Son pareja y socios en su estudio de arquitectura. Recorremos su departamento, reflejo de un estilo que se caracteriza por la búsqueda de espacios novedosos y morfologías puras.
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Florencia Ordóñez y Nik Wenzke se conocieron hace más de 15 años en Berlín. Ella es argentina, oriunda de San Luis, y el es de Gütersloh, Alemania, pero fue justamente su profesión y esa pasión compartida por el diseño la que los unió. Florencia acababa de recibirse de arquitecta y se fue a Europa con unas amigas en lo que sería un viaje iniciático. Gracias a un arquitecto y amigo en común llegó a lo de Nik, un colega que trabajaba y vivía en la capital alemana. Su recibimiento fue el inicio de una relación de pareja y dupla creativa.
“Nik vino en 2010 pero hasta 2017 seguimos trabajando cada uno por su cuenta. A él le encanta Argentina, le parece un lugar donde todo es tan imposible como posible”, cuenta Florencia. Aunque hay mucho del estereotipo de alemán perfeccionista en él, también tiene un componente aventurero que se lleva bien con lo impredecible de nuestro país. En 2015, cuando ya había nacido el primero de sus dos hijos, la pareja compró su departamento en el complejo Los Andes.
El departamento es un reflejo del estilo del Estudio, que se caracteriza por la búsqueda de espacios novedosos y morfologías puras.
Sin prisa y sin pausa
En la historia de Florencia y Nik no hay espacio para la duda pero tampoco atropello. Así como iniciaron una relación en 2008 y recién en 2010 él se mudó al país, cada crecimiento se hizo a su momento. Cuando se mudaron al edificio todavía no eran socios y solo habían tenido a la primera de sus dos hijos. Tampoco fue que llegaron con la moladora y los albañiles: tocó mudarse con una lavadita de cara de lo más sencilla y esperar un tiempo para encarar la reforma. Fue recién en 2021, cuando llevaban seis años en el edificio y tres como socios, que pudieron adueñuarse definitivamente del lugar.
"“Observamos el recorrido del sol para hacerlo llegar a lo más profundo. Tomarnos el tiempo para detectar los cambios que realmente necesitábamos fue clave”."
Arq. Florencia Ordoñez, estudio OrdoñezWenzke
Pasiones compartidas
“Los dos somos muy fanáticos de la arquitectura, de la forma y la función , y del diseño en general y nos gusta compartir y consumir estos temas, pero también compartimos el amor por la gastronomía”, cuenta Florencia. Según la arquitecta, una de las cosas que más disfrutan es juntarse a cocinar y comer con amigos, de ahí la decisión de integrar la cocina con el comedor.
Trabajo en equipo
“A la hora de diseñar trabajamos a la par: el diseño no es algo individual sino el resultado del intercambio de todo un equipo. Nosotros nos respetamos muchísimo y nos consultamos todo el tiempo”, aseguran. Sin embargo, parte del éxito de la dinámica está en la división natural de tareas. “Yo soy mas sociable e intuitiva y puedo leer las necesidades de los clientes un poco mas allá de las palabras. Nik, en cambio, la tiene mucho más clara en las etapas de documentación, técnica y dirección”, explica Florencia.
“Nunca nos imaginamos que íbamos a terminar trabajando juntos, de hecho durante mucho tiempo lo evitamos”, cuenta Florencia. “Fue algo que se fue dando naturalmente y funciona muy bien. Nos resulta muy positivo porque realmente nos complementamos”, agrega él. Tan bien funcionan que hoy no solo trabajan juntos sino que además tienen su estudio en el mismo edificio en el que viven. Para ellos el sentido de comunidad de Los Andes lo hace un lugar insuperable en su situación.
Respetar espacios
Aunque a su edad disfrutan compartir cuarto, los arquitectos encontraron la manera de que cada uno tuviera su espacio dentro del dormitorio compartido. Un biombo que trajeron de su casa anterior contiene la cama cucheta donde duerme la hija mayor, del otro lado está el sector de su hermano.
Conscientes del consumo responsable, la decisión fue no hacer placares y que los chicos tuvieran únicamente la ropa que entra en su cómoda.
En el dormitorio de la pareja, la cama tipo tatami tiene una altura de 45cm (Estudio OrdoñezWenzke). El banquito es un trabajo en conjunto con Tortuga. Obra de arte textil en gasa y tul de Graciela Giarcovich.
“Diseñar no es algo que hace uno solo con su ego: es un equipo, una sinergia”, explica Nik. Además de ellos dos, el estudio hoy cuenta con un equipo de colegas que también dan forma a los proyectos. “Es difícil pensar en lo que mas nos gusta que hayamos hecho, nos gusta hacer proyectos especiales que sean un canal para mejorar la vida de nuestros clientes”, reflexiona Florencia.
Contribuír a mejorar su vida, como lo hicieron con la propia.
“Cuando empezamos a trabajar juntos discutíamos bastante, nos costo pasar de ser sólo pareja a ser también socios. Hoy por suerte ya no hay mucho conflicto: nos complementamos muy bien y confiamos en la capacidad del otro”.
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