El coco de mer, originario de las islas Seychelles, es la semilla más grande del mundo. Se vende a 500 euros cada una y su comercio ilegal está penado con la cárcel.
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Las paradisíacas islas Seychelles en el océano Indico son 115, pero solo tres están habitadas: Mahé, la principal donde está la capital del país, Praslin y La Digue. Son islas graníticas de hasta 900 metros de altura cubiertas de vegetación tropical.
Praslin está a 40 kilómetros de Mahé. Fue descubierta por el explorador Lazare Picault en 1744 que la llamó la Isla de las Palmeras (Ile aux Palmes), por la increíble variedad de palmeras. Escondite de piratas, codiciada por navegantes franceses, portugueses y árabes, adoptó el nombre actual en 1768 en honor al diplomático francés César Gabriel de Choiseul, duque de Praslin.
Cuando llegamos en barco por la bahía de Sainte Anne, al sur de la isla, vimos detrás de la playa de herradura perfecta la Reserva Natural del Vallée de Mai (Valle de Mayo) que se elevaba 330 metros. En el ingreso a la reserva, un cartel indica que hay tres senderos, de una, dos y tres horas que están marcados dentro del parque de 19 hectáreas. Por supuesto que está prohibido fumar, hacer basura y se sugiere andar en silencio para escuchar el canto de los pájaros.
Los senderos son el único rastro humano en esta selva que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1983. Más de diez variedades de palmeras dan refugio a orquídeas de vainilla, helechos gigantes y aves protegidas como bulbul de Seychelles, endémico de las islas, el raro loro negro, la gygis alba, esbelta, blanquísima y de ojos negros y los fody de color naranja o rojo intenso.
Hay palmeras de más de cuarenta metros de alto con troncos desnudos y copas frondosas, y otras de hojas que se abren a ras del suelo como abanicos, hojas de palma anchas de hasta diez metros de largo y cuatro de ancho que forman un techo verde que impide ver el cielo. Y entre todas las palmeras aparece majestuosa la palmera del coco de mer (Lodoicea maldivica), la semilla más grande del mundo con forma de pelvis femenina que puede pesar hasta 30 kilos.
Es una variedad dioica, que quiere decir que cuenta con ejemplares femeninos y masculinos. Las flores masculinas son anchas como un brazo y de un metro y medio de largo. Las palmeras masculinas solo crecen junto a las femeninas, las noches ventosas hacen el resto. Una semilla tarda tres meses en germinar y debe permanecer exactamente donde cayó para crecer.
Su nombre se debe a que hace siglos se creyó erróneamente que crecía en el fondo del mar y, si bien es originaria de las Seychelles, más específicamente de esta isla de Praslin, las corrientes marinas la llevaron a las Maldivas, de allí su nombre científico.
Hoy es el símbolo de Seychelles y en muchos restaurantes identifican los baños para hombres y mujeres con las imágenes del coco y la flor alargada. También aparece en las monedas de cinco rupias.
También llegaron, siglos atrás, a las costas de la península arábica donde se las tomó como símbolos de fertilidad y se les atribuyó poderosas cualidades afrodisíacas. Se asumió que provenían de palmeras submarinas y los príncipes de Medio Oriente ofrecían fortunas por estos raros tesoros. Aventureros se embarcaron erróneamente en busca de la palmera submarina que jamás encontrarían.
Cuando en 1881 el general inglés Charles Gordon –el mismo que encarnara Charlton Heston en la película Khartoum– caminó por Praslin y vio estos enormes cocos con forma de pelvis femenina y las flores de forma fálica, creyó haber llegado al Jardín del Edén. Era un hombre religioso y lo que veía le evocó de inmediato el Libro del Génesis de la Biblia. Gordon no dudó de que la isla fue el hogar de Adán y Eva.
Al final de cuentas, tal vez Charles Gordon no estaba tan errado. En el pequeño Vallée de Mai, es difícil recordar que el resto del mundo existe a pocos kilómetros de distancia.