Hoy es el día de la flor nacional, un reconocimiento a la especie valorada por sus usos ancestrales, por la historia tejida en torno a ella y por las leyendas que la han tenido como protagonista. Una planta nativa muy difundida en las selvas del centro y norte del país hasta Buenos Aires: el ceibo.
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Según cuenta la leyenda guaraní, la flor del ceibo nació cuando Anahí fue condenada a morir en la hoguera después de un cruento combate entre su tribu y un ejército invasor.
Por entre los árboles de la selva nativa corría Anahí. Conocía todos los rincones de la espesura, todos los pájaros que la poblaban, todas las flores.
Atada a la estaca y encendidos los leños, Anahí comenzó a cantar entre las llamas. Al amanecer, su cuerpo se había convertido en el árbol de ceibo con sus racimos de flores rojas como las llamas.
Tan bella leyenda explica que la flor de ceibo haya sido considerada como un símbolo de la pureza, la dulzura y la rebeldía indomable y altiva
Intensas como nuestra idiosincrasia
“Nuestra flor nacional es el ceibo, seibo o suinandí, un pequeño árbol que tiene flores rojas, de un color tan intenso como nuestra idiosincrasia”, dice la especialista Florencia Cesio. “Es nativo y se distribuye desde el norte de la Argentina, hasta Catamarca por el oeste y –por el este– baja por Santa Fe y la Mesopotamia hasta Buenos Aires.”
La madera de este árbol se ha utilizado ancestralmente para la construcción de balsas, sus flores para teñir telas y también como insumo medicinal.
Su flor presenta los cuatro ciclos florales (caliz, corola, androceo y gineceo), por ende es hermafrodita, pues están presentes los dos sexos en cada una de las flores. El nombre botánico es Eryhrina crista-galli (aspecto parecido a la cresta de un gallo).
Instalada ya la primavera, el ceibo tiñe su copa de rojo en la región pampeana y en la mesopotamia. Suele encontrarse en a la vera de arroyos y lagunas, en pajonales y selvas.
Cultivo en el jardín
Es un árbol palustre que alcanza una altura de 6 a 8 metros. Su follaje es caduco, de textura muy fina y sus flores tienen un suave perfume. Se propaga por semillas y por estacas de gran porte.
En el jardín, se puede cultivar como ejemplar aislado o formando bosquecitos. También es apto para sembrar a la vera de cursos de agua.
Es de crecimiento muy rápido, requiere pleno sol y reparo de las heladas al menos durante los primeros años. Posee aplicaciones tintóreas y medicinales: con su corteza se tratan heridas, reumatismos y sirve como antiespasmódico diurético; con su resina se pueden curar enfermedades intestinales; sus hojas contienen alcanfor, que ayuda a la cicatrización de las heridas y posee propiedades desinflamatorias para tumores.