Sebastián Salazar y Rafael García Fernández son socios en Salazar casa y pareja hace casi treinta años. Visitamos su casa y recorrimos su historia.
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“Hubo momentos en que pensé que nos íbamos a separar, pero me repetía: a mi socio lo odio, a mi pareja, no”, confiesa Sebastián Salazar. Después de veinte años de una muy linda relación, empezar a trabajar con Rafael García Fernández podía ser un gran acierto o su peor decisión. Embarcados en esos primeros encontronazos y discusiones laborales después de haber tomado la decisión de invertir todo en el negocio familiar, era evidente que tocaba empezar una nueva dinámica juntos.
"Trabajar juntos no fue algo que pensamos o buscamos sino que se nos dio. Nuestra vida fue así: cosas que se empezaron a alinear y fuimos juntos por la intuición."
Sebastián Salazar y Rafael García Fernandez, socios de Salazar Casa
Hacía un par de años que Sebastián se había animado a apostar por Salazar Casa, su primer local solo, después de años de tener La Mersa junto a dos socios. “Vendí mi parte con la idea de hacer esta tienda Salazar con el nombre de la mueblería que tenían mis abuelos, pero me daba cuenta de que para que crezca necesitaba un socio”, explica. Justo cuando estaba en ese dilema, a Rafael -que trabajaba hace muchísimos años en un grupo de medios- se le presenta la posibilidad de negociar un retiro voluntario.
Crecer en conjunto
“Fue en el momento exacto: se presentó la oportunidad y la tomamos”, cuenta Salazar. Rafael, un publicista que había trabajado toda la vida en “la corpo”, tenía que dejar su profesión para tomar las riendas de la parte contable y finanzas y proveedores en una pyme en una etapa que prometía ser de mucho crecimiento, mientras que a Sebastián se le presentaba la oportunidad de expandir su tienda y dar impulso a su estudio de diseño. Todo eso si lograban sobrevivir a la sociedad.
“Lo primero es al amor y la pareja y después viene lo profesional”, asegura Sebastián. Por eso no dudaron en buscar toda la ayuda necesaria: desde terapia de pareja hasta un consultor externo que los asesorara en Salazar Casa. “Lo más importante es separar la cancha: tratar de estar juntos lo mínimo posible”, dispara Rafael. La dinámica que desarrollaron para el negocio y la pareja, lo puso a Sebastián al mando del estudio mientras que a Rafael le toca encargarse de locales y empleados.
“Creo que la clave es tener confianza en el otro para que cada uno pueda maniobrar tranquilo. Obviamente que se charla, pero en cada tema hay uno que decide”, reflexiona Sebastián. La misma lógica que aplican en el trabajo es la que aplica en el armado y diseño de su propia casa, un lugar que fueron armando en etapas.
En el armado de la casa, la voz cantante fue -lógicamente- la de Salazar, que imprimió su estilo en todos los ambientes.
Casa de expertos
Hace ya seis años que compraron la casa en la que viven en San Isidro; en todo ese tiempo las reformas fueron moneda corriente. La casa era de 1970 y aunque apenas se mudaron le dieron una primera lavada de cara, los dos sabían que querían cambiar muchas cosas. “Le pusimos onda pero estaba claro que faltaba mucho para que quede como queríamos”, cuentan.
Las estampas, empapelados y el color, estuvieron desde un principio porque son elementos muy propios de Salazar. “Lo bueno es que Rafa confía y también le interesa. Hay veces que obviamente podemos estar en desacuerdo pero en general me deja hacer”, asegura Sebastián. “Hay veces que no confío pero igual lo hace, y termina demostrándome que tenía razón”, confirma su pareja. Con sus negociaciones, acuerdos y mucho trabajo en casi treinta años parecen haber llegado a un gran punto de equilibrio.
"“Tener proyectos para mi es la clave. Nosotros somos compañeros y nos complementamos, pero además siempre tenemos cosas que queremos hacer; somos inquietos."
Sebastián Salazar, diseñador de interiores
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