Los dueños de casa querían vegetación exuberante. Cuatro palmeras fueron las bases fundacionales del proyecto paisajístico, que logró convertirse en una “microselva”.
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Como en todo proyecto paisajístico, siempre hay un antes y un después. En el caso de este jardín ubicado en una vivienda particular del barrio de Beccar, en la zona norte del Gran Buenos Aires, la previa del diseño incluía una consigna clara y contundente por parte de los dueños de casa: que la vegetación fuera exuberante y que todo se cubriera de mucho verde.
El jardín de entrada planteaba al Estudio Litoral de paisajismo, encargado de poblarlo de plantas, la siguiente situación: medía 95 m2, recibía poco sol y era angosto. Como dato diferencial, alojaba una anacahuita de porte mediano y tronco ramificado, que aun hoy es la escultura del lugar. El jardín posterior ocupaba 215 m2 y estaba contenido por la forma en “L” de la casa. La pileta, cerca de la construcción, iba a reflejar la arquitectura en los distintos momentos del día. Ya desde el proyecto arquitectónico de la casa, a cargo Malena Verni, se tuvo en cuenta el peso de los contenedores para la vegetación en el primer piso.
La propuesta de diseño
La vegetación exuberante deseada por los dueños de casa debía conjugar armoniosamente con dos factores: la privacidad (y al mismo tiempo la posibilidad de caminar libremente por todos los espacios) y un jardín de bajo mantenimiento. Así, la idea de las paisajistas Tamara Lipkin y Rafaela Cassarino fue crear una “microselva”, un oasis de vegetación abundante que compusiera la estructura del jardín. Las macetas jardineras en las terrazas del primer piso se colocaron por delante de las barandas, para volverlas protagonistas.
La decisión clave para inundar el espacio de verde instantáneamente y dar sensación tropical fue la elección de cuatro ejemplares de palmeras pindó. Su altura y la disposición de sus hojas aportaron la sombra deseada, además de invadir los espacios semicubiertos para lograr integración. Alrededor de ellas, comenzó a crecer el proyecto de paisajismo. En su base se plantaron helechos Dryopteris sp., Muhlenbergia dumosa, Pennisetum rupelli, Alocasia plumbea ‘Nigra’ y Senecio kaempferi.
De cara a la pileta, se eligieron arbustos tropicales para acompañar los ficus existentes: Piper auritum, Brugmansia arborea y Datura stramonium. Las Wedelia trilobata consolidan una cortina verde para tamizar los rayos solares directos de la tarde y lograr así ambientes más confortables.
Fue fundamental para su elección el hecho de que esta rastrera es fácil de mantener y puede vivir muy bien en macetas con poca tierra. Por momentos la vegetación cae como parasoles hacia el oeste, por otros sube como muros y, por otros, las copas de las palmeras invaden los espacios semicubiertos, dejando entrever entre sus hojas el exterior.
La combinación de las plantas logró contrastes de verdes y, sobre todo, variedad en la morfología de las hojas. La iluminación penetra entre la vegetación y los múltiples “ojos” en la losa también aportan luz natural.