Pintá y teñí con especies nativas
El arte visual y el amor por la naturaleza hacen el combo perfecto para crear piezas únicas y deslumbrantes tanto en papel como en tela.
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Belén Luvini
Dentro de las nativas hay muchas especies que nos ofrecen la posibilidad de obtener pigmentos orgánicos para teñir o pintar. Cada especie tiene una parte tintórea, que puede ser su corteza, sus flores, sus hojas. Pueden encontrarse al costado de las vías del tren y en veredas, en viveros e incluso cultivarlas en nuestros jardines.
Al recoger las plantas, es necesario asegurarnos la supervivencia de los ejemplares con técnicas sustentables; de esta manera, generaciones futuras seguirán disfrutando de ellas al igual que la fauna vinculada. Para realizar la cosecha de las partes tintóreas, algunas herramientas son indispensables: guantes, frasquitos, bolsas ecológicas, tijera de podar y anotador.
Cuando practicamos hacer el tinte de una especie varias veces, nos vamos a encontrar con que su tonalidad varía en las distintas experiencias. Una de las razones radica en las condiciones en que se encontraba el ejemplar, es decir, el estado de madurez de la planta, la época del año, las distintas circunstancias del sitio donde creció y las condiciones climáticas.
Es por ello que se recomienda llevar una libreta para registrar estos datos, para poder repetir correctamente el color que nos gustó de la especie. Al llegar a nuestras casas, aireamos las partes tintóreas a media sombra, asegurándonos de que no haya insectos que tengamos que desplazar a sus plantas nutricias u hospederas.
Hagamos nuestro tinte
Hay muchas técnicas y formas de lograr los tintes naturales. Una de ellas es la decocción de los vegetales y se puede hacer artesanalmente, sin necesidad de comprar nuevos utensilios más que los que tenemos en la cocina. Consiste en trozar lo más posible el material orgánico para luego colocarlo en una olla con agua que lo cubra completamente. Lo dejamos macerar una noche.
Este pretratamiento acelera el proceso de extracción del color. Finalmente llevamos la materia orgánica con su agua de maceración a fuego lento durante 60 minutos. La revolvemos con cuchara de madera de vez en cuando. De esta forma, nuestro tinte irá apareciendo.
Si se quieren colores más concentrados, seguir evaporando por más tiempo el tinte, cuidando de que no se queme y manteniendo el espacio ventilado durante el proceso. Solo nos queda separar –con un filtro de tela o colador– los desechos orgánicos del tinte natural, y podemos aprovecharlos para compostar. Si el colador es de metal, no deberá estar oxidado porque puede alterar el color.
Momento de la magia
Los tintes naturales pueden usarse para distintas finalidades y diversas técnicas artísticas. Pintar sobre papel y tela es una hermosa posibilidad como primer descubrimiento del color.
Los mejores papeles para aplicarlos son los de acuarela de un buen gramaje, ya que estos tienen la capacidad de no deformarse y lograr una mejor absorción. En cuanto a las telas, se recomiendan las naturales, por ejemplo, de algodón o lienzo crudo. También los podemos usar para teñir fibras vegetales y animales.
¿Cuáles son las especies tintóreas?
- Uña de gato (Dolichandra unguis-cati): los colores de los tintes que desprende son amarillo y verde.
- Carqueja (Baccharis trimera): los colores de los tintes que desprende son amarillo y verde.
- Pasionaria (Passiflora caerula): los colores de los tintes que desprende son verdes, amarillos y anaranjados.
- Timbó (Enterolobium contortisiliquum): los colores que desprende esta planta son marrones en pintura y rosados en teñido.
- Molle negro (Schinus longifolius): los colores de los tintes que desprende son grises oscuros muy cubritivos, y marrón claro acaramelado.
- Vara de oro (Solidago chilensis): los colores de los tintes que desprende son amarillos intensos.
- Ceibo (Erythrina crista-galli): los colores de los tintes que desprende son verdes, rosados, violetas y petróleo.
- Yerba mate (Ilex paraguariensis): los colores de los tintes que desprende son verdes, amarillos y negros para tinta de escribir.
Por Belén Luvini
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