Luciana Garabello empezó a visitar Saavedra cuando iba a visitar a su novio. Punto intermedio entre los colegios de sus hijas, el barrio le ofreció toda la calidad de vida que no había encontrado en Palermo.
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Cuando una se acostumbra a vivir en la casa con jardín, volver al departamento no es fácil. Luciana Garabello lo sabía perfectamente cuando se fue del Bajo Belgrano a Palermo después de separarse de quien había sido su marido más de 15 años. Se fue a un departamento sabiendo que era transitorio pero era muy consciente también de que encontrar una casa con verde en Capital no iba a ser sencillo. “Yo amaba el afuera y quería un jardín, pero necesitaba que fuera en Capital, porque tengo dos hijas que van a distintos colegios: uno en Núñez y el otro en Florida”, explica.
"Lo que me enamoró de esta casa fue el ventanal del living comedor con ese jardín verde que casi que se mete adentro. Además, al fondo del jardín había un minidepósito que enseguida pensé para mi taller."
Luciana Garabello, dueña de casa
Por esos días no conocía Saavedra, un barrio que empezó a frecuentar gracias a Atahualpa Rojas Bermúdez, su actual pareja. La casa de él quedaba muy cerca de esta y fue justamente en esas visitas que empezó a descubrir sus calles. “Me encantó la onda del lugar, esa cosa tranquila del barrio de casas bajas”, asegura. Esa particularidad y el hecho de que estuviera en el punto intermedio entre los dos colegios la llevó a empezar la búsqueda que terminó en su actual casa.
Empezar de cero
“Lo único que me traje de mi casa anterior fue el sillón –que, en realidad, eran dos chaise longue, pero los acomodé de manera que parecieran uno grande– y una mesita de arrime”, cuenta. Sabiendo que no podía mantener la casa en la que vivían antes, Luciana se mudó sin mucho más que su ropa y materiales. Sabiendo los costos y tiempos que implica armar una casa, Luciana decidió enfocar su búsqueda en lo que ofrecía una marca que vende muebles usados.
“La verdad es que no soy especialmente exigente con las cosas de la casa y necesitaba que estuvieran listas. Además, siempre me gustó lo usado, así que apenas descubrí The Stock empecé a comprar lo que me faltaba”.
Estilo propio
Aunque la casa estaba como para mudarse, la artista quiso hacer algunos ajustes. El primero fue convertir un galponcito que tenía al fondo en su taller, para lo que convocó a su amiga la Arq. Ana Rascovsky, de estudio planta. Otra decisión fundamental fue la de cambiar los revestimientos de gran parte de la casa, llevar todo al blanco y sumar algunos detalles en color.
“Cuando la compré, la casa era marrón y tenía muchas superficies en madera y ladrillo en los interiores. La decisión fue llevarla toda al blanco, con algunos bloques de color”.
Casa de mujeres
Casi como una declaración de principios, solo con entrar al lugar en que Luciana vive junto a sus hijas se adivina la energía femenina y creativa. Del baile a la ilustración, cada una de ellas comparte una parte del universo creativo de su mamá que se adivina en todos los detalles. Hace unos meses, Luciana y su hija menor, Luisa, publicaron Sin Ofender, un libro sobre neurodivergencia que hicieron juntas en esta misma casa.
“Yo soy muy de casarme con un color, en mi casa anterior fue el azul, en esta fue el rosa”, confiesa Garabello. Como buena artista, los colores no fueron los que figuraban en el catálogo sino los que ella misma armó: especialista en la materia distribuyó los detalles en color no sólo en recortes de pared sino en objetos puntuales como las fundas de sillones y edredón. El azul que antes había sido protagonista, acá se mantuvo en exteriores.
Hecho a medida
A pesar del tamaño reducido, el depósito del fondo enseguida se reveló como el lugar perfecto para pintar. Aunque tenía pocos metros, la arquitecta propuso aprovecharlo al máximo con aberturas de vidrio que integraran exterior e interior y revestimientos de madera de techos a pisos. Una gran mesa, estantes e ilustraciones pegadas en la pared con cinta son los pocos elementos con los que equipó el estudio.
Revestir las paredes, pisos y techo del taller en madera de guatambú fue una muy buena idea de la arquitecta: la opción más sencilla y rápida para convertir el depósito en taller.
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