Hablamos con Heidi Jalkh, directora del grupo de investigación y divulgación Sistemas Materiales, sobre el libro que acaban de lanzar para acercarnos a los desarrollos locales de los biomateriales y su potencial productivo.
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En las discusiones sobre la crisis ambiental hay un dilema claro: hay que ralentizar la extracción de materias primas y su consumo para bajar las emisiones de carbono y regenerar el planeta, pero, al mismo tiempo, los países menos industrializados (Argentina entre ellos) necesitan desarrollarse para que sus poblaciones accedan a mejores niveles de vida. ¿Es posible que el desarrollo se dé en torno a nuevas industrias y paradigmas?
Un área con potencial es la de los biomateriales: materias primas derivadas de organismos vivos como plantas, animales u hongos. La combinación de micelio (la parte vegetativa de los hongos, parecida a una ‘raíz’) con desechos vegetales, por ejemplo, da como resultado un material de características similares a la espuma de plástico, pero biodegradable. La firma Ecovative lo desarrolla a escala en Estados Unidos, y Fungipor está produciéndolo en Argentina.
La diseñadora Heidi Jalkh lidera el grupo Sistemas Materiales, que hoy involucra a unas 12 personas de diversos ámbitos, que ha llevado a cabo diversos ciclos de formación y una muestra en el Centro Cultural Recoleta. Hace pocos días lanzó el libro Trazos, coeditado con la diseñadora y consultora en tendencias sociales aplicables al diseño Gisela Pozzetti. Hoy, hablamos con Jalkh acerca del avance de los biomateriales en Latinoamérica
¿Cómo empezó tu camino con los biomateriales?
Lo primero fue un acercamiento a lo biológico. Estaba haciendo una maestría en morfología, viajé a Brasil y, en un paseo por Ilha Grande, me crucé con un hongo muy raro: Phallus indusiatus. Al volver, decidí que mi tesis de morfología iba a estar relacionada a él. Investigué qué estudiaban los laboratorios de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA y me topé con el laboratorio de Micología experimental, con Leonardo Majul y Emanuel Grassi, que ya experimentaban con biomateriales. Empezamos a vincularnos y un día les dije que teníamos que sacar el tema del laboratorio. Hicimos muestras y un workshop. De ese primer grupo, Lucidum, algunos fueron más para el lado comercial y otros nos orientamos a investigación, divulgación y educación.
En 2020 participé del Biosummit, un laboratorio que forma parte del MIT Media Lab, y conocí a Daniel Grushkin, ex director de la competencia global de biotecnología para estudiantes de diseño Biodesign Challenge, que nos ofreció una beca para participar. Armamos un curso y abrimos una convocatoria vinculando a estudiantes de FADU y de Exactas para generar equipos interdisciplinarios. Estábamos en igualdad de condiciones y tenían la oportunidad de competir con la Universidad de Aalto, con Parsons.
En 2022 hicimos una muestra en el Centro Cultural Recoleta. Allí sumamos a personas como Florencia Cesari, una fungicultora que presentó un hongo que se veía con UV, y armamos un archivo biomaterial con proyectos latinoamericanos y de Argentina que no eran parte de Sistemas Materiales.
¿Cómo ves el avance y la aplicación de los biomateriales en Latinoamérica?
Estamos en un estado similar a nivel de exploración, la diferencia es cómo se hacen las cosas y sobre todo la falta de financiamiento que hay acá. Hay desarrollos locales que ya están aplicados a la industria y se están comercializando. Camila Castro Grinstein, de Etimo Biomaterial, produce un material a base de borra de café que ya se usa para hacer vasos biodegradables que están disponibles en cafeterías. El colectivo Superpraxis hizo un proyecto llamado Refugio Fúngico con bloques de material de micelio. Fungipor está produciendo reemplazos para la industria del packaging. Oda Bio Vajilla produce reemplazos para platos descartables con descartes de papa. En Chile está LABVA, un laboratorio en Valdivia que está trabajando con celulosa bacteriana y ya tienen productos de ese material. En México está Radial, que también produce reemplazos para packaging biodegradable y recibió financiamiento del fondo de inversión Gridex.
¿Es posible escalar estos materiales para que compitan con las opciones menos sustentables?
Sí. Porque no es una cuestión de desarrollo de tecnología sino de financiamiento, la escala está vinculada al financiamiento que reciben esos proyectos para poder crecer. Entendemos que la solución tiene que ser masiva, pero no dejamos de preguntarnos si es una cuestión de escala o de cuáles son las escalas. Estamos inmersos en este sistema y hay que trabajar desde ahí, pero si los estándares de valores a los que sometemos a estos materiales alternativos son los mismos que nos llevaron a este punto insostenible, va a ser difícil modificar el comportamiento en torno al consumo de materiales.
Los biomateriales tienen potencial de reemplazar otros materiales menos sustentables, pero ¿hace falta que los reemplacen al nivel de consumo de hoy? Pero definitivamente son procesos escalables.
¿Por qué un libro? ¿Qué suma a esta exploración?
Al principio iba a ser un catálogo que ampliaba y conectaba temas, pero terminó siendo más amplio. Invitamos a escribir a David S. Kong del Biosummit, a Wolfgang Schaffner y a René Ramirez, que desarrollaron un ensayo sobre materialismo biocéntrico. A la diseñadora italiana Frida Doveil, que aportó un ensayo sobre la aplicación del plástico en el diseño y sus consecuencias; a Carolina Obregón y Giovanna Danies, que trabajan en Parsons y en los Andes, respectivamente.
Buscamos que el libro tuviera un alcance latinoamericano pero expandido, que volviera a los lugares donde se están dando las discusiones.
¿Cuáles son los próximos planes?
Estamos organizando una muestra para el Museo de Arte Decorativo de Berlín, se llama Matter of South y la estoy curando junto a Gisela Pozzetti y Valentina Aliaga. Intervendremos dos salas del museo: en una vamos a replicar el archivo biomaterial y a exhibir un mapeo de proyectos latinoamericanos, en la otra habrá un manifiesto que estamos trabajando con LABVA, Radial, Taina Campos (México), Cristina Muñoz (Ecuador), esta Elisa Strobel (Brasil). Discutiendo cómo se dan estas prácticas desde Latinoamérica.
Hay un texto que me gusta mucho, de la muestra The Waste Age (La era del desperdicio). Se pregunta: si pudimos diseñar la cultura del descarte, ¿no podemos diseñar otra? Antes no se tiraban las cosas, fue algo que tuvimos que adoptar. Eso tiene que ver con narrativas. Con esta muestra nos veo un poco como el “Ministerio de Turismo Latinoamericano de Biomateriales”, el objetivo es que conozcan Latinoamérica porque hay gente produciendo desde otro lugar. En Europa se está hablando de decrecimiento, nosotros estamos explorando cómo crecer.
El libro Trazos se consigue en The Praxis Journal y a través de Sistemas Materiales.
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