Inspirada en las construcciones de las islas y la forma de los aguaciles, la casa se despliega articulada sobre un bosque de sauces que mira al río Paraná.
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Los arquitectos Bárbara Berson y Horacio Sardín son pareja y colegas, pero no son socios. Aunque comparten la pasión por la arquitectura, cada cual tiene estudio y sus proyectos. Casa Libélula fue una excepción. Decididos a experimentar y aprovechar al máximo del entorno natural que ofrecía el Delta, dieron forma a este proyecto especialmente diseñado para disfrutar de la vida familiar.
“Llegamos acá buscando una arquitectura profundamente relacionada con el entorno”, cuenta la pareja. Un terreno a la vera del Río Paraná con un bosque de sauces y “una comunidad de vecinos muy fuerte y solidaria” era el lugar perfecto para echar raíces.
Revalorizar la arquitectura local
El punto de partida para el proyecto fue la idea de reinterpretar la arquitectura vernácula, simple y sabia. De ahí se tomó la idea de las casas populares característica de las islas del Delta, construidas en madera y metal, con galería perimetral e integrada de forma respetuosa al paisaje de la zona.
“De los aguaciles tomamos esa forma -tan sutil y liviana- de posarse sobre el agua; las patas delgadas, el cuerpo más importante y esas alas que emergen como un diseño increíble”
El segundo aspecto fundamental, que le da su nombre al proyecto, está en la morfología de la casa, un diseño que nació de la observación de los alguaciles. De estos insectos tan típicos de la zona tomaron la inspiración para una planta en la que los distintos volúmenes se despliegan sobre el terreno sostenidas por muchas patas delgadas. El resultado es este refugio que pareciera levitar sobre el suelo.
Despliegue articulado
La casa está compuesta por un conjunto de piezas ensambladas de madera que forman tres niveles. En el intermedio se ubica el espacio que más se habita, que también se distribuye en tres cuerpos. El volumen más grande se destinó para el área pública y consiste en un gran ambiente central en el que se distribuye un comedor, un estar y una cocina que funciona como isla nuclear del espacio.
“Todos los muebles -desde las camas hasta las perchas- fueron diseñados por nosotros. Se hicieron con sobrantes de madera por los mismos constructores isleños que trabajaron en la casa”.
La estructura de perfiles sobresale hacia afuera de la caja, permitiendo que las carpinterías se corran al exterior y los interiores se convierten en espacios semicubiertos como galerías. Son las alas de la libélula.
Privacidad con vista al verde
El ingreso a la casa su ubicó en este hall de acceso acristalado que une los diferentes espacios. Del otro lado del living-comedor están los últimos dos cuerpos, reservados para las áreas privadas y de descanso.
En los dormitorios el diseño también es austero, sin más elementos decorativos que las vistas de los sauces y el paisaje del Delta que se apropia de los interiores.
Para proteger la privacidad de las vistas, los dormitorios se adelantan en ambos frentes al volumen del estar-comedor.
Acompañar los ciclos naturales
En el primer nivel de la estructura lo que se propuso es “una especie de arquitectura de sumersión”. “Por momentos, es invadido por el agua y aparecen peces nadando abajo. Es un espacio de sombras, el más fresco y conectado con la tierra”, cuentan los arquitectos. Una fiel representación del vínculo estrecho del diseño con la naturaleza y sus ciclos.
“Para que la casa se apoye en el terreno levemente, elegimos tener muchas patas delgadas de madera colocadas en tablones del mismo material y una base de bolsas recicladas con arena abajo de cada columna. Estas le dan firmeza al suelo -que originalmente es muy blando-, pero evitan la pesadez”.
Mirarador único
El tercer nivel aloja una terraza, “un gran deck de madera que cubre el 100% de la casa y genera un sobretecho que le da sombra. Al estar un metro por encima de la casa, se hacen corrientes de aire que liberan el calor en verano y bajan varios grados la temperatura interior”.
Diseñar sustentable
Uno de los grandes objetivos que Sardín y Berson se plantearon al empezar el proyecto fue encontrar la manera de impactar lo menos posible en el entorno que habitan. Además del sistema de sobretechos, desarrollaron una serie de mecanismos sustentables pasivos que le dan a su hogar una mayor eficiencia térmica:
- Se aisló la construcción para evitar pérdidas de calor en invierno y su ingreso en verano. Así, “la casa es muy calentita en invierno y fresca en verano de forma natural”.
- La estructura de columnas y vigas se construyó por fuera de las cajas constructivas, una decisión clave para evitar puentes térmicos.
- Las carpinterías son de doble vidrio hermético. Al abrirse completamente, se generan corrientes cruzadas.
- El calentamiento del agua se logra mediante una serpentina de caños negros que está en la terraza y se calienta con el sol. Esto colabora con un termotanque eléctrico.
- En los dormitorios, se sumó un sistema de escotillas laterales (pequeñas ventanas con agujeritos) que ventilan a la altura de las camas.
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