Las atrajo una arquitectura sensible que se fusiona con el paisaje del barrio. Con estilos vida muy diferentes, tienen algo en común: plantearon una decoración con pocos objetos, valorados y de buen diseño.
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El edificio proyectado por Carlos Levit y del Puerto Sardin Arquitectos tiene siete pisos y 28 unidades de tres ambientes con o sin dependencias.
Camila
La creadora de Casa Santo, Camila Gaztambide, buscó este, su primer departamento, con un método exhaustivo: preguntó en cada portería de esta calle que tanto le gusta hasta dar con una unidad disponible.
"Opté por invertir en pocos objetos, pero interesantes. Por ejemplo, el espejo de 1,80m con marco de papiro. Se destaca en el ambiente, y aporta dinamismo y sensación de amplitud."
Camila
El edificio le cerró de entrada: un planteo arquitectónico contundente con espacios privados y comunes generosos y materiales óptimos. Organizó su hogar sobre la base de una caja fulgurante con sectores bien definidos y los elementos necesarios como para sentirse rodeada de objetos funcionales y de buen diseño.
Pocos muebles de gran tamaño y buen diseño: una decisión inteligente para cederle protagonismo al interior luminoso con conexión directa al balcón aterrazado.
La biblioteca de piso a techo, diseñada por la dueña de casa, resuelve distintas funciones. Además de una buena cantidad de estantes, la parte de abajo es más ancha como para dejar las llaves o apoyar una lámpara. También aloja la tele. “No debería estar tan presente, pero lo cierto es que disfrutamos sentarnos a ver series o películas”, admite.
Una de las decisiones estética de Camila fue decorar las paredes con obras de artistas emergentes.
El sillón revela el buen ojo de Camila en detalles que hacen la diferencia: es profundo, con respaldo ligeramente inclinado y almohadones más densos en la base para que no se deformen. El baño se reformó con un mueble con mesada y frente estucado que imita las vetas de los nuevos revestimientos símil mármol (Barugel).
En el balcón, macetas (Coin Vert) y escultura ‘Libertad’, de Alejandro Pérez Volpin, regalo de la madrina de Camila.
“Uno de los cambios que hice al mudarme fue abrir la cocina, que tenía pasaplatos, para lograr mayor integración”.
Camila aportó su impronta: una foto de su madre, su faro afectivo y gran referente en cuestiones de estilo, y un cuadro antiguo que también trajo de la casa de su madre.
“El comedor me parece fundamental. Nada de comer en las mesas bajas. Sí o sí quería una mesa redonda, perfecta para el encuentro y las sobremesas”.
Mesa estilo ‘Tulip’ con tapa de mármol. La vajilla es de una tienda de Ibiza y forma parte de una nutrida colección traída de viajes, igual que la mayoría de las piezas de cerámica que se ven en el depto.
Aquí conviven muebles “utilitarios” (que Camila podría cambiar sin problema) con piezas permanentes por su valor simbólico y afectivo, como esta mesa Mid Century que se usa como escritorio, la escultura en la página opuesta o la foto del caracol, que siempre estuvo en lo de su madre.
“Preferí comprar una cama no tan grande porque prioricé el espacio de circulación para moverme cómodamente”.
Los apliques dorados son de techo, pero en la pared también tienen su encanto (Paul French Gallery).
Cielo
La arquitecta Cielo Pipkin y su marido, Juan Pablo Haloua (ingeniero industrial y asociado a la inmobiliaria Keller Williams), se mudaron hace cuatro años. Con mirada profesional, encararon una búsqueda exigente que finalizó cuando encontraron este edificio que los fascinó desde la fachada por los detalles de construcción, su materialidad y la paleta de colores.
Un mes después del desembarco, Cielo quedó embarazada de Gael, su primer hijo, y luego llegó León, así que, desde el principio, el departamento de 120 metros y tres ambientes amplios se dispuso para la vida familiar con una coherencia genuina: muebles a medida, calidez y espacios fluidos.
