Sin dudas, y tras la pandemia del coronavirus, vive un renacimiento en todo el mundo. Las restricciones en el transporte público y la necesidad de distanciamiento social la convirtieron en algo más que un hobby y en la mejor manera de desplazarse.
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El aumento en el tráfico sobre dos ruedas está animando a ciudades del mundo a ampliar el trazado de ciclovías disponibles y repensar la manera de transportarse. Expertos pronostican el fin del reinado del auto en las ciudades del futuro, con las bicicletas tomando un rol mucho más destacado, más allá de la pandemia.
Por años, los ciclistas han destacado a la bicicleta como una forma de reducir la contaminación del aire, mejorar la salud individual y ahorrar tiempo y dinero. Pero los resultados han sido dispares. Las ciudades continúan configuradas por y para los autos, con conductores que critican las ciclovías al perder lugar para estacionar.
Un antes y después
Pero la pandemia llegó para cambiarlo todo, incluida la manera de transportarnos. Para las ciudades que atraviesan cuarentenas y buscan formas de aliviar la presión sobre sus sistemas de transporte, las bicicletas son una solución ante un riesgo inminente para la salud pública. Por eso, son muchas las que alientan su uso.
El caso más emblemático es el de París. Su alcaldesa, Anne Hidalgo, que fue reelegida en plena pandemia, lanzó una verdadera cruzada contra el automóvil particular y a favor de la movilidad sustentable de la bicicleta. Se trata de impulsar la ciudad de los 15 minutos, que privilegia la proximidad y busca reducir los tiempos de traslado. Ya hay 1000 kilómetros de bicisendas en la capital francesa.
Otras ciudades siguen caminos similares. En Canadá, Montreal sumó más de 100 kilómetros de ciclovías y calles peatonales a los 900 kilómetros ya existentes. En Colombia, Bogotá, meca de los ciclistas urbanos en América Latina, se creó un plan para agregar 75 kilómetros de bicisendas temporales, mientras que la Ciudad de México anunció un plan para cuadruplicar sus carriles para bicicletas en los próximos años.
Buenos Aires tampoco escapa a esta tendencia. Se crearon nuevas ciclovías en avenidas emblemáticas como Corrientes y Córdoba y unas 100 calles se hicieron peatonales para promover tanto el distanciamiento sanitario como el comercio de barrio, adonde uno pueda llegar a pie o en bicicleta. Las bicicleterías se llenaron de personas que buscan cambiar su manera de transportarse.
Claro que todavía falta mucho camino por andar (o por pedalear). Pero apostar por la bicicleta será clave para asegurar el distanciamiento social que, seguramente, continuará este año o todavía más. Un estudio de la Universidad de Harvard, que proyecta las dinámicas de contagio del Covid-19 hasta 2025, advierte que esta forma de autocuidado podría ser necesaria hasta 2022.
“Siempre que sea posible, considere andar en bicicleta o caminar. Esto proporciona distanciamiento físico mientras cumple con el requisito mínimo para la actividad física diaria, que puede ser más difícil debido al aumento del teletrabajo y el acceso limitado al deporte y otras actividades recreativas”, aconsejó la Organización Mundial de la Salud.
Con el transporte público afectado por las medidas de distanciamiento social, que no le permiten operar en plena capacidad, la bicicleta podría convertirse de una vez por todas en el futuro de la movilidad urbana. Para ello, harán falta impulsos concretos de los gobiernos locales y una buena planificación que priorice un transporte más sustentable.
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