Con color, superficies continuas y materiales resistentes, buscamos respuestas actuales para un problema de siempre.
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Independizarse, achicarse, trabajar en paz, alquilar para uno mismo o a terceros: hay más de un motivo para mudarse a un monoambiente. Lo que siempre permanece es su dificultad congénita: la falta de espacio de guardado. Les mostramos soluciones tomadas de departamentos que visitamos.
Pensar en grande
Pensando en una reforma que elevara la categoría de este monoambiente, su dueño convocó a las arquitectas Vanesa Schmidt y Alejandra Tobar, del Estudio VARA. Lo primero que decidieron fue crear un mueble de melamina (más económico que el laqueado pero igualmente resistente al uso intensivo de un potencial alquiler temporario) que la limitara mediante el color y la expandiera hasta el techo.
Recursos como la alacena que ofrece una biblioteca hacia el área del living-comedor ayudan a “alejar” la cocina, alterando la percepción de que todo está en el mismo ambiente.
Metros cúbicos
Como vimos, ganar las alturas es crucial en espacios chicos. (Siempre sin abarrotar ni ahogar, queda claro). En esta reforma, la cocina se abrió al ambiente principal, con lo que se pudo estirar un poco la mesada. Se eliminó la conexión de gas para instalar una cocina eléctrica y se reemplazó el ventiluz por un paño con marco de aluminio oscuro.
Triple uso
El estudio Mendieta Giambelluca es el responsable de la reforma de este departamento de 45m2 en Vicente Lópeza. La cocina, que da al pequeño pulmón del edificio, necesitaba luz natural, además de una actualización completa. Al abrirla, tenía que ser linda, además de funcional, por eso sus muebles con detalles en petiribí, en línea con el piso de porcelanato símil madera (ILVA) de todo el depto.
Dos funciones, mismo material
Un nuevo monoambiente, el mismo Estudio y soluciones distintas. Aquí, las arquitectas de VARA apostaron a una combinación en blanco y visón poniendo énfasis en el espacio de guardado del sector del dormitorio.
“Redujimos al mínimo el equipamiento de esta cocina para sumar un escritorio que compensara la falta de mesa, y lo organizamos detrás de paneles corredizos para que no se le fuera encima a la cama”, dicen las arquitectas de Estudio Vara.
Dividir y reinar
Tener la cama a la vista es tal vez lo que más cuesta: es como si el día no terminara nunca. Por eso, muchos buscan crear divisiones livianas que no tapen la luz ni saquen metros. Si esa es la respuesta, lo ideal es que tenga como base un mueble de guardado bien integrado. “Esto era una suerte de caja de zapatos en un edificio de monoambientes. Hice la arcada para darle una dimensión más doméstica”, dice la arquitecta Victoria Diamore, socia de Dicha Studio.
Oculta y muestra
Dos ejes
“Los ejes principales de nuestro proyecto fueron, primero, un aparador de 8 metros de largo que, recorriendo este loft de 40m2, transforma su función a medida que atraviesa el dormitorio y el living”, dicen Carolina Tencaioli y Leandro Abate, de Línea Neta. Como segunda medida, un separador de acero, Dekton y vidrio (para dejar pasar la luz) que se planteó como un “muro cada vez más verde” a medida que crezcan las plantas en macetas de plástico reciclado con sistema de autorriego.
Se llevaron los materiales y colores del aparador al resto del mobiliario, para crear una atmósfera liviana y luminosa.
Orden para vivir y trabajar
“En un monambiente, es mantener el orden es decisivo. Tener estanterías me permitió dejar a la vista lo que más me gusta y oculto lo no quiero mostrar o no combina con la estética del conjunto”, nos dijo Josefina Rutenberg, diseñadora y dueña de casa. Para lograr su objetivo, la arquitecta Camila Btesh, socia de Noma Estudio, hizo un divisor de 2,60x2,40m, espacio de apoyo y guardado.
“La estructura metálica de piso a techo acentúa la altura y los estantes livianos no quitan nada de luz. Así logramos sectorizar el living y el dormitorio y mantuvimos la continuidad”.
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