La inspiración que dejó un viaje por Kenia fue el punto de partida para lograr esta fusión de estilos, donde confluye la inspiración marroquí, swachili y nórdica en el marco natural del conurbano bonaerense
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El barrio cerrado se ubica en el partido de Tigre, en lo que fue la estancia “El Talar” del General Pacheco. Este terreno en particular traía su propia historia, ya que había pertenecido al fundador del barrio, Julián Ganzábal, y contaba con una vista inigualable hacia el lago y su paisaje.
La casa fue demolida para dar lugar a la nueva construcción. El pedido del diseño general estuvo inspirado en un viaje a Kenia que los clientes habían disfrutado mucho. Dejó en ellos una gran huella la arquitectura swahili, una mezcla de estilo entre nórdico y árabe propio del lugar que visitaron.
El monocromo color arena, las curvas, la rusticidad y cada detalle artesanal los enamoró. En este proyecto, los detalles muy trabajados se simplificaron en una arquitectura más moderna.
Se buscó funcionalidad con fluidez de paso entre los ambientes y grandes ventanales para que entraran las visuales exteriores y una buena cantidad luz, claves del pedido
Se destacan elementos verticales desde su volumetría y espacialidades. Hay lonas tensadas –en alusión a las ferias del lugar– y un gran protagonista: el patio metido dentro de la casa con agua y verde, como un oasis dentro del desierto.
El estudio de paisajismo trabajó, desde el inicio del proyecto, con el arquitecto Ricardo Pereyra Iraola y la dueña de casa. La intención fue abordar el afuera y el adentro con una mirada integral e interdisciplinaria. Comenzaron el diseño por el patio central, con la única premisa de la frescura y la tranquilidad del agua.
El lugar contaba con varias ventanas desde la casa y con accesos a la cocina y a un estudio de grabación. Se trabajó con el objetivo de un espacio central de estar, rodeado de agua en altura, con muros en mampostería que a la vez son asientos hacia el centro. Se utilizaron plantas tropicales, como alpinias, orejas de elefante, strelitzias, y un ciruelo como punto focal.
El terreno traía sus pros y contras. En el frente, una gran avenida de plátanos centenarios daba demasiada sombra, sacando la luz del Norte, y además sus raíces resultaban muy fuertes. Se generó entonces un pasillo contra la construcción, que une la cochera de servicio con la principal, un camino de granza y durmientes, con un muro en mampostería y, entre la calle y el muro, un gran cantero de dietes (Dietes bicolor).
El lateral derecho se pensó con un camino central de granza y durmientes, acompañado en ambos lados por orejas de elefante, cucarachas, dietes y calas, entre otras. En el lateral izquierdo también se propuso un camino de granza, pero esta vez con una huerta de quebracho, juegos para los chicos y un pasillo ancho que comunica con la galería y la pileta.
El jardín presenta una franca vista al lago, pero con orientación Sur. En ese gran espacio central se privilegió un buen manto de césped, rodeado por la pileta en su costado izquierdo –diseñada por el estudio Pereyra Iraola y por Carlos Sturla–, que convive con canteros en mampostería, muros y plantas, y un gran cantero de sol del lado derecho.
LA NACION