Bajo el lema “arte retornable”, la artista Mónica Casella realiza obras con desechos. Sus activaciones, como ella las llama, tienen un objetivo en común: generar conciencia sobre la crisis ambiental.
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¿Puede el arte salvar al planeta? Mientras se responde el interrogante, muchos lo intentan.
El impacto del cambio climático es inmenso y avanza rápido en una sociedad que desecha lo que consume, como si no se detuviera a pensar ni un instante en los millones de toneladas de residuos sólidos urbanos que se descartan por año en el mundo.
Dentro de este panorama urgente, son muchos los artistas que buscaron y siguen buscando generar conciencia sobre la crisis ambiental. Uno de los pioneros fue Nicolás García Uriburu, quien inauguró el activismo ecológico argentino cuando tiñó de verde el Gran Canal durante la Bienal de Venecia en junio de 1968, de la que ni siquiera participaba, para dejar en evidencia que el agua estaba contaminada.
Muchas de sus acciones posteriores fueron en defensa de la naturaleza y colaboró con grandes artistas, como el alemán Joseph Beuys en “7000 robles”, una de las obras más famosas del arte ambiental del siglo XX, que tenía como objetivo la reforestación urbana de Kassel, ciudad donde se celebraba la bienal Documenta de 1982.
Generar compromiso
Aunque el neologismo artivismo (arte + activismo) surge como concepto recién con la llegada del nuevo milenio, fueron acciones como estas las que delinearon el movimiento, que hoy tiene distintas vertientes, algunas más sociales, de denuncia, y otras enfocadas específicamente en promover la conservación e incentivar el compromiso de los países y las personas con la ecología.
Cuando la arquitecta y artista plástica Mónica Casella piensa en el futuro urbano se imagina extensos espacios verdes donde la propuesta artística y las viviendas estén en permanente comunión. Como un tejido, una simbiosis.
Por eso todas sus esculturas son habitables, de grandes dimensiones, y buscan que el espectador se convierta en protagonista, que pueda recorrerlas, transformarlas, y tomar conciencia así sobre el origen de los materiales que las componen.
Suele trabajar especialmente con botellas PET, que recupera en la planta de reciclado que fundó su padre, un visionario de la actividad que comenzó hace más de cincuenta años reciclando vidrio y después pasó al plástico.
Todas sus activaciones, como ella misma se refiere a sus obras, tienen un costado práctico (darle una nueva oportunidad a los materiales), pero también un lado trascendente: generar compromiso y conciencia sobre el estado del planeta.
La “Ola de conciencia” es una de sus instalaciones más reconocidas, se exhibió en la Legislatura porteña y en la Bioferia 2019, el mayor evento sustentable de Latinoamérica. Está hecha con millones de botellas de plástico aplastadas o trituradas, y clasificadas en degradé para exponer la contaminación de los mares.
Otra de sus obras es “Jardín consciente”, una acción que proponía multiplicar el manto de 1500 tulipanes rojos hechos con botellas de plástico (que la artista ya había “plantado” en el jardín del Museo Sívori) con otros 1500 tulipanes más, disponibles para que cada visitante plantara uno, como representación de que cada acción, por más pequeña que sea, multiplica la conciencia sobre el cuidado del ambiente.
Para Casella, la transformación es fundamental en el arte como herramienta de conciencia social. Y no solo la de los materiales y la obra, sino también del receptor que interviene con ella.
Esto mismo persiguen otros artistas como el brasileño Vik Muniz o el canadiense Benjamin Von Wong, que confían en que el impacto visual tiene mucho más efecto en las personas que las estadísticas o los datos. El arte que se nutre del reciclado produce además un triple impacto que colabora con los objetivos del desarrollo sostenible propuestos por Naciones Unidas para el futuro: genera trabajo indirecto y directo masivo en la industria de la recolección y el reciclaje, cuida el ambiente e impulsa la economía circular.
“El arte es el camino, reciclar es parte de la solución”, propone Casella, que también confecciona indumentaria urbana-industrial y ponchos a partir de tejidos realizados con desechos plásticos.
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