Mariana Villanueva es arquitecta y, junto con su marido Sebastián, también arquitecto, diseñaron la casa y el jardín en perfecta comunión. Un añejo roble fue el eje central de todo el proyecto.
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Un jardín como organizador de la arquitectura. La casa en sí está pensada en torno al roble central que era parte del terreno desde el inicio y desde cada ambiente se ven y se viven los espacios exteriores.
“Me involucré 100% con el jardín, incorporándolo en el diseño general de la casa, como un elemento más de arquitectura, un elemento vivo y cambiante”, cuenta Mariana Villanueva, quien realizó el proyecto de su propio hogar.
"Lo que más me gusta es que el jardín se use en todos los momentos del año. Nunca faltan amigos que también lo disfrutan"
Se trabajó con plantas de fácil mantenimiento, con una imagen verde durante todo el año, como agapantos de flor blanca, dietes, palmeras fénix, strelitzias, alpinias, pasto inglés en bordes y detalles, y un perímetro de jazmín de leche.
Se aprovechó la terraza como espacio verde y de uso, a la que se sumó un solárium rodeado de plectrantus y dietes.
"Es un lugar ganado, muy aprovechado por todos los miembros de la casa e ideal para programas nocturnos"
Pero cada sector del jardín tiene su encanto: la casita del árbol con tirolesa que va directo a la pileta es la atracción principal entre los más chicos; el sector del fondo con parlantes y cartel de neón es el rincón ideal para los adolescentes; y la galería es el lugar elegido los fines de semana y en las tardecitas después de un día de trabajo.