Sus esculturas de flores están hechas a partir de neriage nerikomi y se pueden ver hasta noviembre.
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“Crear belleza es mi antídoto para el terror del fin de la humanidad. Quisiera que me vean como un gusano del compost que transforma la podredumbre en poesía”, dice a Jardín Nicola Costantino, artista que representó a Argentina en la Bienal de Venecia hace una década. Esa afirmación sintetiza su deseo irreductible de unir arte y naturaleza. Durante la pandemia investigó y practicó la técnica japonesa llamada neriage nerikomi, con la que ahora presenta “PaRDeS”: esculturas en cerámica de flores hipnóticas, en el amplio hall de Fundación Santander en el Distrito de las Artes.
“Creo que si en algún lugar está Dios es en los fractales de la naturaleza y en las flores”, dice Costantino, una de nuestras más grandes artistas, que ya en 1998 representó a Argentina en la Bienal de San Pablo, y desde entonces participó en muestras en museos de todo el mundo. En 2000 su Corset de peletería humana ingresó en la colección del MoMA.
Sus esplendorosas flores –que encarnan la belleza de lo efímero— están hechas con la técnica milenaria japonesa neriage nerikomi, que Costantino investigó y practicó desde la cuarentena por la pandemia. Primero creó una serie de cuencos y vajilla para servir alimentos. Luego, vendió flores con esta técnica en la primera edición de Arteba post pandemia.
"Creo que si en algún lugar está Dios es en los fractales de la naturaleza y en las flores"
Ahora, avezada en los secretos de estas piezas con barro hechas con técnica ancestral, presenta “PaRDeS” (la palabra proviene del hebreo antiguo y significa paraíso). “El paraíso para ellos era algo que estaba dado para que todos tomen de él –dice la artista—. En el momento en que alguien tomaba más de lo que necesitaba para acaparar, era expulsado: me parece la síntesis del gran problema de la humanidad”.
Con esta técnica oriental con barro, Costantino trabaja “a ciegas”: por más que domine todas las variables, el resultado de los colores siempre la sorprende. Sus deslumbrantes flores encarnan el memento mori (“recuerda que morirás”), el cuerpo y su degradación: la fugacidad de la belleza y de la vida.
“Siento que esta es mi obra más barroca. En la naturaleza muerta, en el barroco, se mostraban los pétalos caídos, que empezaban a marchitarse, los bichitos, los gusanos, algunos abejorros, que muestran la fugacidad de la belleza de la flor. Por eso la flor es el memento mori (recuerda que momirás)”, señala Costantino.
"Quisiera que me vean como un gusano del compost que transforma la podredumbre en poesía"
Costantino se inspira en flores reales y luego crea especies nunca antes vistas. Las flores de cerámica que flotan en el gran hall de Fundación Santander son ramos deslumbrantes que llevan colgajos de cabelleras como raíces humanoides. Todo es hipnótico y singular. Naturaleza muerta, jarrón con flores, una fotografía ubicada cerca de la escalera que conduce a la terraza, está inspirada en La flor azteca.
“Esta idea de que la naturaleza está en lo divino o lo sagrado tiene que ver con su perfección, con la belleza y, sobre todo, con su generosidad. La vegetación, los árboles, las plantas nos salvarán”, afirma Costantino, quien adora las plantas. Tiene rosales, palmeras, helechos crasas, aloes, jazmines y flores que trepan entre las ramas de una ampelopsis. Cuando se jubile, su sueño, confiesa, es dedicarse a su jardín.
- PaRDeS: el jardín del tiempo suspendido, intervención site-specific de Nicola Costantino se podrá ver hasta noviembre en Fundación Santander (Av. Paseo Colón 1380). Lunes a sábados, de 12 a 18. Entrada gratis.
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