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La botánica tuvo muchos fanáticos a lo largo de la historia y, por fortuna para nuestro país, hubo argentinos apasionados por las plantas que dedicaron su vida a esta ciencia y dejaron su huella. Expediciones para recolectar los más raros especímenes, innumerables horas de lectura e investigación y mucho tiempo dedicado a difundir sus hallazgos hicieron que, más tarde, jardines públicos, instituciones e incluso algunas especies vegetales llevaran, a modo de homenaje, el nombre de estos pioneros.
Uno de ellos fue Miguel Ignacio Lillo, tucumano. Nació en 1862, en la casa que hoy lleva su nombre y donde funciona la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Tucumán. Interesado en observar y estudiar la naturaleza desde que era un niño, después de terminar el colegio viajó a Europa y descubrió el fascinante mundo de la ciencia. Finalmente se especializó en botánica, pero también se dedicó a la zoología y a la química. Creador del Museo de Historia Natural su trabajo contribuyó enormemente al conocimiento de los árboles de nuestro país.
Algunos años más tarde, en 1875, nació en Buenos Aires Cristóbal María Hicken, un Agrimensor y doctor en Ciencias Naturales que cursó sus estudios en la Universidad de Buenos Aires. Allí tuvo como maestro al naturalista Eduardo Ladislao Holmberg, a quien dedicó, en 1903, la descripción de una nueva especie: Hippeastrum holmbergii. Profesor de varias materias en la Facultad de Agronomía y Ciencias Exactas y Naturales, realizó expediciones por la Argentina recolectando plantas, escribió numerosas publicaciones del tema y creó el Instituto Darwinion en el partido de San Martín –con una biblioteca y un herbario–, que luego se mudaría a su actual ubicación en San Isidro. Gracias a sus investigaciones y trayectoria como docente, la escuela de jardinería del Jardín Botánico Carlos Thays lleva su nombre.
El gran Parodi y el apogeo de la botánica nacional
El jardín botánico “Lucien Hauman” de la Facultad de Agronomía se llama así en homenaje al botánico, micólogo y biólogo belga que en 1904 decidió embarcarse hacía la Argentina para trabajar como profesor en la Universidad de Buenos Aires. Además de realizar investigaciones en taxonomía, y fitopatología vegetal, Hauman formó numerosos botánicos argentinos, entre ellos al ingeniero agrónomo Lorenzo Parodi (1895-1966), autor de la célebre Enciclopedia Argentina de Agricultura y Jardinería, consulta obligada de todo estudiante de agronomía, jardinería y paisajismo, donde se describen más de 3000 plantas de forma detallada y completa.
A su vez, Parodi, gracias a su entusiasmo y conocimiento, se convirtió en mentor de muchos jóvenes que decidieron dedicarse a la botánica. Uno de sus alumnos más destacados fue Arturo Burkart (1906-1975) que, al ingresar a la Facultad de Agronomía y Veterinaria y, apoyado por Parodi, se dedicó a estudiar las leguminosas. Luego fue docente, realizó distintos viajes en busca de plantas (llegó a tener un herbario de más de 30.000 especies) y en 1936 lo designaron director del Instituto de Botánica Darwinion, cargo que ocupó durante 40 años. Varias especies fueron nombradas en su honor: Prosopis burkartii, Bromus burkartii y Senecio burkartii.
A comienzos del siglo XX, En 1909, nació en Buenos Aires Arturo Enrique Ragonese, un ingeniero agrónomo, colaborador en la cátedra de Lorenzo Parodi, quien trabajó en el Instituto Forestal del Ministerio de Agricultura y Ganadería de la Nación. Él fue el encargado de organizar y dirigir el Instituto de Botánica Agrícola hasta la creación del INTA. Para eso, en 1945, convocó a botánicos de la talla de Ángel Cabrera, Milan Jorge Dimitri y Enrique Sívori, entre otros, logrando llevar al Instituto al máximo esplendor gracias a sus invalorables aportes. Más tarde fue nombrado director del INTA y creó el jardín botánico que hoy lleva su nombre.
Otro discípulo del inolvidable maestro Parodi fue Ángel L. Cabrera (1908-1999), reconocido por sus obras sobre flora argentina y asteráceas. De gran prestigio internacional por sus investigaciones, fue el fundador de la Sociedad Argentina de Botánica y quienes tuvieron el honor de conocerlo destacan su buen humor, su humildad y su inteligencia extraordinaria. Conocido por su talento para el dibujo botánico, Julián Cámara Hernández (1932-2016) también fue uno de los alumnos de Parodi. Especialista en maíces nativos creó, junto con docentes de la cátedra de Botánica, el Jardín Botánico Virtual Lorenzo R. Parodi.
Por último, y a modo de homenaje, el entrañable ingeniero Juan José Valla, recientemente fallecido. Profesor por más de 50 años, dirigió el Jardín Botánico Lucien Hauman y en 2011 fue elegido por unanimidad como profesor honorario. Estaba convencido de que el docente debía ser inspirador y enseñar con el corazón, y así lo hizo.
Del Viejo Mundo a la Argentina
Si bien no es argentino, el nombre y la labor del botánico Carlos Spegazzini fueron claves para el desarrollo de la ciencia en nuestro país. Nacido en Turín, Italia, en 1858, tras terminar sus estudios y aprender varios idiomas, emprendió un viaje hacia América para desarrollar su carrera científica. No bien llegó a Buenos Aires se incorporó al Gabinete de Historia Natural de la Facultad de Ciencias Físico-Naturales de la UBA, fue docente de varias cátedras de botánica, micrografía vegetal y química, creó el arboretum de la Facultad de Agronomía y, en 1898, cuando se fundó el Ministerio de Agricultura de la Nación, asumió como director de la sección Botánica y Fitopatología. Un recorrido en el que, sin dudas, fue sembrando el futuro de la botánica argentina.