Alrededor de un millón de especies de animales y plantas están en peligro de extinción. Pero no sólo se trata de esas especies, sino también de los seres humanos. Es una voz de alarma y un fuerte llamado a la acción.
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Es importante tener en cuenta que la pérdida de biodiversidad resulta una de las caras de la triple crisis ecológica global. Las otras dos son el cambio climático y la contaminación.
Estos desafíos están interrelacionados y las respuestas deben ser integrales. La biodiversidad es el término que engloba todas las formas de vida de nuestro planeta (animales, plantas, hongos y microorganismos) y las relaciones que establecen unas con otras.
De ella extraemos “beneficios” cruciales: alimento y materias primas para todo tipo de productos, como materiales de construcción, vestimenta, combustibles y medicamentos. Además, tiene un rol vital en el funcionamiento de los ecosistemas, la fertilidad de los suelos y la descomposición de los residuos, entre otros procesos. Es por ello que la crisis de biodiversidad es una gran amenaza a nuestros modos de vida.
"La naturaleza está disminuyendo globalmente a un ritmo sin precedentes en la historia humana, y el ritmo de extinción de especies se está acelerando, con graves impactos en las personas de todo el mundo"
Informe de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de Ecosistemas (IPBES)
A diferencia de otras extinciones masivas en la historia del planeta, esta vez hay evidencia de que este fenómeno está impulsado por la actividad humana, principalmente por la explotación insostenible de las tierras para la expansión agroganadera y la contaminación del agua, el aire y los suelos.
¿Qué podemos hacer?
Son muchas las acciones que pueden realizarse en distintos niveles: desde nuestras decisiones cotidianas de consumo hasta la puesta en marcha de políticas de protección de la naturaleza, como la creación de parques nacionales y otras áreas protegidas en tierra y mar. Compartimos un camino de diez pasos para hacer una diferencia en el día a día.
- Educación ambiental. Desde julio de 2021 Argentina tiene una ley de Educación Ambiental Integral. Su aplicación puede ser un instrumento para promover la conservación de la naturaleza y el cambio de hábitos nocivos y para ampliar el conocimiento sobre las especies y su cuidado. Como suele afirmarse, “no se puede cuidar lo que no se conoce”.
- Evitar el derroche. La ONU estima que alrededor de un tercio de los alimentos producidos se pierde o desperdicia. Ello conlleva un mayor uso de la tierra y, por consiguiente, una mayor presión sobre los ecosistemas naturales.
Comprar solo lo que se va a consumir, prestar atención a las fechas de caducidad, almacenar correctamente los alimentos y utilizar las sobras como ingrediente para otra comida son algunas claves para reducir el desperdicio de alimentos, agua y energía
- Participación social. En todo el país hay organizaciones ambientalistas que realizan campañas y acciones para la protección del ambiente. Participar en sus actividades puede ser un camino para el cambio. Si se prefiere, también se puede apoyar económicamente a estas organizaciones, sin obligación de participar activamente.
- Ciencia ciudadana. Sin necesidad de unirse a una organización ambientalista, desde nuestras observaciones cotidianas con una app de celular se puede contribuir a mapear la biodiversidad y, al mismo tiempo, aprender de la naturaleza que nos rodea. Un ejemplo es la aplicación ArgentiNat (iNaturalist), que con formato de red social permite subir fotos y compartir hallazgos con otros miembros de la comunidad.
- Consumo responsable. Desde rechazar bolsas y envoltorios de plástico y productos derivados de especies amenazadas hasta optar por comprar productos realizados con materiales reciclados o de descarte; y de apoyar a productores locales o de comunidades aborígenes a elegir productos con certificados de sostenibilidad. Al respecto, la Fundación Vida Silvestre Argentina sugiere algunas preguntas para responderse antes de hacer una compra: ¿realmente necesitamos ese producto? ¿Por qué lo estamos comprando?
- Conocer y elegir plantas nativas. Está estudiado que el uso de especies nativas en jardines, canteros y otros espacios contribuye al aumento de la biodiversidad urbana, en especial de aves e insectos polinizadores.
- Acceso a la información pública. Es un derecho reconocido por una ley específica y por un tratado internacional que Argentina ratificó: el Acuerdo de Escazú, que garantiza el derecho a acceder a información pública en asuntos ambientales. A nivel nacional el trámite es gratuito y se puede hacer de forma online. Constituye una manera de control ciudadano para el cumplimiento de las leyes que protegen la biodiversidad, como la Ley de Bosques Nativos, la Ley de Conservación de Fauna, la Ley de Educación Ambiental y la Ley General del Ambiente, entre otras.
- Turismo responsable. Al recorrer áreas naturales –protegidas o no–, levantar todos los residuos y apagar los fuegos que se hayan encendido a fin de evitar incendios (el 95% de los incendios forestales son por acción humana, ya sea intencionales o por descuidos).
- No comprar ni adoptar fauna silvestre. (animales no domesticados y que no provienen de criaderos autorizados). El tráfico de fauna es el tercer negocio ilegal a nivel mundial y cerca de nueve de cada diez animales capturados mueren antes de llegar a comercializarse. En la Ciudad de Buenos Aires existe el Centro de Rescate de Fauna Silvestre (CRFS), ubicado en la Reserva Ecológica Costanera Sur.
- No adquirir especies exóticas invasoras. Se trata de animales, plantas u otros organismos que se desarrollan fuera de su hábitat natural y que causan algún daño a las especies autóctonas y sus ecosistemas. Son una de las principales causas de pérdida de biodiversidad y pueden afectar la salud de los seres humanos y causar perjuicios económicos. Ejemplos de especies exóticas invasoras en Argentina son los castores en Tierra del Fuego, la ardilla de vientre rojo en Luján y alrededores y el caracol gigante africano en Misiones.