Martín Fileni nos cuenta cómo logró hacer de su casa un refugio que jamás deja de encantarlo y donde tiene mil formas de pasarla bien.
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“A veces pienso: ¿y si me mudo a Zona Norte? Me dura dos minutos. No sé con qué podría reemplazar este lugar”, dice Martín Fileni, diseñador gráfico al frente de su estudio de branding Fileni Fileni, sobre su PH en Palermo Soho, un barrio que le resulta inspirador por su movida cultural y trazado ecléctico. Hace poco, encaró la tarea de aggionarlo con la colaboración de su pareja, la diseñadora industrial e interiorista Victoria d’Ornellas. Los invitamos a recorrerlo.
El edificio que lo contiene solía ser una fábrica de zapatos que, en 2005, se reconvirtió en seis viviendas con plantas totalmente diferentes sin perder detalles de carácter ni onda industrial. “Tuve la suerte de dar con el más grande (150 m2 cubiertos y 120 de terraza) y, a mi gusto, el de mejor ubicación: es el último, bien alejado de la calle y cerca del pulmón, tranquilísimo. Y ni hablar de que podemos juntarnos a tocar con mis amigos sin molestar a nadie”.
“Desde mi cuarto de chico, siempre supe armarme microclimas. Para la ambientación no compré nada nuevo: todo es reciclado, resultado de búsquedas online o paseos. Y dura”.
"Acá no ves la sucesión cuartito-cuartito-cuartito, y ese dinamismo del espacio es contagioso. Estamos comiendo con amigos y, al minuto, tocando juntos, sin trámite ni traslados."
Martín Fileni, al frente de la firma de branding Fileni Fileni y dueño de casa
“En el ambiente integrado usé pino tea reciclada y blanco: los colores van mutando según se vayan leyendo libros, escuchando discos y viviendo la vida”, dice Martín. La excepción es la cocina negra tras el vano de cuatro metros de ancho, “cortada” por la estantería que llega hasta el techo.
Cielo adentro
Parte de la estructura original de la fábrica que el PH de Martín conservó fue una claraboya. Lo cierto es que, si bien era pintoresca, ya estaba viejita y percudida, por eso, junto con Victoria decidieron cambiarla, para mantener clara la vista de las nubes que pasan. “La luz es fundamental en la energía liviana que se siente en esta casa. Pero esto ya es impagable: miro directo al cielo”.
Trabajo y ocio en la terraza
“Estaba acostumbrado a trabajar virtualmente; en eso, la pandemia no fue novedad para mí. Además la casa me ayudó a pasarla bien. Me venía para arriba y sentía que me mudaba. Al bajar, ya anticipaba que me iba a tirar en el sillón. Propuestas lindas que parecían superarse la una a la otra”, evalúa Martín sobre su experiencia en casa 24/7.
La suite
“Elegí madera para la planta baja porque la unifica con calidez. Puede quedar alguna huella de un pie mojado en el baño o saltar una chispa del hogar, pero suman un poco de historia, de cosa vivida”.
“Viajo mucho, voy a lindos hoteles, pero cada vez que vuelvo, me digo: ‘¡qué bueno que llegué!’. La casa te recibe con una sonrisa”.
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