Desde 2019, la creadora de Miss Pott modela vajilla y cuencos en medio de su increíble parque cordobés. Ambas disciplinas, dice, tienen en común que se realizan con las manos, reducen la ansiedad y equilibran los sentimientos.
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Miss Pott es el nombre de fantasía que eligió Ivana Sol Vittore para el proyecto que desarrolla en su propio hogar, con un parque de más de 1000 m² repleto de flores, hortalizas y árboles frutales. Fanática de las plantas y conocedora de los múltiples beneficios que conlleva trabajar con las manos en la tierra, en esta nota nos cuenta cómo inició su emprendimiento.
-¿Cómo empezó tu conexión con el jardín?
-Mi conexión empezó por un recuerdo: el de mi infancia. En mi casa de chica había huerta y frutales que servían para hacer mermeladas, además de muchas flores y rosales. Mi papá amaba las plantas y mis abuelos paternos, que fueron inmigrantes italianos, también las tenían. En lo de mi abuela había muchos rosales. Mi contacto con la jardinería y el paisajismo es intuitivo. Hace algunos años empecé a necesitar un acercamiento con la tierra y me contacté con Sabino, el jardinero que cuidaba la huerta de casa cuando era chica, y que es además un experto en huertas agroecológicas, quien me enseñó a preparar la tierra para sembrar. De ahí en adelante seguí por mi cuenta.
-¿Cuál era tu idea para el jardín?
-Empecé a imaginar un espacio tipo jardín secreto, donde convivieran las flores y las rosas con las verduras, la sombra y el sol. Muchos bichitos. La humedad que generan las plantas. Algún lugar para sentarme a leer o tomar algo. Como si fuera otra habitación de la casa, pero ya sin paredes. Entonces les pedí a mis amigas Bénédicte de Longcamp y Sofía Pittaluga, que me ayudaran a diseñar el espacio que hay hoy. Poner orden a mi caos. Ellas le dieron las ubicaciones. La idea es que convivan las plantas y las flores con los frutos de la tierra, y una vez que vaya entrando ahí quiera quedarme o demorarme. Que el tiempo transcurra de otro modo.
-¿Cómo fueron surgiendo los espacios, los rincones?
-De a poco. Me gusta tener muchos pequeños espacios, como escenarios. De hecho, dentro de la casa hay distintos lugares también. Imaginé algunos rincones; otros se fueron armando. Pensé en un lugar con una parra, para disfrutar de la sombra en verano, otro donde hay una mesa para preparar almácigos, un lugar para estar con amigas.
"Como reflexiona Byung-Chul Han en su libro Loa a la tierra: el jardín es un lugar de redención. Mi jardín me devuelve mejor a la vida."
Ivana Sol Vittore
-¿Cómo definirías tu estilo?
-Es un poco desordenado. Intuitivo. Pongo lo que me hace feliz, lo que me viene en gana. Después, si no me gusta, lo reacomodo. Es mi jardín y es como un todo con mi casa. Me gusta saber quién vive en una casa cuando la veo. Así que, a pesar del diseño de Bénédicte y Sofía, tiene mi personalidad también.
-¿Cómo es el cuidado o mantenimiento?
-En invierno poco, porque en Córdoba tenemos estación seca y casi todo pierde sus hojas y descansa. En julio comienzo a limpiar y ya en agosto necesitamos más ayuda del jardinero. Especialmente con frutales y cercos. A los canteros entro solo yo o mi hijo, porque le gusta también. Y pongo mucho cuidado con las hormigas, que aman mis rosas.
-¿Qué rincón del jardín disfrutás más?
-La pérgola donde está el cedrón y las rosas blancas. Hay lugar para sentarse a leer o tomar algo.
-¿Qué te gusta cultivar en la huerta?
-Me gustan las tomateras, especialmente, y los zapallitos. Y tengo muchas aromáticas que uso para cocinar. Mi hijo cultiva distintas variedades de chiles y pimientos.
-¿Por qué surgió la idea de hacer un pequeño invernadero?
-La idea vino por querer preparar nuestros propios plantines. Mi esposo, Rober, que era ingeniero y me vio cada vez más enganchada con el patio, me lo regaló para el último Día de la Madre. Y para eso lo uso. También almaceno semillas ahí y curo las plantitas que están machucadas o que necesitan cuidado especial. Las recupero y después las llevo otra vez afuera, como una nursery.
-¿Cómo se conecta tu trabajo de ceramista con el jardín?
-La cerámica y el jardín tienen algo en común: se trabajan con las manos. Requieren paciencia. Hacen algo parecido a la alquimia. Sacan de un trozo de tierra un producto final inesperado, distinto de aquel al inicio del proceso. Y aunque a la cerámica le podés “forzar” un poco más el tiempo, las dos actividades reducen la ansiedad y ponen la sintonía de los sentimientos en un nivel de equilibrio. Te obligan a bajar un cambio, sin darte cuenta. Todo pareciera suceder en una intensidad más baja. Y eso, cuando lo pasas a la materialidad cerámica, produce formas armónicas, imitando lo que veo en la naturaleza. Después les dibujo flores, hojas o cosas, así que completan la pieza.
-¿Alguna sorpresa que te regala la naturaleza?
-Muchas veces pienso que algo murió y de repente está brotando otra vez.
-¿Algún proyecto futuro para el jardín?
-Solo cuidarlo y verlo crecer. Esperar que sea lo que soñé cuando empezamos. Plantar una semilla es un acto de fe. También estoy diseñando mi nuevo taller pegadito a la huerta, porque sueño con un espacio conectado. Poder trabajar casi adentro de la naturaleza es el objetivo.
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