Instrucciones sencillas, aptas para principiantes.
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Las orquídeas tienen fama de ser muy difíciles de cuidar. Pero, ojo, que no siempre es complicado mantenerlas sanas y floridas. Sólo es cuestión de conocerlas bien y aprender.
Una de las tareas delicadas que puede parecer complicada es la del trasplante. Es muy importante realizarlo cada tres años para que la planta crezca fuerte y la floración sea óptima ya que la descomposición del sustrato suele debilitar a las orquídeas.
¿Cómo se hace?
Se puede usar el mismo contenedor, lavado con unas gotitas de lavandina y aireado de un día para otro.
Si la planta no ha crecido en exceso o si, al sacarle las raíces feas, vuelve a tener el espacio necesario, no necesitamos un contenedor más grande.
- Paso 1
Preparar la planta: colocar la maceta o canasta en agua durante una hora para facilitar que las raíces se despeguen del contenedor. Podemos ayudarnos con una espátula.
- Paso 2
Cortar las raíces en mal estado o secas, siempre desinfectando la tijera.
Paso 3
Si vamos a plantar un keiki, como sus raíces son duras por haber estado expuestas al aire, ponerla en remojo durante unas horas para ablandarla. Así se podrá acomodar en la maceta sin romper las raíces. Al cabo de un par de meses, el artejo habrá creado suficientes raíces. Con el tiempo, la planta comenzará a crecer y a generar nuevos artejos. Ese será el momento de trasplantarla a una maceta de mayor tamaño.
Paso 4
Plantarla en su nuevo contenedor con el sustrato apropiado, chips y musgo Sphagnum –el musgo de florería no sirve–, y poner un palito de brochette o alambre sobre las raíces a través de la maceta o canasta para que la planta no se mueva hasta que se produzca el anclaje mediante las nuevas raíces.