Encontramos en el hotel boutique Villa Vicuña un oasis silencioso y florido, con una inesperada ambientación francesa en el mismísimo casco histórico de la ciudad Salta.
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Debajo de estas líneas, una de las postales más conocidas de la ciudad de Salta: la de la Basílica y convento de San Francisco, en la intersección de las calles Córdoba y Caseros. Está dentro de lo que se conoce como “el Corredor de la Fe”, que incluye la Basílica en la plaza 9 de Julio y el Convento de San Bernardo.
Nada pudo anticipar que en ese tramo de la calle Caseros nos encontraríamos con un hotel de inspiración tomada de las colonias francesas del Caribe. La fachada, impecablemente puesta a punto, es la misma de siempre, porque está protegida por las leyes locales de Patrimonio, pero adentro espera una enorme sorpresa. “El hotel cerró durante la pandemia, lo que pudo haber causado que se vieniera abajo, pero acá se tomó como una oportunidad de trabajar en aspectos del proyecto inicial que habían quedado en el tintero”, nos cuenta Brenda Buchanan, gerenta general de Villa Vicuña Salta.
Una recepción que envuelve los sentidos
Lo primero que llama la atención cuando se cruza el umbral es un aroma muy suave, pero muy distintivo, que nos recibirá, idéntico, durante toda la estadía. Es una mezcla de vainilla y coco, que la decoración, con sus exhuberantes motivos vegetales propios de fines de los siglos XVIII y XIX, nos ayuda a descrifrar.
Corría el año 2010 cuando la familia Paterson compra lote pensando en hacer un hostel, idea que luego cambiaron por la de hotel boutique. “Yo acababa de leer La isla bajo el mar, de Isabel Allende, que cuenta la historia de una esclava llamada Zarité en el Haití del siglo XVIII. Medio libro transcurre en Santo Domingo y medio en Nueva Orleans. Entré y me dije: ‘¡Estoy en la casa de Zarité!’”, recuerda Nury Degel, a cargo de la reforma y el estilismo. Los elementos franceses estaban presentes en la vieja casona, y ella decidió potenciarlos en lugar de ir por un más obvio entorno folclórico.
Lo mejor del pasado
Algo que Nury mantuvo en la reforma fue la altura del techo, que en el pasillo que une la recepción con el comedor se abrió para inundar los espacios de luz y hacerla jugar con los vidrios coloridos y los calcáreos llamativamente brillantes, hechos tomando el motivo de una antigua reja encontrada en el lugar.
“Soy de la idea de acompañar lo que el ambiente pide y potenciarlo: si quiere ser alto, pongo líneas verticales”.
“El desayuno es un mimo también desde el diseño. Incorporamos vajilla de céramica, pero de gres, para que resistiera el uso intensivo; los saleros y los pimenteros son de plata; los manteles paraguayos bordados con la técnica ao po’i se lavan a mano, por ejemplo. En ese sentido, el hotel no es ‘práctico’, es lo anti estándar, pero creemos que es lo que te hace sentir realmente de viaje”, reflexiona Brenda Buchanan. “Al tener solamente doce habitaciones, podemos volcarnos a lo artesanal, un lujo imposible en un hotel grande, donde necesariamente hay que apelar a lo seriado”.
Una fantasía hecha realidad
“La casa llegaba hasta el pasillo. Los corredores con columnas y palmeras de Santo Domingo son un agregado que ideamos nosotros. Hay un clima de fantasía atemporal”, dice Nury.
El jardín de las delicias
“La gente vuelve a Villa Vicuña, y queremos que encuentre alguna sorpresa dentro de lo esperado. Recibimos a muchas parejas (incluidas parejas de motociclistas), pero también a madres con sus hijas; mujeres que vienen con sus amigas para hacer un viaje con sentido, basado en los intereses comunes: desde la arquitectura y la historia hasta los textiles salteños. Además, a muchísimos extranjeros: norteamericanos y europeos; o uruguayos y brasileños que viajan a Salta atraídos por los tours de gastronomía y los vinos de altura. A nuestra sede de Cafayate, comparativamente, llegan más argentinos”, detalla Buchanan.
"Si bien Villa Vicuña no tiene una ambientación salteña, conserva esa impronta en la calidez del personal. Somos un hotel para extender la estadía, para quedarse una noche más a disfrutar de la pileta, del jardín, de la chimenea al aire libre."
Brenda Buchanan, gerenta general de Villa Vicuña Salta
En el fondo del jardín, junto a la pileta, se creó un espacio con chimenea decorado de modo informal y sofisticado, en el blanco y azul característico del hotel.
Dormitorios soñados
“Somos doce personas para atender doce habitaciones, lo que permite un cuidado sumamente especial”.
“No hubo contras al hecho de que hotel no fuera ‘regional”. Hay muchísimos detalles que aluden a Salta, como los grandes espejos de alpaca, pero no de un modo que abrume”.
Villa Vicuña. Caseros 266, Salta. Tel: (0387) 432-1579. villavicuna.com.ar
Una ubicación inmejorable
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