Visitamos el departamento lleno de color y personalidad del diseñador gráfico Martín Gorricho, reconocido por ser el autor de la identidad de proyectos culturales de primera línea, y el dramaturgo Lucas Sánchez.
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Cuando Martín Gorricho, diseñador gráfico, y Lucas Sánchez, dramaturgo, director y gestor cultural, fueron a Parque Chacabuco (más precisamente, al Barrio Simón Bolívar) para conocer la casa de unos amigos, no imaginaron que al poco tiempo estarían buscando propiedad en el mismo edificio. “Habíamos terminado de pagar el crédito de nuestro departamento art déco en Once, estábamos muy en el molde con esa situación y ni se nos ocurría irnos a otro lugar”, nos contaron. Maravillados por la tranquilidad y el parque interno del complejo habitacional, al poco tiempo encontraron disponible un cuatro ambientes con amplias vistas desde un séptimo piso. “Vendimos y compramos en la misma operación”.
Algo que les llamó la atención fue la historia del Barrio Simón Bolívar. Obra del arquitecto Héctor Fariña Rice, fue inaugurado en 1953 en el marco del primer plan quinquenal de Perón.
Diseño cultural y La Lógica del Escorpión
Martín es oriundo de Mar del Plata, donde estudió diseño gráfico, y vive en Buenos Aires desde hace más de 20 años. Sus trabajos están muy ligados al desarrollo de identidad visual para industrias culturales: Centro Cultural Recoleta, el Teatro Nacional Cervantes, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, la Bienal de Buenos Aires; entre otros.
En 2021, la artista plástica Renata Schussheim, con quien Martin trabaja hace años, lo convocó para un proyecto soñado. Le contó que Charly la había llamado para idear la tapa de su nuevo disco con un escorpión, y ella enseguida pensó en Martín para hacerlo en conjunto.
Fueron un par de veces a la casa de Charly, escucharon diferentes demos del disco y le presentaron algunos bocetos. “La experiencia fue alucinante, Charly ha sido una persona muy presente toda mi vida. Estoy súper honrado de haber podido participar de un proyecto así”.
Una obra en etapas
Cuando llegaron a su nuevo hogar, la decisión fue derribar la pared que separaba el comedor de lo que era el dormitorio principal y cambiar todo el cableado de tela original usado en la construcción. “Empezamos la obra un miércoles y a los dos días decretaron la cuarentena”, nos cuentan como anécdota, ahora que resulta gracioso. “No tenía sentido tener tres dormitorios: usamos el living mucho más, así quedó más luminoso y, además, nos permitió mantener el mismo esquema de mobiliario que teníamos en nuestra casa anterior”.
Para recomponer la huella que quedó en ese sector del piso de parquet, buscaron más tablas de caldén en una demolición.
A lo largo de sus carreras, Martín y Lucas trabajaron y entablaron amistad con diferentes artistas cuyas obras exhiben con orgullo en las paredes de su casa.
El living-comedor tenía una arcada chica que daba al pasillo distribuidor de los dormitorios. Una vez derribada esa pared, colocaron un doble varillado en madera de laurel con la intención de separar los espacios sin sacrificar la entrada de luz.
El mural salvado
“Todo el departamento estaba empapelado, era un montón”. Pero una pieza original de los 60 realizada por un artista francés para una empresa de murales norteamericana los cautivó. Ubicada en el ambiente que transformaron en espacio de trabajo, todas las decisiones de reforma se tomaron con la premisa de preservar esta obra.
“Cuando tenemos reuniones virtuales, nos iluminamos con la luz natural que da sobre el escritorio y usamos el papel tapiz como fondo”, cuentan orgullosos los dueños de casa.
Detrás del logo que Gorricho diseñó para el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, enmarcado, papel de chocolate para taza de la chocolatería de su bisabuelo Vicente, en Bilbao.
Espacios cargados de personalidad
La reforma en el baño tuvo un doble desafío: aportar color y creatividad, y no hacer obra en la pared que comparte con la habitación con el empapelado. Con astucia y mucho cuidado, resolvieron que la ventilación saliera hacia un pequeño cerramiento y de allí al exterior. Para el toque artístico, contactaron a la ilustradora Salomé Goro que dio vida a sus ideas.
Para las paredes, optaron por un color gris que guía el recorrido visual por toda la propiedad y funciona como un lienzo que contiene sus obras de arte.
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