A la hora de cultivar nuestros propios alimentos, hay algunas variables que no podés dejar de tener en cuenta. Bien combinadas, solo obtendrás buenos resultados.
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El resurgimiento de la cultura de la autoproducción de alimentos se está difundiendo en todo el planeta y viene conquistando nuevos “huerteros” u “hortelanos” de todas la edades y clases sociales. Unos comenzaron a cultivar sus verduras simplemente tras mudarse lejos de los centros urbanos, donde podían proveerse de verduras y frutas. Otros, al tomar conciencia de las ventajas de cultivar acompañando los ciclos naturales, respetando el entorno y cuidando el medio ambiente.
Lanzarse al cultivo hogareño no es difícil y hasta puede convertirse en toda una aventura, cargada de beneficios psicofísicos para las personas y para el ambiente. En la producción agroecológica no se aplican productos tóxicos ni contaminantes para el control de plagas y enfermedades, pero esta forma de producción va más allá. Cuidar el suelo, su salud y su fertilidad con técnicas apropiadas y abonos naturales será la base que garantizará la salud de las plantas y la de quienes las cultiven y consuman. Pero además del suelo, hay otros cuatro elementos imprescindibles que hay que tener en cuenta, ya que juntos, garantizarán el éxito de la huerta en casa.
Sol
Sin luz solar, las plantas no crecen. Esta “exigencia” vegetal nos señala la importancia de conocer el recorrido del sol en nuestro espacio, tanto urbano como rural o periurbano. Es preferible elegir un sector de suelo pobre y compactado con buena exposición al sol que un lugar sombreado con un suelo profundo y fértil. Con las labores adecuadas y la incorporación de abonos naturales, es posible obtener un cantero apto para el cultivo de las verduras más exigentes. En balcones y patios habrá que desplazar las macetas para buscar el sol en los meses de invierno. Las hortalizas requieren de 5 a 6 horas de sol, especialmente las que producen frutos (como los tomates). En cambio, 2 o 3 horas de sol directo serán suficientes para las plantas de las cuales cosechamos solo sus hojas (como la lechuga, la rúcula, la escarola o la espinaca).
Agua y aire
En el agua se disuelven las sustancias nutritivas presentes en el suelo que serán absorbidas por las raíces de las plantas. Tanto su falta como su exceso acarrean problemas de diferente índole. Dosificar los riegos conociendo la demanda de los cultivos es vital para la salud de todo el conjunto. El aire atmosférico aporta especialmente dióxido de carbono (CO2), vital en el proceso de fotosíntesis. El oxígeno, el nitrógeno y el hidrógeno son también indispensables para el desarrollo vegetal. En el suelo, el aporte de oxígeno (presente en el aire circulante) permite la descomposición aerobia de la materia orgánica. También, facilita el proceso de compostaje.
Suelo
No solamente es el sostén físico de las verduras, sino un maravilloso conjunto de minerales, materia orgánica y organismos de diferentes tamaños. Agua y aire circulan por sus poros, permitiendo mantener la salud y vitalidad de este complejo. Aprender a cuidarlo con las labores adecuadas es clave en el éxito de una huerta.
Compost
El compost no es propiamente un abono, sino que actúa como un regenerador orgánico de suelos. Desde una mirada ambientalista, este posee un inestimable valor ya que se trata de la recuperación de materia orgánica a partir de los desechos originados por la actividad humana, que sin ningún tratamiento contaminarían el entorno. En escala familiar, funciona como un “aparato digestivo”, asimilando y transformando la materia orgánica excedente de la cocina, el jardín y la huerta.
Semillas
La mayoría de las plantas en una huerta tienen un ciclo de vida anual o bienal, por lo tanto, la reproducción más frecuente en una huerta se realiza por semillas. Compradas, intercambiadas, regaladas, todas guardan bajo sus capas de protección el ADN de verduras maravillosas. El “calendario de siembra” orienta sobre sus fechas más apropiadas y las técnicas para mejorarla con la práctica. Saber producirlas y almacenarlas es vital para los próximos ciclos de cultivo.
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