Blanca por fuera, los interiores brillan con las obras de Victoria LLorens, su dueña, y una ambientación refrescante que no tiene nada que ver con las modas.
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Volvieron a la Argentina después de vivir diez años en los Estados Unidos, y la casualidad los llevó a instalarse en una casa de Zona Norte que remite a mucho de la arquitectura colonial de aquel país: el porche, la fachada con listones (acá de hormigón), las ventanas-guillotina y los interiores amplios, conectados con puertas dobles. Construida hace veinte años por el estudio de arquitectura BMA, capturó de lleno la imaginación de la artista visual Victoria Llorens y de su familia quienes, aun así, decidieron ser cautos: la alquilaron durante dos años y, tras la prueba, la compraron.
Interiores amplios y vitales
Con unas pocas intervenciones de los arquitectos Gustavo Núñez y Marcelo Finamore, la dueña pudo materializar su ideal de casa-taller, donde no solo compartir tiempo junto a su marido y sus tres hijos –dos de los cuales ya se independizaron–, sino, también, trabajar en sus obras. Victoria llenó los ambientes de colores y vistió las paredes con varias de sus pinturas, que desfilan por aquí antes de salir a exponerse.
Llorens fue discípula del reconocido pintor Jorge Demirjian, con quien estudió trece años, y dirigió durante diez un taller de arte para chicos en Miami. Está continuando su formación con Tulio de Sagastizábal, otra gran figura del campo artístico nacional y regional.
Por su excelente luz y el confort de sus asientos mullidos, el comedor es su lugar preferido para trabajar las obras en papel de formato chico.
Las ventanas-guillotina de madera fueron importadas por el dueño inicial y, si bien son muy nobles, Victoria admite que cuesta encontrar quien las mantenga.
A un lado y otro del living hay puertas dobles de madera, típicas de las casas de estilo colonial norteamericano.
“La casa varía según el momento que estoy viviendo. Cuelgo, bajo, saco o pongo sin fijarme en las combinaciones. Considero que respetar una paleta determinada limita: la vida es multicolor”
Muchos de los muebles fueron comprados en tiendas de segunda mano, reciclados y, alguno, incluso rescatado de las calles de Miami, donde vivió la familia
De la cocina al porche
La mesada de Corian y los muebles son los originales. Solo se pintó la madera de estos últimos en un gris mentolado para refrescar e iluminar la cocina.
La impronta de un emprendimiento familiar de cosmética, que hace fuerte hincapié en la naturaleza, se percibe en algunos detalles, como el patrón orgánico en las paredes del toilette
Entre el estar contiguo a la cocina y el porche hay una ventana palladiana con el clásico remate arqueado, que es un plus para la entrada de luz.
El porche, amplio y reparado, recorre buena parte del perímetro y es el escenario frecuente de las comidas en los mediodías de invierno y las noches de verano.
“La casa está hecha como un lego, y tan bien planteada que todo encaja sin permitir demasiados cambios. Pero lo cierto es que no los necesita: su calidad y funcionalidad son excelentes”
Un taller soñado
En línea con la casa principal, pero aún más fiel al estilo Shingle por su color oscuro, lo que alguna vez fue el depósito para las herramientas de jardín hoy es el taller de Victoria.
Blanqueo general
Así describe Victoria el trabajo de interiorismo en la planta superior, de los dormitorios y espacios íntimos: “Hice un blanqueo general de los ambientes porque casi todos tenían empapelados que los oscurecían”.
Al dormitorio principal, en cambio, eligió entelarlo para darle calidez y mejorar su aislación acústica.
Un frente notable
Como el frente de la casa estaba muy expuesto a la calle, la paisajista Maggie Cavanagh ideó estas ‘torres’ verdes que, con su juego laberíntico, dan privacidad. El blando jazmín de leche de la puerta contrasta el corte formal que se le dio a los arbustos de eugenia.
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