Demostrando la sutil diferencia entre lo simple y la simpleza, este refugio de verano enamora a propios y ajenos.
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Entre los amigos de Cristina, una fotógrafa argentina que veranea en La Pedrera desde hace 30 años, hay un chiste recurrente: le dicen que el estilo de su casa de playa es “más allá del dinero”. Ella se ríe y arriesga una definición: “Así es cuando no querés impresionar a nadie. La Pedrera es eso”. Es que en la autenticidad radica el encanto tanto del balneáreo como de este refugio azul.
La vivienda fue proyectada y construida por Lacroze-Miguens-Prati como parte del complejo desarrollado por el estudio frente a la Playa del Barco, uno de los puntos más populares para los surfistas. Un paraíso de mar y campo, según aquellos que han tenido la suerte de encontrar un hueco para alquilarla. Ella, risueña, habla del fanatismo de su hijo por el surf, de las tardes cuidando sus plantas, de los perros corriendo a las gaviotas: “Esta es la casa de alguien que ama estar afuera, en contacto con la naturaleza”, dice Cristina, que mandó a construir la gran galería de casi 50m2.
Bien playero
El living con la galería hacia el sur para tener la mejor perspectiva del mar, se ambientó con un antiguo mueble de almacén, mesa ratona (ambos de Lo de Álvaro, en San Carlos) y, en el fondo, una lámpara de pie comprada en un remate y acondicionada por Cristina.
Pintadas de azul SW 6810’ (Sherwin Williams), las puertas corredizas con paños de vidrio bien grandes le aportan a la deco un tono que sale de los trillados blanco, negro y aluminio.
Para ganar claridad, se colocó microcemento sobre el piso cerámico original. Además de hacer la galería, los dueños ampliaron la cocina y la integraron al ambiente principal.
Los motivos del color
“¿Grecia? Me encanta. Pero en verdad elegí azul y blanco porque me parece muy marino, ideal para un lugar donde todo el tiempo escuchás el ruido de las olas”, dice Cristina, que para su dormitorio eligió un pie de cama hecho con la técnica artesanal de block print.
Vista superior
El barrio fue un emprendimiento pionero en La Pedrera. Comprende 31 casas inspiradas en las antiguas construcciones de la zona con techo a cuatro aguas. La de Cristina es la más apartada: en lugar de estar sobre la arena, se ubica en una loma con un jardín y una intimidad envidiable.
“Como no estoy en primera línea, tengo un jardín grande y una vista hermosa desde arriba. El camino hasta la playa atraviesa un cañadón muy silvestre. Para mí, el mejor plan es bajar temprano a la mañana con los perros”, comparte la dueña de casa.
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