En Tierra del Fuego, a 90 km al este de Ushuaia y sobre el Canal Beagle, se encuentra la Estancia Harberton. La falta de suelo y la necesidad de hortalizas frescas los ha llevado a crear este productivo método de cultivo aplicable en cualquier latitud
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Argentina es un país que se extiende a lo largo de numerosas latitudes y sus huertas se adaptan a cada una de ellas. Las de Tierra del Fuego, en el punto más austral, son únicas. El clima, el sol y el suelo, entre otros factores, condicionan la producción.
La Cordillera de los Andes, que en todo el país se despliega de norte a sur, en la isla lo hace de oeste a este. El canal Beagle y sus vientos dominantes del sudoeste también caracterizan la zona. A diferencia del “norte”, donde hay dos temporadas de cultivo (otoño-invierno y primavera-verano), en Tierra del Fuego se cultiva solo en una temporada. Esta va de septiembre/octubre hasta abril/ mayo. Antes y después, reina la nieve.
La primera huerta se instaló en la isla Gable, en el canal Beagle. La segunda en la Misión Anglicana de Ushuaia y, la tercera, en 1886 en la Estancia Harberton. La necesidad de provisiones hizo que se construyera la huerta antes que las viviendas. Papas y nabos fueron los principales cultivos. Esta huerta continúa en producción desde esa fecha “a cielo abierto”: 137 años alimentando a la familia Bridges, hoy en sus 4ª, 5ª y 6ª generaciones, y a todos los trabajadores de la estancia. Es un prodigio de ingenio y trabajo.
El suelo es rocoso y hay una pendiente marcada hacia el canal. Para evitar que los nutrientes del suelo se pierdan con las lluvias, los canteros de producción están orientados paralelos a la costa. La presencia de rocas superficiales que impiden el buen desarrollo radicular ha disparado el ingenio de Abby Goodall y sus colaboradores. En lugar de trabajar la fina capa de suelo y trasplantar directamente, se implementó con éxito el método Harberton de cultivo. A falta de buen suelo, se lo crea.
Este método se ideó para la producción de hortalizas, pero puede replicarse también para armar canteros ornamentales. El primer paso es buscar la orientación más indicada para la latitud en la que nos encontramos. Estar tan al sur modifica la orientación ideal teórica de los canteros de producción.
Al norte de la Patagonia, estos se orientan de norte a sur. En la isla, para aprovechar al máximo el sol, se hace de oeste a este. Si a esto le sumamos los vientos dominantes, la orientación ideal fueguina sería: noreste-sudoeste.
El trabajo consiste en delimitar un cantero, armar una base de cartones y luego ir acomodando por capas los materiales orgánicos disponibles en la zona, similar a una pila de compost. Esta es una actividad que conlleva una planificación y una acumulación previa de los materiales a utilizar. Estos variarán dependiendo del lugar, pero serán básicamente orgánicos secos, húmedos, ramas finas, estiércoles y un poco de compost maduro.
Directamente sobre el suelo, se colocan los cartones que formarán la base del nuevo bancal. De esta forma se determina el largo y el ancho, variables en cada caso. Es importante recordar que el ancho debe estar en relación a la altura de quienes trabajarán, ya que hay que llegar cómodamente al centro sin exigir las vértebras lumbares. En general, esta medida es de 0,80 a 1 m. El largo dependerá del espacio disponible o del diseño que se quiera ejecutar. Sobre los cartones, se coloca una capa de ramas delgadas que facilitará el drenaje. Mojar bien para que se acelere su descomposición.
La oscuridad y la humedad de estas capas serán muy atractivas para lombrices y microorganismos que tendrán un rol crucial en la formación del nuevo suelo. Una capa de pasto cortado ya seco u hojas secas se dispone sobre las ramas. La próxima capa será de material verde fresco: pasto recién cortado, hojas verdes, restos de la huerta o el jardín.
Es importante que la capa de material seco sea más gruesa que la de material húmedo, para que esta pila tenga el drenaje y la humedad adecuados. Regar sobre cada capa e ir acomodando bien los bordes a medida que crece en altura.
Una capa fina de estiércol sobre el material fresco completa el conjunto básico de capas: material seco, material húmedo y estiércol. Se hacen cuatro repeticiones de este conjunto básico hasta alcanzar una altura final de aproximadamente 0,60 m.
La última capa es de compost maduro y se vuelve a regar todo el conjunto. Turba y pinocha, abundantes en la zona, se suman a la capa de materiales secos con excelentes resultados en la producción de frutillas y frambuesas. Una capa fina de arena también ha sido muy efectiva para mejorar las producciones de nabos, zanahorias y papas. Si bien aún no las han utilizado, en esta temporada se incorporarán las algas que el mar deja a pocos metros de la huerta.
- Sitio web: www.estanciaharberton.com
- IG: @eaharberton
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