Gracias a su microclima, permiten proteger del frío a los cultivos más sensibles, favoreciendo su desarrollo
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Los amantes de la jardinería lo saben: en invierno, la vida vegetal reposa y el jardín no pide tanta atención como en primavera o en verano y esa falta de actividad suele extrañarse.
Un invernadero en casa permite a los fanáticos de las plantas tener un espacio propio de trabajo durante todo el año, seguir haciendo algunas tareas a resguardo en las épocas de mucho frío y, a la vez y sobre todo, cultivar especies que requieren de abrigo o protección.
¿Cuáles son los beneficios?
Tener un invernadero en casa permite no solo “despuntar el vicio” de la jardinería en la temporada invernal, también da la posibilidad de cultivar vegetales fuera de estación gracias al famoso efecto invernadero que se genera en el interior de estas estructuras de paredes y techos traslúcidos, ya que retienen la radiación solar y eso hace que se prolonguen o adelanten los ciclos naturales de las plantas. Cultivar tomates en invierno es uno de los ejemplos más claros.
“Tener plantas representa beneficios para nuestra salud y la armonía del hogar. Cultivar alimentos sanos nos conecta con la tierra, nuestras raíces y con nuestra conciencia de seres vivos en sintonía con la naturaleza de la que somos parte. Cada planta cumple ciclos en su desarrollo y crecimiento y esto se debe muchas veces a la estación del año en la que se encuentre. Si queremos manejar algunas características del desarrollo y crecimiento de nuestras plantas, debemos controlar las condiciones en las que viven. Para eso, un invernadero es ideal”, explica Israel Contreras, técnico en Producción Vegetal Orgánica de la Facultad de Agronomía de la UBA y director de la empresa ecozona, dedicada al asesoramiento, dirección de proyectos y realización de huertas orgánicas y agroecológicas y jardines verticales.
Un invernáculo además brinda la posibilidad de cultivar plantas en zonas distintas a las de su origen, ayuda a protegerlas de las bajas temperaturas, de los animales, insectos y otros factores que podrían afectarlas, como la lluvia
Un invernáculo a su vez, incide en las necesidades de agua, ya que su microclima reduce la evaporación y la transpiración vegetal.
Patio, jardín o terraza son aptos para montar un invernadero si se cuenta con un mínimo de metros cuadrados. El mercado también ofrece este tipo de estructuras y se las puede comprar hechas.
“A grandes rasgos, un invernadero es un cerramiento, una casita con puerta y hasta ventanas, con un techo translúcido y algunas ventilaciones. Los hay con sistema de riego, control de humedad, con acceso al suelo o con piso de material, con techos abovedados semicirculares, a un agua, dos aguas y más. Si bien hay muchos métodos y materiales para construirlos, todos persiguen objetivos similares”, agrega el especialista.
Qué, cómo y dónde
“Según el tamaño final que queramos alcanzar, debemos buscar siempre estructuras firmes, duraderas y en lo posible con materiales de calidad. Algunos de los componentes más comunes a utilizar son maderas, postes, caños o tirantes para fabricar el esqueleto estructural. Para el techo y paredes, serán necesarios polietileno, vidrio o policarbonato. También alguna abertura de acceso y algún tipo de ventilación. Dentro del invernadero siempre es recomendable tener una mesa de trabajo y estantes para herramientas o materiales típicos de las labores de jardinería”, aconseja Contreras.
Si la idea es construir el propio invernadero, es importante tener en cuenta que las plantas que lo habiten se verán afectadas por su ubicación y orientación respecto del sol. Para optimizar este recurso, se recomienda planificar la orientación y aprovechar así la mayor incidencia de radiación solar. “Por ejemplo -dice Contreras- orientándolo hacia el norte. Las aberturas y ventilaciones deben estar ubicadas en función del viento y su incidencia”.
Un invernadero en un jardín de una superficie de 180 m2, por ejemplo, podría ser del tipo capilla, con techo a dos aguas y estructura de madera. Si ocupa el 10% de la superficie total del jardín, una medida posible podría ser de 3 metros x 6 metros, es decir ocupar 18 m².
Qué cultivar en un invernadero
El invernadero permite cultivar prácticamente de todo. “En especial aquellas especies que requieran cuidados o condiciones controladas -señala Contreras-. Dependiendo del tamaño del invernadero, podemos tener plantas ornamentales, frutas y hortalizas. Dentro de las hortalizas destacamos las verduras de hoja y las de fruto como el tomate, calabacín, pepinos, frutillas. Y como práctica cultural es recomendable tener algunas aromáticas y medicinales que aportan biodiversidad”.
El invernadero también es adecuado para enraizar esquejes o gajos de plantas herbáceas o leñosas como suculentas, plantas de interior, rosas o azaleas. A su vez, es útil para hacer allí el repique o trasplante de plantines antes de que estén lo suficientemente desarrollados como para llevarlos a su lugar definitivo en el jardín. De manera permanente, admite cultivar especies como las de algunas orquídeas.
Según los cultivos, serán necesarios elementos accesorios y fundamentales como bandejas de cultivo con celdas, macetas o cajoneras.
El efecto invernadero
Quien haya ingresado alguna vez a un invernadero, habrá notado que las condiciones de temperatura allí son distintas a las del exterior. Más o menos frías, o más húmedas, por caso.
¿Por qué sucede esto?
Contreras lo explica así: “Las paredes y techos de invernadero, al ser translúcidos, dejan pasar la radiación incidente y su objetivo es retenerla dentro del invernadero. La temperatura también es un factor que se conserva en estos espacios. En situaciones de viento que pueden ser perjudiciales o poco convenientes para las plantas, el invernadero nos ayuda a evitar daños en hojas y frutos al mismo tiempo que previene la erosión y deshidratación del suelo. Por ese motivo, debemos considerar que, si los veranos son calurosos, hay que abrir las ventilaciones para evitar la alta concentración de calor”.
En temporada estival también se pueden colocar medias sombra en los laterales y el techo para disminuir la entrada de radiación solar y prevenir que las plantas se “quemen” por exceso de temperatura.
Abrir las ventanas en invierno, sobre todo cuando recibe sol directo, también es una práctica saludable que hace que se ventile el espacio, se seque la humedad del ambiente, se renueve el aire e ingrese el dióxido de carbono que las plantas necesitan para hacer fotosíntesis. No habrá que olvidarse de cerrarlas temprano, antes de que se ponga el sol, para evitar que se vaya el aire caliente y que entre el aire frío.
Las horas allí dentro y la observación constante de las plantas serán fundamentales para ajustar detalles. Lo demás, será entregarse al disfrute en compañía de la naturaleza.
LA NACION