Un enorme jardín de rosas blancas da la bienvenida este jardín donde predominan los senderos, los rincones ocultos y los espacios para sentarse y disfrutar del paisaje.
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La paisajista Verónica Saguier fue convocada antes de comenzar la construcción de esta casa en el barrio Los Zarzos, Villa San Lorenzo, Salta. El lote tenía 9 metros de desnivel (y unos 5 metros desde la calle hasta la entrada).
Predominó la idea de que la arquitectura se sintiera parte del lugar y se generaron distintos sectores teniendo en cuenta las yungas de San Lorenzo como entorno.
Este jardín es tan cuidado por su dueña que todas las estaciones son lindas: la vista insuperable desde adentro en invierno, las rosas en primavera, los canteros en el verano y todo el conjunto en otoño
A medida que se iba construyendo la casa, la retroexcavadora fue armando los espacios de uso según permitía la dificultad del terreno, con plantaciones bien características.
En las barrancas del acceso se tomó como inspiración la loma balcón de enfrente: se usaron gramíneas para fijar los pronunciados taludes, mezcladas con Cotoneaster horizontalis para dar estructura en invierno y emular los churquis (Vachellia caven), y Tipuana tipu donde hacía falta sombra.
En algunos sectores de la barranca frente a la entrada de la casa se plantaron pequeñas rosas blancas para dar “un toque” de flor y de ahí nació la pasión de la dueña por las rosas. Unos años después se armó un pequeño rosedal con muchas variedades, especialmente de inglesas y de té para corte.
En el sector del jardín propiamente dicho hay distintas herbáceas, gramíneas, anuales y nativas. Se manifiesta un estilo entre yunga y pastizal, ya que el jardín se encuentra entre esas dos ecorregiones que se lograron integrar.
Verónica Saguier dice
¿Una combinación que te encanta?
Adoro combinar gramíneas con flores y que parezca una pradera natural.
¿Los favoritos del jardín?
Los lugares de recorrido y de sentarse. Creo que es clave poder disfrutarlo desde adentro, metida en el jardín, y desde ahí contemplar el juego de los pájaros, las mariposas, los insectos, sintiendo en ese pedacito toda la naturaleza.
¿Una estación favorita para vivir el jardín?
Tengo dos momentos favoritos: cuando se está yendo el invierno, que empiezo a planificar y plantar, es como un nuevo comienzo; y a fin de primavera y verano cuando disfruto el fruto del trabajo.
¿Qué es lo primero que hacés cuando salís al jardín?
Observo, camino, voy mirando despacito cada cantero, como meditando... Me detengo especialmente en las plantas nuevas, a ver cómo están, si se adaptaron.
¿Cuál fue la última intervención?
Justo antes de la pandemia, los chicos ya habían crecido y la prioridad ya no era la cama elástica, así que la sacamos; ahí se hizo un espacio para el fogón que se usa muchísimo como lugar de estar.
¿A qué le decís sí?
A probar nuevas plantas.
¿A qué le decís no?
Al uso de mucha superficie de césped. A que se vea todo el jardín desde la casa: creo que debe tener recovecos que te inviten a descubrirlo, “capas” que sugieran que atrás pasa algo y quieras ir a ver qué es.
¿Algunas cosas que no volverías a hacer?
Plantar en lo de mis clientes especies que no haya probado en mi jardín. Hacer un jardín solo de césped y arbustos.
¿Algún material alidado?
El hormigón en escalones y como contención del pasto.
¿Cuál es la clave para que el jardín se vea tan bien?
La clave siempre pasa por haber entendido el lugar y plantar aquello que resulte acorde con el suelo y el clima. Y dueños comprometidos con el jardín.
LA NACION