona estaba demasiado olvidada, es muy positivo que reciba el reconocimiento que merece tras años de abandono. Sus casas de colores y sus cafés se han convertido en un imán para gente deseosa de conocer la parte más antigua de Estambul”
Más notas de Historias de diseño
Más leídas de Revista Living
Fin de semana en la ciudad. Qué ver en la edición 2024 de Casa FOA
Minimalista. Una casa de arquitectura moderna sorprende en el barrio de las "calles románticas"
Cristián Mohaded: "Trato de ser un nexo entre el mundo del diseño y lo hecho a mano"
Pasamanos de casas. La decoró para una amiga y terminó mudándose ahí años después