Una historia romántica inspirada en una poesía que comenzó hace 20 años. Un sentido homenaje a su marido que ilumina el parque en la época fría del año.
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Hace más de 20 años, Marilyn Bravo de Mulville decidió plantar 10.000 narcisos en el parque de su estancia “El Choique Viejo”, situada en Napaleofú, una pequeña localidad al sudeste de la provincia de Buenos Aires.
Se inspiró en la poesía “Erraba solitario como una nube” (“I Wandered Lonely as a Cloud”) o también conocida como “Narcisos” (“Daffodils”) del poeta escocés William Wordsworth.
“Diez mil narcisos contemplé con la mirada/ que movían sus cabezas en animada danza”, fueron los versos que llevaron a Marilyn a honrar a su marido Julian Mulville, quien falleciera un año antes.
Se plantaron los bulbos con un sacabocado, muy cerca unos de otros, para dar esa sensación de masa.
Los narcisos comienzan a brotar cada mes de junio. Primero aparecen sus hojas y es entonces cuando se deja de cortar el pasto. Florecen a fines del invierno o en primavera temprana “continuos como las estrellas que brillan/ y parpadean en la Vía Láctea”.
Crecen bien en el sotobosque, bajo árboles, ya que les gusta la media sombra.
"Iba solitario como una nubeque flota sobre valles y colinas,cuando de pronto vi una muchedumbre de dorados narcisos: se extendían junto al lago, a la sombra de los árboles, en danza con la brisa de la tarde"
William Wordsworth, “Erraba solitario como una nube”
Una vez pasada la floración, se espera a que se seque el follaje –aproximadamente a fin de diciembre o en enero– y se pasa la motoguadaña.
Hay amplias masas en la entrada de la estancia, bajo los Acer saccharinum, y en otro lugar, bajo unos álamos.
También las grandes “lágrimas” van cubriendo zonas de la parte más baja del parque.
De vez en cuando nace alguno de flor blanca, que es marcado para luego ser levantado. Los blancos, entonces, se juntan en un nuevo grupo.
Si se quiere extender algún sector, en marzo se sacan los bulbos que se van multiplicando –en un par de años se pueden tener hasta cinco nuevos bulbos– para luego plantarse en ese mar de flores que no para de crecer.
Y los narcisos, muchos de los cuales llegaron de la mano de la madrina de Julian, siguen multiplicándose y son compartidos con las nuevas generaciones, en un infinito círculo virtuoso.
Será verdad que estas flores son la felicidad de los solitarios, como reza el poema, “y mi alma se llena entonces de deleite/ y danza con los narcisos”.
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