Hace más de 20 años María Inés Knudtsen y Martín Sasaki comenzaron con su vivero en Trevelin. Nombrado “sol” en lengua mapuche, se dedican al cultivo de plantas del género Acer, que ellos mismos crían de semilla e injertan.
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El legado proviene de sus abuelos y sus padres. El apellido Sasaki es ya un referente entre viveristas. Martín es bisnieto de Shigeru Takaichi que llegó de Japón y abrió su vivero de plantas de interior y plantines.
Martín se crio, así, entre plantas, y decidió estudiar después para técnico en Floricultura en la Escuela Juan O. Hall. Allí conoció a María Inés, oriunda de Santa Rosa. Tras recibirse ambos en 1998, un año después se sumaron al programa The Ohio Program, una pasantía para jóvenes de todo el mundo que implicaba 18 meses de experiencia práctica en algún vivero y la opción de tomar cursos en la Universidad de Ohio.
Se instalaron 6 meses en Oregón, Estados Unidos, y la pareja se especializó en plantas de frío trabajando en un vivero dedicado a los Acer y coníferas enanas.
En la universidad de Ohio (OSU), Martín se especializó en estructuras e invernáculos y María Inés en propagación y computación. En el año 2000 se volvieron a la Argentina, pero tras la crisis, decidieron retornar a Oregón a trabajar en el mismo vivero unos años más.
En 2009 se establecieron en el país definitivamente. Eligieron la Patagonia como su nuevo hogar, más precisamente Trevelin, y comenzaron a soñar con su propio vivero.
El Vivero Antü –que en mapuche significa “sol”– empezó en un espacio de 2 por 2 metros en el patio de su casa. Hoy cuentan con 5 invernáculos en los que cultivan Acer, coníferas injertadas, clematis y rododendros.
“Nos especializamos en cosas que no se consiguen”, cuentan orgullosos ambos. También se asociaron con Mariano Thomas y hacen bonsái a partir de plantas del Vivero Antü, bajo el nombre Kuyen Bonsai. Todo comienza en el primer invernáculo.
El sueño del jardín botánico
El Acer palmatum se hace de semilla y es el que será el pie de injerto para el resto de las variedades. Se necesitan dos años de crecimiento para injertarlos. En pleno invierno comienza el proceso de injerto y al año siguiente pasarán a macetas de 3 litros y se cambiarán de invernáculo para esperar un año más.
En Trevelin tenemos los Acer bajo invernáculo porque no es una zona libre de heladas. Podemos tener heladas tardías en diciembre que arruinan la producción o heladas tempranas en mayo.
La planta se vende a partir del tercer o cuarto año, en envases de 3 a 50 litros según el tamaño. Los invernáculos de los ejemplares –plantas de unos 10 años que están en macetas de 30, 50 y hasta 150 litros– son realmente una colección privada de arte vivo.
“La idea es hacer un jardín botánico”, cuentan con energía emprendedora. Imaginan un recorrido con senderos por donde caminar entre arces y diferentes especies de la zona.
Tienen 25 variedades de este género, todos de injerto. Los Acer son originarios de Japón y China y son plantas de frío que aguantan hasta -20° C.
Necesitan sustrato liviano y buen drenaje, así como también estar protegidos del viento y de las heladas. El sol de mañana es la exposición ideal.
Se dividen en disectos y palmados. Los primeros, de hojas bien recortadas y, los segundos, enteras. Dependiendo de la altura del injerto, los disectos pueden ser rastreros o con forma de paraguas. Un solo disecto de los que ellos cultivan es erecto, el resto son caedizos o llorones.
Los que más se venden son los de follaje rojizo o morado, que van cambiando su intensidad de rojo según la época del año
Las variedades de follaje verde son las que toman mejor colorido otoñal, pueden brotar naranjas o amarillas y tornarse verdes para luego cambiar a ocre en el otoño: “De a poco, y a medida que se van conociendo las diferentes formas de verdes, empiezan a ser más requeridas. No se compra lo que no se conoce”.
LA NACION