Una fotógrafa de interiores se mudó a un departamento de principios del siglo XX en el que, sin intervenir la estructura original, logró adaptar los espacios para una familia contemporánea.
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De cero a cien, así fue para la fotógrafa de interiores Paula Vara y su marido, que después de años de alquilar en Recoleta, en 2018 compraron un piso de 250m2. “Habíamos visto unos veinte departamentos cuando visitamos este, el primero antiguo que nos mostraban. Y apenas entré, supe que habíamos llegado a nuestra casa”, cuenta la correntina, tan conquistada por el encanto de la construcción de 1908 de los arquitectos Togneri y Fitte que olvidó en el acto los amenities y las distribuciones integradas con que la tentaban los edificios nuevos.
De entrada se entiende qué la cautivó. Tras la pesada puerta laqueada aparecen el parquet dorado, las molduras súper elaboradas, los vitrales y, a pocos pasos, una primera chimenea de bronce, original del 1900 que, si bien por cuestiones de permisos hace tiempo no se usa, conservaron por ser un detalle encantador. Formada en diseño gráfico, Paula trabajó en ambientación de eventos tiempo antes de volcarse a la fotografía de interiores, y esa experiencia la guió para lograr un interiorismo ajustado a las necesidades actuales sin perder ni una de estas maravillas.
"Al principio respetamos el planteo tradicional del comedor separado, pero, ya instalados, vi que íbamos a aprovechar mucho mejor este ambiente si lo convertíamos en un estar con tele."
Paula Vara, fotógrafa de interiores y dueña de casa
Comunicaciones transparentes
Si bien cambió la función de los espacios, la estructura original se mantuvo intacta. La intervención más osada fue pintar la boiserie de blanco.
Living-comedor
“Aunque me encantan los departamentos antiguos, al decorarlo quise lograr cierto contraste entre lo moderno y la cáscara clásica. El juego de comedor, las lámparas y los sillones responden a esa lógica”, nos explica Paula Vara.
Además de ser encantador, ver una tercera chimenea en cuestión de pocos metros da una idea de cómo se vivía en un piso tan coqueto a principios del siglo XX.
La estructura curva de la fachada permitió traer el comedor al living y que quedaran sectorizados. Para ello se hizo una mesa circular a medida donde se sientan, cómodas, ocho personas.
Dimensiones de antaño
Si consideramos los casi 120 años de antigüedad del edificio y las costumbres de la época, no sorprende que la cocina sea reducida. Sin lanzarse todavía a una reforma radical, el primer paso para darle actualidad fue generar una barra desayunadora con un nicho -revestido en madera y con estantes iluminados- que sostiene la pava y condimentos de uso diario.
Cuartos de chicos
En el cuarto de la hija adolescente, el mueble existente se modificó incorporando puertas donde originalmente había estantes descubiertos y se armó un escritorio en el nicho.
Había un cuarto para cada uno, pero la decisión fue que los varones durmieran juntos. A cambio, se armó el playroom con hamaca y espacio para los juguetes visto arriba.
Con paredes de 4 metros de altura, todos los cuadros que tenían quedaban chicos. Solucionaron esa sensación de vacío con un mural en escala hecho en base a uno que traían de su casa anterior.
Suite principal
“A diferencia del resto de los baños, el nuestro se mantuvo tal cual estaba. Tiene un mármol espectacular y una bañadera revestida que no pudimos ni quisimos tocar”, comparte Paula.
“Siempre me atrajeron los dormitorios despojados, sin pantallas ni mucha información. Me gusta que el cuarto sea un lugar silencioso, que transmita calma e invite al descanso”.
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