Factores ambientales o de manejo, como una corriente de aire, cambios bruscos de temperatura o riego excesivo, pueden afectar su buen desarrollo. Cómo identificar estas situaciones y encontrarles respuestas antes de que sea demasiado tarde.
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Las puntas de las hojas de la calatea se vuelven marrones y el matizado variegado del potus Neón va tomando un tono de verde uniforme, mientras que el helecho Asplenium comienza a mostrar manchas oscuras y las hojas del espatifilo se marchitan y se secan. En ocasiones, vemos que las plantas de interior comienzan a deteriorarse y a perder el aspecto vigoroso que traían del vivero sin encontrar una razón evidente. En muchos casos, es posible que estén sufriendo problemas comunes que las afectan, asociados al ambiente o a un manejo inadecuado.
Ocurre que las plantas no solo pueden tener enfermedades parasitarias, es decir, ser atacadas por patógenos como virus, hongos o bacterias: también pueden sufrir enfermedades no parasitarias relacionadas, por ejemplo, a la falta de humedad o su contraparte, el exceso de riego, los cambios bruscos de temperatura o una constante corriente de aire.
“El problema –explica el ingeniero agrónomo y docente Juan Acita-, es que las enfermedades no parasitarias son más difíciles de identificar. Por eso, yo siempre digo que ante un problema con la planta, hay que estudiar dónde está ubicada y qué manejo le estamos dando: ¿hay exceso o falta de riego, calefacción excesiva, aire acondicionado muy frío o sol muy directo? Se trata de ver la historia de la planta en el espacio en que se encuentra”, aconseja el experto.
Si no es demasiado tarde y la planta aún tiene chances de recuperarse y vivir, la buena noticia es que este tipo de problemas comunes suelen tener soluciones fáciles. Tanto, que a veces simplemente se trata de reasignarle un sitio o regarla menos. Lo importante, según Juan Acita, es prestar atención a su desarrollo a lo largo del tiempo para tratar de identificar cuál puede ser el factor que la está afectando o el cuidado del que la estamos privando.
Soluciones fáciles para problemas comunes
Riego excesivo
Al contrario de lo que muchos creen, son más las plantas que mueren porque les damos demasiada agua que las que mueren por falta de ella. “El exceso es más difícil de notar que la falta”, dice Acita. ¿Por qué? Fácil: la tierra seca se ve a simple vista, en cambio el exceso de agua puede estar afectando a las raíces y eso queda oculto debajo de la superficie. Una señal del riego excesivo es que la planta empieza a tomar un color amarillo y las hojas, a tener problemas para fotosintetizar, hasta que las raíces se pudren y la planta muere. Una forma de reconocer si está recibiendo mucha agua es observar el sustrato e insertar un palito de comida china o de brochete en la tierra: si sale sucio es que el sustrato está húmedo por demás. Si cuesta hacerlo ingresar, es porque la tierra está muy seca.
No hay una regla general para el riego porque cada especie tiene distintos requerimientos, pero jamás hay que encharcar la tierra y raramente necesiten riego todos los días, sobre todo si se encuentran en el interior de la casa donde no sufren los efectos directos del sol y el viento. Otra forma de identificar si el sustrato está demasiado húmedo es tomar la maceta con las manos: si está muy pesada, probablemente tenga mucha humedad, en cambio, si está llamativamente liviana, puede ser que le esté faltando agua.
Falta de luz
Ante esta situación, las hojas se van haciendo más pequeñas. Y si se trata de especies con hojas de dos o más colores (variegadas), la hoja pierde esas tonalidades y se vuelve solo verde oscuro, a la vez que se los tallos se alargan. La solución que propone el ingeniero agrónomo en este caso es suministrarles una luz eléctrica con lamparita de led, no menos de ocho horas por día, con 40 a 60 watts de potencia. No sacarlas al exterior si antes no pasaron por un proceso previo de adaptación, ya que los cambios bruscos de temperatura tampoco son sus aliados.
