Su abuelo “Willy” llegó de Bélgica con cajones de plantines que sembró en Mar del Plata. Más de 70 años después, en ese mismo espacio Ignacio Van Heden recibe a sus clientes y asesora en el diseño de espacios verdes.
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Corría 1949 cuando el belga Guillermo “Willy” Van Heden puso el cartel que daba nombre a su vivero en Mar del Plata, la tierra de su futuro. Pero no vino solo: lo hizo acompañado de su mujer, sus cuatro hijos, su experiencia en la producción de árboles y rosales, y varios cajones de plantines para trasladar a este suelo fértil.
Seis generaciones después, Ignacio Van Heden continúa el impulso de aquel visionario inmigrante. El negocio se expandió junto a la familia, incorporando conocimiento e innovación. Hoy en día, el vivero Van Heden es especialista en árboles y arbustos, principalmente de gran porte, como fotinias, oleas, eugenias, y luego árboles como los tilos, robles y plátanos, que llegan desde distintos centros de cultivo del país. Paisajista de formación, Ignacio amplió su labor de viverista a asesor en diseño, y los clientes desarrollaron un vínculo que se hace más fuerte con el correr de los años. Participó de la primera edición y también será parte de la segunda edición de Jardín Fest.
¿Cuáles son tus primeros recuerdos en el vivero de tu familia?
Es donde crecí. El nuestro es un vivero extensivo en el campo, a 30 km de la ciudad de Mar del Plata. Por eso, nuestro lugar de juego era gigante. De chico, con mis cuatro hermanos pasábamos todo el día afuera, armando fuertes y chozas entre las plantas, con las cañas que se usan para tutorar. Hoy en día mi hijo menor hace lo mismo.
¿Cómo fue cambiando el trabajo del viverista? ¿Y el público?
En los últimos años, o décadas, el vivero que antes era más general, se transformó en un especialista en grandes árboles y arbustos. No cambió el público, pero las nuevas tecnologías permitieron acercar el vivero a nuestros clientes en todo el país, y principalmente al Gran Buenos Aires.
¿Cuál fue tu formación y recorrido en este mundo?
Yo estudié Planificación y Diseño del Paisaje en la UBA. Cuando terminé la carrera, mi padre decidió abrir una oficina en Pilar y yo me hice cargo. Fueron mis primeras experiencias en el mundo del vivero, aunque mientras cursaba ya venía trabajando en algunas cosas. En ese momento comencé a trabajar en el diseño como actividad complementaria. Mi formación me permite comprender e interpretar a nuestros clientes, que son principalmente paisajistas.
¿Cómo es tu jardín?
Mi jardín es mi lugar para experimentar nuevas plantas. Es gracioso, porque ahí cultivo plantas que no comercializamos en el vivero. Es una manera de conocerlas. Y también es mi cable a tierra. Además, me ocupo del parque de la casa de mis padres, que es parte de la colección del vivero en árboles y especies introducidas por mi familia. Es muy lindo seguir la tradición de plantar en el parque que inició mi abuelo y siguió mi padre. Soy la tercera generación jardinera en el parque.
¿Cuál es tu árbol favorito?
El plátano. Me encanta el porte y la nobleza que tiene. Además del peso en los jardines de nuestra pampa y del mundo.
¿Qué es lo que más disfrutás de tu trabajo?
De mi trabajo como viverista, disfruto planificar nuevas formas de manejo y nuevas especies para ofrecer. También disfruto de asesorar a nuestros clientes, con los años me transformé en consultor de árboles. En mi trabajo de paisajista, disfruto desde el proceso creativo de encontrar líneas que guíen una propuesta, así como la paleta vegetal que voy a usar. La etapa de repleanteo y ejecución también es un deleite.
¿Qué sentís que tu trabajo le aporta a tu vida?
Es muy loco cuando tu trabajo y tu hobby están relacionados. El mundo de las plantas y de la naturaleza es infinito, y te conecta con personas que están en sintonía. Uno puede hablar de plantas en todo el mundo y en cualquier idioma, y te conecta. Me sucede cuando viajo y visito jardines, paisajistas o viveristas en Europa. Hay una conexión desde la generosidad compartir experiencias.
¿Qué cosas fuiste probando con los años?
Siempre probamos cosas nuevas. Pero en esta actividad, los resultados se ven a cinco o siete años. Es un acto de fe y de paciencia. Hoy cosechamos con mi hermano lo planificado por nuestro padre, y las experiencias transmitidas por nuestro abuelo. Al ser sexta generación, todo tiene otra dimensión y peso.
¿Cómo compartís con tus hijos el cuidado por la naturaleza?
Tengo tres hijos, y lo incentivo más desde el ejemplo. Recuerdo que mi padre nunca insistió con el tema, pero la fruta no cae lejos del árbol.
¿Aprendés de tus clientes?
Con los clientes y los colegas siempre se aprende. Es una retroalimentación. Muchos me sugieren nuevas especies para sumar, o me cuentan sus experiencias al plantar, aciertos y fallas. Creo que eso también lo aprendí de mi padre. En el saber escuchar, se ganan muchas cosas.
¿Qué consejo le darías a alguien que está empezando su jardín?
Paciencia. El jardín es un aprender siempre y nunca termina. Hay una pregunta que le hicieron a Mien Ruys, pionera en el paisajismo del siglo XX. ¿Cuándo está terminado un jardín? Ella respondió en riguroso holandés: “¡Nunca!”.