Cielo generó un interiorismo cálido, con muebles hechos a medida para aprovechar los metros al máximo sin sobrecargar los ambientes.
“Quería armar un lugar para tomar el té al aire libre”, dice Cielo, amante de la cocina y experta en preparar tortas deliciosas. Por eso organizó el estar exterior con mesa y bancos de hierro pintados con epoxi negro para que no se oxiden. Fue el lugar que más disfrutaron en el último año.
"El balcón corrido y las aberturas de pared a pared y de piso a techo reflejan el planteo arquitectónico del edificio y fue uno de los aspectos que nos convencieron. "
Cielo
Diseñado por Cielo, el mueble de la tele es de madera de guindo y hierro negro. Sillón (Fradusco) con funda de tussor (Gabriela Pérez Elizalde) y al lado, florero (Tienda Barro). Mesa baja (Zichy).
“Elegimos una mesa redonda porque, al estar en un lugar de paso, favorece la circulación”
Mesa estilo Tulip (Newton). Sillas (Zichy). Individuales de ratán (Claudia Adorno). Lámpara colgante (Atmósfera Luz). Aparador de guindo que sirve como lugar de trabajo (Calyfornio). Estantería colgante (Net). Lienzo pintado (Nicolás De Caro). En la parte superior del pasaplatos, instalaron una alacena diseñada por la dueña de casa, apasionada por la cocina. Muebles con frentes termoformados. Anafe (Franke).
“Aprovechamos la amplitud del balcón para generar un paisajismo en altura que funciona como una fachada verde y se disfruta en el interior gracias a las grandes aberturas”.
“El color del cuero del respaldo de la cama sirvió como guía para elegir textiles y muebles en tonos similares combinados con otros neutros”.
En el interiorismo se mantuvieron los materiales y la paleta que le dan identidad al edificio: maderas, texturas puras y cuidadas dosis de negro.
“Pensamos los ambientes según el uso que les damos y teniendo en cuenta que estamos mucho tiempo en casa. En el cuarto de los chicos, priorizamos el espacio para jugar”.
Con sentido práctico, optaron por muebles de madera de líneas simples con abundante lugar de guardado y fácil acceso. En negro y crudo, combina con el estilo general y no desentona para nada en el clima infantil.
Elizabeth
Después de un matrimonio de 25 de años, Elizabeth Citrinblum se divorció y salió a buscar un hogar en el que iba a vivir sola por primera vez. Aquí encontró un departamento con todo lo que necesitaba para transitar una nueva etapa: luz plena, vista al cielo, parques extensos para practicar running y espacio para dar clases de pintura sobre porcelana, una actividad que canaliza su vocación artística y que tenía pendiente.
“Es la primera vez que vivo sola, así que me tomé el tiempo para generar espacios confortables con mi impronta y disfrutar la experiencia de estar en casa”.
"A primera vista, me fascinaron la amplitud de la terraza y la luz que llega a todos los ambientes."
Elizabeth
Su casa comenzó a configurarse como un reflejo de sus sensaciones: la premisa fue que el flamante lienzo en blanco se mantuviera iluminado, liviano y confortable, con las ventanas abiertas para darle la bienvenida a lo que vendrá.
“Estar en el departamento me da paz, es mi espacio de contención. Siento que todo fue apareciendo en el momento justo”.
Como sus vecinas, aunque en el orden inverso, Elizabeth eligió una distribución práctica para el ambiente principal.
“Dejé la cocina abierta tal como estaba, integrada al estar. El espacio es más que suficiente y la barra sirve como apoyo”.
“Desde siempre mi vocación fue la pintura. Después de varios años, llegó el momento de armar mi propio taller y transmitir lo aprendido”.
El departamento tiene dos dormitorios en suite. En el principal, un espacio con algunos de los elementos que Elizabeth utiliza en sus obras y también en las clases de pintura sobre porcelana: la torneta, pigmentos y acrílicos, entre otras herramientas. Los tonos neutros como gris, beige, con algunos contrastes de verde son la constante.
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