En pleno Microcentro porteño dos artistas de disciplinas diversas comparten un inusual estudio en la cúpula de un edificio de estilo Beaux-Arts. Vistas y atardeceres únicos son apenas una parte de su increíble encanto.
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En un límite borroso entre diseño, arquitectura interior y arte contemporáneo, el arquitecto y artista David López Mastrangelo abarca más de un universo. En su trabajo, una intervención interior puede ser una instalación artística, mientras que una obra puede parecer un plano, una maqueta o un sistema de estructuras. Karina Acosta (Acosta, a secas, para casi todos) es matemática y pasó gran parte de su vida haciendo cálculos complejos en estudios de ingeniería hasta que, en 2010, dejó todo para dedicarse al cine.
Aún con formaciones diversas, ambos comparten un lenguaje artístico, inquietudes, maneras de ver y un estudio en una cúpula histórica del Microcentro porteño, firmada por el arquitecto Louis Faure-Dujarric, tamibén autor de la tribuna principal del Hipódromo de Palermo, la estación de Retiro del Ferrocarril General Belgrano y el asilo Saturnino Unzué. De vuelta en Francia, dio forma a la cancha central de Roland Garros. “Nos conocimos en 2017 y empezamos una amistad que atravesó nuestros modos de trabajo. Primero compartimos un estudio en el barrio de Once, pero después de la pandemia decidimos hacer un cambio radical”, cuentan. Una semana después apareció la cúpula.
Edificio con historia
A la cúpula se accede por una escalera angosta que nace en el piso 13 de un edificio diseñado por Louis Faure-Dujarric y Robert Russell Prentice en 1914. La construcción responde al estilo Beaux Arts y fue encomendada por la empresa aseguradora “La Sud America”, que por entonces operaba con el puerto de Buenos Aires. Devenido en un conglomerado de oficinas bursátiles, que López Mastrángelo y Acosta hayan encontrado su lugar en el edificio fue inesperado.
Sorpresa en la altura
“Estamos en la calle 25 de Mayo, en plena zona financiera, pero en una arquitectura que nos recuerda la de las primeras décadas del comienzo del siglo XX”, aseguran. Esa arquitectura a la que apelan es justamente el estilo «Beaux Arts» de su edificio, una estética clásica académica que se enseñaba en Francia, pero que en Argentina se afirmó al punto de generar esa imagen de Buenos Aires como “la París Sudamericana”.
“Nuestro espacio es disruptivo en el paisaje. Muchas veces en el ascensor se sorprenden de que haya un “estudio” en la cúpula, pero fue algo de este escenario tan diferente lo que nos resultó atractivo al momento de elegirlo”
Vistas e historia
“Para nosotros esta escenografía se vuelve muy atractiva. Creemos que el barrio tiene un capital enorme: está asistiendo a un desarrollo lento, pero que seguramente pueda explotar como otro distrito cultural sumamente potente. De hecho, ya hay muchas galerías de arte que se mudaron a esta zona”, reflexionan. A esa proyección se suma el componente emocional: para Acosta, instalarse allí significó volver a una zona deseada mientras que, para David, el proyecto significaba adentrarse en una arquitectura atravesada por la historia.
Las primeras semanas estuvieron marcadas por las búsquedas en Internet: de Dujarric, fotos históricas de 1914 y 1915, de la inauguración. “Fue un viaje en el tiempo”.
Repensar los espacios
Para la reforma quisieron repensar el concepto de los espacios de servicio en una oficina. “En general, el toilette y la cocina son lugares a los que se entra y sale lo más rápido posible. Acá, pasaron a ser espacios de permanencia”, explica David. Para el arquitecto, la experiencia de la persona que habita el lugar -los sonidos que llegan, la luz del espacio, los colores que refleja el paisaje y las vistas- son capitales a la hora de diseñar cualquier espacio. En el caso de la cúpula, los atardeceres en la altura fueron lun gran disparador.
“Desde acá se puede ver el cielo con amarillos anaranjados al Oeste y al Este, hacia el lado del río, las fachadas vidriadas que reflejan un color amarillo caramelo”, explica el arquitecto. Los colores de esos atardeceres se traducen en el terracota del espacio. La colección de vajilla vintage de David, la luz cálida y un color único marcan la estética de la cocina que, junto al hall en donde se ubica una pequeña mesa, son los espacios comunes del estudio.
“Bauticé este espacio ‘Kitchen cabinet’ porque es una especie de universo de luz y color que estimula nuestra cotidianeidad”, comparte el arquitecto.
Juntos, pero separados
Mirando hacia el este y el oeste, los espacios privados de David y Acosta contienen el trabajo de cada uno. El de David repleto de dibujos, cuadernos, libros y catálogos de bienales de arte; el de Acosta definido por un inmenso monitor y un equipo de sonido.
“La morfología del espacio nos permite tener espacios separados, en donde cada uno tiene su propio escenario. La Kitchen Cabinet y el hall son los espacios en donde nos encontramos para cocinar o tomar un café”
En el universo audiovisual es donde se da el gran punto de encuentro que ya empieza a tomar forma en proyectos concretos. “Ambos compartimos un especial interés por el cine ensayo y sobre lo urbano. Esa intersección creativa e intereses similares nos hizo pensar en desarrollar en conjunto una pieza que está en construcción: “Notas para un lugar” es el nombre”, concluye Acosta.
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