El fotógrafo José Pereyra Lucena le alquiló esta casa a una colega, y creó un espacio donde la tradición se enriquece con su mirada de ciudadano del mundo.
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Tranquilamente, uno puede estar enamorado de su casa, y cuando hay que dejarla, parece que nada podrá reemplazarla. Eso le pasó a José Pereyra Lucena cuando supo que se había vendido el departamento que alquiló durante años: un último piso con chimenea, terraza y vista panorámica a Retiro y el Río de la Plata, algo que no se reemplaza así nomás. La idea de mudarse a un departamento estándar, por supuesto, le costaba. “Empecé a barajar opciones, pero no me veía en Vicente López, San Isidro, afuera (ni tampoco adentro, bah) de un country en Pilar, así que empecé a sobrevolar mentalmente la Ruta 8″, nos cuenta.
Lo cierto es que la vida siempre avisa, aunque no nos demos cuenta en el momento. Meses antes de la (¿desafortunada?) venta, José se había cruzado con un matrimonio amigo que acababa de mudarse a Areco, y tan contentos. Casi en simultáneo, se hizo amigo de otro fotógrafo que le hacía cuentos de su infancia arequeña. En eso recordó a su colega Celine Frers que, si bien se encontraba en Salta, había vivido en Areco durante años. “Me pareció podía orientarme, decirme si me veía acá o no”. Frers no solo lo convenció, sino que ofreció alquilarle su casa amada. Dos meses más tarde José, empezaba una nueva vida.
"Mi venida a Areco no fue una inquietud, sino una necesidad. En pleno 2020 me vi obligado a mudarme de un departamento único e irremplazable."
José Pereyra Lucena, fotógrafo
Aire de pulpería
“Cuando le pregunté a Celine si me veía viviendo acá, me dijo que creía en los nuevos comienzos y que sentía que Areco era un gran lugar para eso. Que ella fuera fotógrafa me facilitó muchísimo el trabajo: la casa ya tenía una instalación de rieles para colgar obra y muchas paredes donde quedaban impecables, porque se habían pensado justamente para eso”, nos cuenta José.
Con aberturas y artefactos de demolición, la casa sigue un estilo colonial que Pereyra Lucena respetó, con el lógico agregado de sus elementos deco en clave contemporánea.
Transición al living
El primer año tuve mis muebles, que no eran tantos, más los que ya estaban. Si bien tener todo junto fue un poco complicado, me dio el tiempo para vivir el lugar e ir comprando de a poco lo que quería”.
Transición a la galería
Dormitorios con salida al exterior
De los viajes de José al NOA nacieron muchas de sus fotos y llegó una gran cantidad de textiles hechos en telar que se descubren en cada ambiente.
El clásico somier suma encanto gracias a la blanquería: almohadones (Mili Pereyra Lucena), sábanas con bordados (Zara Home) y pie de cama africano (Linos Vintage). En el estar íntimo debajo del cuarto de huéspedes, sillón de dos cuerpos con funda (Amparo B), almohadones de lino (Claudia Adorno) y un textil traído de Cachi (La Casa del Tejedor). Alfombra persa vintage y un sillón circular de hierro (Boulevard Alvear).
Donde todo confluye
En línea con una vida en las afueras, el espacio exterior es el gran protagonista al momento de recibir familia y amigos: de ahí la diversidad de opciones en el jardín. Por la sombra de los fresnos y el alto tránsito que iba a tener, poner piedras fue la mejor solución para el espacio rodeado de galerías.
Uno de los grandes aciertos está en la paleta: fachada de color ladrillo con postigos verdes en contraste con interiores depurados en blanco, cemento alisado y madera.
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