El diseño apuntó a lograr un entorno para uso y expansión común en el ambiente de trabajo. Te contamos cómo lo lograron.
- 2 minutos de lectura'
Un espacio bajo el cielo y todo por planificar: así se planteó el contexto inicial de esta terraza de 300 m2 de un conjunto de oficinas, con exposición máxima al sol y al viento, ubicada en el barrio porteño de Palermo. La situación inicial planteó la necesidad de ampliar la superficie cubierta y para eso se construyeron nuevas oficinas, dejando espacio libre para un jardín con acceso directo también desde la planta baja. El paisaje prestado jugaba a favor, ya que las vistas del lugar se nutrían originalmente de las copas del arbolado urbano y de los edificios emblemáticos de la zona.
La propuesta paisajística
Para acompañar una arquitectura sencilla donde son protagonistas la chapa ondulada negra y la madera, el diseño paisajístico, a cargo de Ignacio Montes de Oca, se basó en una vegetación selvática, suelta y descontracturada. La búsqueda de este proyecto fue construir un paisaje de libertad y expresión para uso común de las oficinas con salida a la terraza. Así, el espacio funciona como área de expansión común, para disfrutar del aire libre en las horas de almuerzo.
El desarrollo
Para generar la cubierta verde sobre la azotea se colocaron placas termodrenantes, de manera que aislaran térmicamente y aseguraran el drenaje del agua de lluvia. Se logró un equilibrio en el manejo de las profundidades del sustrato gracias a la instalación de un sistema de riego subterráneo: césped con 10 cm de tierra y canteros selváticos de hasta 40 cm de altura.
La elección de las especies
Un norte que guió el diseño paisajístico de esta terraza palermitana fue la técnica conocida como “planta protectora”. ¿De qué se trata? De cultivar una especie que, de adulta, soporta las condiciones más extremas, pero de joven es sensible a la alta exposición, debajo de plantas rústicas, de gran resistencia y crecimiento rápido.
Hoy habitan el espacio alpinias y musas (Musa sumatrana y Musa coccinea), enmarcadas por Phoenix canariensis proyectadas para ser el volumen estable a partir del tercer año. Thevetia peruviana y Podranea ricasoliana funcionaron muy bien con el viento predominante. Un par de árboles de Rhus succedanea se usaron por su contraste otoñal con la chapa negra que predomina en la arquitectura. Strelitzia nicolai, tibouchinas y salvias protegen una futura bordura de Monstera deliciosa. Los Pennisetum rupelli se incluyeron por su devenir autosembrante, que busca suerte en cada rincón.