La Maison Naturaliste es el nombre del emprendimiento de Lola Maison y Jo Antivero, quienes crearon su refugio en un rincón de Villa General Belgrano entre muebles, semillas y objetos con alma inspirados en la naturaleza y en la vida de campo
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Lola Maison y el marplatense Jo Antivero se conocieron en Buenos Aires. Comenzaron una vida juntos y se instalaron en el barrio de Haedo. Ambos venían del mundo emprendedor: mientras él producía joyería contemporánea, ella hacía accesorios, ropa y textiles que vendía en su tienda Maison Boop.
En 2015, decidieron irse a vivir a Villa General Belgrano, Córdoba, un lugar que se correspondía más con su proyecto de vida. Descubrieron una casa a medio hacer, con un sistema de barro y paja, ubicada dos kilómetros campo adentro, en medio de un entorno muy natural. Pagaron el alquiler con mano de obra. Los primeros dos años se dedicaron a hacer la casa habitable. “Nosotros vimos el potencial, pero cuando llegamos casi me muero. Hicimos los pisos, revoques, había murciélagos y faltaba mucho para que pudiera convertirse en hogar”, recuerda Lola.
El techo de la casa es verde: pusieron una geomembrana y sobre eso tierra liviana dejando crecer lo que llega, que se manifieste la naturaleza. Se enamoraron del monte, de los piquillines, espinillos y molles, pero todo estaba muy invadido de acacia negra y pyracanthas, así que limpiaron y plantaron especies nativas.
De a poco, dieron vida al lugar y configuraron la forma definitiva de La Maison Naturaliste, su tienda online donde ofrecen semillas, ramos secos, muebles con maderas recicladas. Todos sus talentos están puestos en el quehacer cotidiano: Lola borda, hace papelería, artesanías y ramos con lo que la naturaleza provee; Jo es carpintero (además de músico, que va por su sexto disco editado). Y ambos trabajan el jardín. Hoy, su casa y su vida van al ritmo de los ciclos naturales, tal como el nombre del emprendimiento lo revela.
Nuestro jardín (de donde provienen las semillas) es cultivado agroecológicamente y guiado por los astros, ya que el calendario biodinámico es nuestro aliado a la hora de trabajar la tierra.
Aquí, su experiencia en palabras propias:
¿Cómo nació su amor por la naturaleza?
Creemos que el amor por la naturaleza es innato, todos lo llevamos dentro. Es también amor propio, porque –en definitiva– todos somos naturaleza. Una de las cosas que pensamos que más develó ese amor que llevamos dentro fue dejar de comer animales, nos despertó otra sensibilidad, nos corrió de un lugar de importancia y nos situó a la par con todas las especies con las que cohabitamos el planeta.
Sin duda, mudarnos de la ciudad también nos permitió mimetizarnos cada vez más con el entorno, buscar una forma de vida más equilibrada, al fin y al cabo, todos somos parte de un mismo organismo. Es un camino que empezamos a recorrer hace tiempo, pero que no tiene fin. El amor por la naturaleza es algo que la humanidad fue perdiendo con el avance de la artificialidad en la sociedad, pero que podemos ir recuperando, buscando ahí, en las raíces.
¿Dónde aprendieron jardinería?
Cuando vivíamos en la ciudad, siempre tuvimos nuestras macetitas ocupando cada lugar que había disponible: balcón, patio, pasillo, estantecitos en lugares insólitos; pero cuando decidimos mudarnos a Córdoba soñábamos con un jardín repleto de flores silvestres cual pradera, así que tuvimos que aprender de verdad, mucho de la observación, pero sobre todo de la prueba y error.
Por supuesto que cometimos tantísimos errores, pero por suerte no fueron en vano: siempre se aprende mucho de ellos. De hecho, seguimos aprendiendo todos los días, claro, es algo de lo que nunca sabremos suficiente. Cada lugar, cada suelo, cada clima es un mundo. Para acciones más específicas consultamos revistas y libros que tenemos en la biblioteca, y por supuesto internet siempre es una salvación.
La belleza, la armonía, el amor y el sentido de comunidad con cada ser vivo que habita con nosotros son los pilares fundamentales e inquebrantables de esto que llamamos La Maison Naturaliste.
¿Cómo surgen las ideas de los objetos que ponen a la venta?
Eso está completamente condicionado por la naturaleza. Elegimos llevar un ritmo de vida que se mimetiza con las estaciones del año en cada una de nuestras acciones, y el trabajo no está exento.
Así es como, por ejemplo, en verano las flores y las abejitas son protagonistas; en otoño, seguramente los hongos y los tonos ocres se verán reflejados en cada uno de los objetos y muebles; los ramos perennes que armaremos en invierno estarán estrechamente relacionados con la cosecha del otoño… pero no solo eso, también estamos condicionados, por ejemplo, con que haya sol para así tener electricidad y poder usar la máquina de coser, la computadora o algunas herramientas. Por eso no siempre están disponibles los mismos objetos o muebles en la tienda. Es decir que la inspiración y la acción surgen directamente de nuestro entorno.
¿Viven de su emprendimiento?
Sí, con mucha dedicación y con mucha flexibilidad, felizmente vivimos de La Maison Naturaliste desde hace más de 10 años. Como en todo emprendimiento, hay altibajos, pero disfrutar y poder hacer lo que realmente amamos compensa todo. De hecho, siempre decimos que no podríamos separar a La Maison Naturaliste de nuestra vida cotidiana, ya que es parte y es el todo a la vez, va mutando con nosotros; quizás en unos años sea algo completamente distinto, pero siempre estará inspirada en la naturaleza y en la vida que elegimos: sencilla, austera, campestre.
¿Cuáles son sus proyectos para el futuro?
Intentamos focalizarnos en el presente, que para nosotros es lo más importante. Obviamente, eso no quita que tengamos muchos proyectos; uno de ellos es construirnos una cabañita en algún momento, en algún lugar del valle, en medio de una pradera de flores, tener un vergel, seguir dedicándonos a lo que nos gusta, hacer con las manos, editar algún libro. Son muchos proyectos, pero todos están relacionados con lo mismo, con el estilo de vida que elegimos todos los días.