Te invitamos a conocer las azucenas de nuestro país, que permiten maravillarnos con la belleza de sus flores, sus dulces fragancias y su aporte a la biodiversidad
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Azucenas, lirios, amaryllis y amancay son tan solo algunos de los nombres comunes con los que son conocidas nuestras “azucenas” en los pueblos, donde –casi sin saberlo– las cultivan olvidadas en algún viejo jardín de la abuela o en un camposanto recordando a sus difuntos. Tras alguna lluvia fuerte que induce su floración que anuncia la primavera, estas plantas se visten de llamativas flores perfumadas y con forma de trompeta. En el Noreste y Noroeste de la Argentina crecen naturalmente y conservan un lugar destacado en la cultura, la identidad y las raíces de sus pueblos originarios.
Desde el punto de vista hortícola han sido objeto de un sinfín de trabajos de selección e hibridación durante los últimos dos siglos y medio para obtener híbridos comerciales de diversas formas, tamaños y colores por parte de los holandeses. Estos acuñaron el término “amaryllis” por la semejanza de estas plantas con las “azucenas de carnaval” o “muertas resucitadas” (Amaryllis belladonna, nativas de Sudáfrica).
Cuidarlas y preservarlas para las generaciones futuras es una tarea de todos, para que continúen floreciendo en nuestros valles, bosques, praderas y humedales, ocupando un lugar destacado para la biodiversidad de la Argentina.
Las especies de Hippeastrum se concentran en dos grandes centros de diversidad biológica: el principal en el este de Brasil y el otro en los Andes entre Perú, Bolivia y Argentina; sin embargo, algunas especies se encuentran mucho más al norte, hasta México y el Caribe. Su hábitat es principalmente tropical y subtropical y se distribuyen en una amplia gama de ambientes: muchas especies crecen en pastizales, sotobosques y al resguardo de especies arbóreas, mientras que otras prefieren hacerlo a pleno sol. Algunas prefieren áreas inundables, y otras, un hábitat casi desértico.
También existen especies epífitas que requieren circulación de aire alrededor de sus raíces y crecen sobre troncos o laderas rocosas. El género comprende unas 75 a 80 especies, de las cuales doce se encuentran confirmadas para la Argentina, incluyendo Hippeastrum euryphyllum –de gran parecido con H. parodii–, endémico de una región sumamente acotada de la provincia de Corrientes; y el recientemente descubierto (2022) Hippeastrum escoipense –una nueva especie críptica del noroeste argentino–, de gran parecido con H. argentinum, no incluidas en esta nota por su gran semejanza con las especies mencionadas. Se encuentran distribuidas en las regiones Noreste y Noroeste, llegando hasta la región Central. Salvo localmente, son prácticamente desconocidas, pese a tener un enorme potencial ornamental para jardines de bajo mantenimiento.
Si bien sus poblaciones se encuentran recluidas en parques y reservas naturales, y otras áreas protegidas, es necesario realizar un relevamiento más profundo para establecer su grado de conservación y, eventualmente, acciones concretas de protección y reintroducción.
De las diez especies tratadas, cuatro de ellas son endémicas de la República Argentina (H. aglaiae, H. argentinum, H. aviflorum y H. teyucuarensis) y, de estas cuatro, las dos últimas presentan un endemismo estricto a pequeñas regiones o parajes, una de las cuales (H. aviflorum) no ha sido vuelta a relevar desde finales de los años sesenta y se considera en peligro crítico de extinción por degradación de su hábitat natural.
Desde un punto de vista ornamental, han dado origen a numerosos híbridos de gran valor hortícola, extensamente empleados como bulbosas para el cultivo en maceta o en grandes macizos para dar notas de color a jardines de aspecto tropical. Sin embargo, el cultivo de las especies puras aún no ha adquirido mayor popularidad, lo que, en cierta forma, mantiene a nuestras especies de azucenas silvestres protegidas en reservas o parques naturales.
Conocerlas nos permite avanzar con políticas de conservación, con estudios rigurosos que las preserven junto con sus hábitats para las futuras generaciones. Pues “no se puede amar lo que no se conoce, ni preservar aquello que no se ama”.