Se trata de un proyecto colaborativo que apunta al autoabastecimiento de las familias y, a la vez, cumple una función educativa. Producen verduras para consumo propio y también venden plantines
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Todo luce tan ordenado y funcional que dan ganas de seguir recorriendo. Un colorido container que hace de recepción, con un lugar dedicado a los talleres; un invernáculo; más allá, los cajones de huerta, impecables y rebosantes de sanidad. Las mujeres del barrio porteño Rodrigo Bueno que crearon el proyecto Vivera Orgánica están reunidas para mostrar con orgullo el fruto de su trabajo.
El grupo se inició como tal en el pequeño patio de una vecina, en un taller de arte y naturaleza organizado por el Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC), en el marco de varios talleres compartidos. Dentro del proyecto de urbanización del barrio, a cargo del IVC, se había planificado un vivero. Entonces, con el compromiso de este grupo y los planes que iban a desarrollar, les ofrecieron la posibilidad de ocuparse del cultivo, la producción y el mantenimiento del espacio, con un enfoque productivo y comunitario. Así surgió la convocatoria a la ONG Un Árbol para mi Vereda para capacitarlas en lo referente a nativas y huerta.
“Fue así como el 5 de diciembre de 2019 se realizó la primera siembra y en enero ya estábamos cosechando las primeras verduras –cuenta Elizabeth Cuenca, una de las 14 mujeres comprometidas con el proyecto–. La cuarentena fue difícil y esto se convirtió en un refugio para muchas de nosotras, ya que no podíamos ir a nuestros trabajos. Así surgió la idea de hacer kits con la producción que teníamos. Hicimos un kit de 12 plantines de huerta orgánica que tuvo mucha aceptación. La gente se emocionaba con la entrega de los plantines en medio de la cuarentena. Fue un éxito y logramos promocionarlo en redes sociales y a través de diferentes organismos”.
Con respecto a la huerta, la Vivera Orgánica provee de bolsones de verdura a las 14 familias integrantes del proyecto en forma semanal y, además, cada 15 días donan 25 bolsones de verdura orgánica al IVC para que los haga llegar a los adultos mayores con deficiencia alimentaria.
Los viernes y sábados está abierto al público y, si hay disponibilidad, se vende algo de verdura, pero la realidad es que no dan abasto y se concentran en los kits de 12 plantines de huerta o en kits de 6 plantines de especies nativas que atraen mariposas (arbustos y herbáceas), elegidas especialmente para cultivarse en la ciudad. Se pueden adquirir en la Vivera o comprar online y recibirlos en casa (www.instagram.com/viveraorganica.r/).
Las nativas
Parte del proyecto consistía en el cultivo de plantas nativas, ya que –al estar cerca de la Reserva Costanera Sur– la creación de un vivero que pudiera abastecer a la Reserva y a la ciudad era un tema pendiente. “Por supuesto, no conocíamos ninguna de las plantas que íbamos a cultivar; solo el ceibo por ser la flor nacional. Es espectacular trabajar acá día a día. Ver florecer estas plantas es un regalo, ya que las hicimos desde semilla. Yo no falto ningún día. Dejé mi trabajo en la peluquería, porque este me reconforta mucho más”, cuenta Carmen Lobos, la encargada del sector de nativas. En el vivero hay 21 especies distintas. Así, entre semillas, flores y mariposas, este grupo de mujeres encontró un lugar de pertenencia donde vuelcan su pasión.
La idea del proyecto
Por Matías Cheistwer, Director del proyecto Asociación Civil Un Árbol para mi Vereda (unarbol.org).
Nos contactaron del Instituto de Vivienda de la Ciudad, en agosto de 2019, para trabajar en el proyecto de huerta-vivero en el barrio Rodrigo Bueno, en el marco de la urbanización del barrio, aledaño a la Reserva Costanera Sur. La idea era diseñar y desarrollar un proyecto de huerta y vivero involucrando a un grupo de 14 vecinas que venían haciendo huerta en el barrio, con el objetivo de que, además de ser comunitario, pudiera convertirse en una fuente de ingreso para ellas. A partir de ese pedido, realizamos una propuesta de diseño del lugar, que incluye un container como espacio de guardado, un ambiente techado como lugar de trabajo, un invernadero para cultivo de plantines y plantas nativas, una zona de cultivo con media sombra, una zona de huerta en canteros, un sistema de riego automático y de recolección de agua de lluvia, un diseño de caminos aptos para gente con movilidad reducida y un programa de capacitación.
Propusimos incluir la producción de plantas nativas, que tienen una función ecosistémica y son muy necesarias para la ciudad. Entonces, se diseñó un espacio que tiene un tercio de zona de servicios y espacio de trabajo, un tercio de invernadero y plantas nativas, y un tercio de huerta, compuesta por canteros elevados, donde también se produce compost para ir agregando a estos canteros.
En cuanto a la capacitación, se reforzaron conocimientos teóricos, de diseño, de planificación y pedagógicos para que puedan ser talleristas. También, conocimientos productivos, para que puedan obtener la mayor producción posible en espacios reducidos. Se puso en práctica el método biointensivo, que es muy apropiado para estos espacios. Durante la capacitación, se empieza con la parte práctica, incorporando los conocimientos necesarios, y se sigue con la parte teórica. Las clases se dan dos veces por semana, cuatro horas. Aunque estas 14 mujeres no tenían experiencia en plantas nativas y estaban algo reticentes, rápidamente las fueron conociendo y enamorándose de ellas. Hoy no solo tienen muchos conocimientos, sino también una muy buena producción. Tanto estas plantas como los plantines de huerta significan ingresos en la economía de la Vivera Orgánica.
La huerta está destinada, sobre todo, al autoabastecimiento de las mujeres y del barrio, y cumple una función educativa, ya que hay pocos lugares como este en un espacio urbano. El objetivo de nuestro acompañamiento es que, con el tiempo, no seamos necesarios en el espacio y ellas puedan ser independientes. Trabajamos fuertemente sobre cooperativismo, economía y comercialización para que fueran autónomas. Ojalá este año puedan repetirse experiencias similares en otros barrios, ya que aporta invaluables beneficios para la ciudad en un contexto de pandemia y crisis socioambiental.