Aire seco
Así como el exceso de humedad puede ser un grave problema, también lo es su contracara. ¿Cómo darse cuenta si lo que está afectando a las plantas es la sequedad del ambiente? Porque, en estas condiciones, las hojas empiezan a secarse por las puntas o se empiezan a curvar hacia abajo, tratando de tener menor superficie de evapotranspiración.
En este caso, el experto recomienda agrupar las macetas para crear un “efecto isla”: esto generará un ambiente más húmedo para ellas. También se les puede colocar un plato por debajo, con un diámetro mayor al de la maceta, y en él colocar leca o arena y mantenerlas siempre húmedas. Esto hace que, a medida que el agua se vaya evaporando, la planta reciba esa humedad. También se las puede pulverizar con agua a temperatura ambiente todos los días.
Altas temperaturas
Demasiado calor puede ser fatal. En este caso, la planta se verá agotada y con hojas débiles, no turgentes, con un aspecto similar a cuando le falta agua. Puede ocurrir porque está ubicada cerca de una fuente de calor, como una estufa, un artefacto que produzca calor por el funcionamiento de un motor o sencillamente, por la calefacción. Aunque el problema pueda no ser obvio, la solución es tan sencilla como cambiarla de lugar o bajar la temperatura, si es que el exceso se debiera a ello. En cualquier caso y para evitarle un shock, es necesario hacerlo de manera paulatina.
Corrientes de aire
Si las plantas están cerca de un pasillo, de una puerta o de una ventana que se abren constantemente y están expuestas a diario las corrientes de aire, pueden verse afectadas. ¿Cómo darse cuenta? Porque las hojas se amarillean y toman aspecto sufrido. La solución, una vez más, es cambiarlas de lugar.
Cambios bruscos de temperatura
Por lo general, las plantas sufren si durante el día estuvieron a 22°C y a la noche, la temperatura del ambiente bajó a 12 o 15°C. En el caso de los ficus, sobre todo el Ficus benjamina, una señal es la repentina caída de hojas. Para estos casos, Juan Acita recomienda no situar a las plantas cerca de la salida de los aires acondicionados o de las estufas, porque al apagarlos, esa diferencia les ocasionará un daño. “Si los cambios de temperatura son muy bruscos todos los días, lo importante es tenerlas agrupadas. Se defienden más cuando hay varias macetas juntas”, dice.
Maceta equivocada
A veces las plantas sufren si el contenedor en el que están ubicada es inadecuado. Uno de los problemas más comunes es que, desde que llegan a casa del vivero, van creciendo y las macetas suelen quedarles chicas. Esto afectará su buen desarrollo y dejarán de verse saludables. Una señal de ello es que, de la superficie de la tierra, empiezan a sobresalir las raíces. Mejorar esta situación es tan sencillo como cambiar el par de zapatos cuando el actual aprieta: un número más, a veces dos, será la solución.
Agua calcárea
Puede ocurrir que el agua con que se riegan las plantas tenga más minerales de lo que esa especie necesita. En ese caso, la tierra de la maceta se verá con manchas grises o blancas en su superficie, producidas por las sales que quedan depositadas en la tierra tras la evaporación. En este caso, la recomendación es remover esas manchas para evitar que el sustrato se deteriore y dañe a la planta.
Agua demasiado fría
Muchas personas optan por colectar agua de lluvia para regar las plantas o sacar las plantas al exterior para que se “duchen” mientras llueve. No estaría mal para ahorrar un recurso tan valioso, sin embargo, el agua de lluvia puede estar a más baja temperatura que el ambiente y ocasionarle un shock térmico a las plantas. Si eso les ocurre, es probable que se comience a ver una tonalidad amarilla en las hojas. La solución es colectar agua de lluvia y dejarla en la regadera a temperatura ambiente durante unas horas. Luego, recién, regar.