Referente indiscutida del paisajismo argentino, si hay algo que Clara Billoch sabe bien es enseñar. En sus talleres y libros invita a poner las manos en la tierra y disfrutar de conocer, cocinar, probar y experimentar.
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Para Clara Billoch, paisajista, autora y maestra, su casa es un espacio de placer, pero también de práctica y estudio. Cualquiera que mira sus videos de Instagram o lee alguno de sus libros best-seller de jardinería, queda atrapado por su forma sencilla de explicar y transmitir el amor por la jardinería. Todos quisiéramos vivir entre sus flores, cosechar su rúcula para hacer una ensalada, o leer un libro en el banco de su jardín.
Pero ella le escapa a la solemnidad. “Un jardín es 50% diseño y 50% mantenimiento. Uno traza un camino, pero hay que tener cintura para cambiar una planta que no funcionó por otra”, cuenta, en un hueco entre sus clases, los últimos toques a su último libro, y su labor jardinera. Hay que decir que Clara ríe mucho. Lo que transmite es alegría.
Clara colaboró en suplementos para principiantes de Huerta y Canteros en Flor del diario La Nación, es autora de los manuales “Un año en el jardín” (2009, revista Jardín) y “Huerta y cocina” (2014, Catapulta), “Canteros” (2019, Catapulta) y el próximo a salir “Rosas” (Catapulta). Dicta charlas, seminarios y talleres. Para ella, la naturaleza es una obra de arte viva para vivir, habitar y disfrutar. Conocela en esta entrevista y personalmente en Jardín Fest.
¿Cuándo nace tu amor por la jardinería?
Desde muy chica. Soy la menor de siete hermanos de una madre muy jardinera. A ella le encantaba la naturaleza y era muy de avanzada. Su jardín tenía de todo. Flores, huerta, frutales. También le gustaba mucho cocinar y comer. Mi viejo era arquitecto, y entre los dos se complementaban.
¿Cuál fue tu formación?
Cuando terminé el colegio estudié lo único que había, Tecnicatura en Floricultura y Jardinería, en Agronomía. Mi papá me dijo: ‘Si es lo que te apasiona, te va a ir bien’. Y no se equivocó. Después, hice una pasantía en Francia y otros seminarios. Fui haciendo una profesión que no imaginé. Tengo un amigo astrólogo que diría que tiene que ver con mi carta astral. Estudiar te aporta, pero mucho se aprende al andar.
¿Cómo fue cambiando tu profesión?
Al principio hacía todo: diseñaba y mantenía jardines. Después me casé, vinimos a Tortuguitas y antes de tener casa tuve la huerta. Nacieron mis tres hijos y tenía ganas de estar más adentro. Aprendí mucho en casa, probando. Las clases vinieron después, una vecina me pidió y empecé. Quería transmitir lo que significa para mí la jardinería. Mi profesión es mi hobby. Llega el fin de semana y estoy esperando el momento de ponerme a desyuyar. Me da mucha felicidad.
¿Cómo empezaste a escribir?
Lucía Cané, directora de revista Jardín, me pidió un suplemento de principiantes. Era el paso a paso para un estanque, un cantero, un huerto. A mí me gustaba leer, pero no había escrito nada. Me animé. Después de eso, yo había visto un libro de Martha Stewart que era mes a mes en el jardín, y quería hacer eso. No sólo la foto del cantero lindo. Después vinieron los demás.
¿Qué buscan tus alumnos?
Al principio venían con lápiz en mano, estaban esperando la receta. Pero lo que te engancha es la práctica: plantar esa semilla que te llevaste. Ahora, muchos años después, puedo decir con alegría y convicción que en un taller no te llevás el conocimiento de tres años de trabajo. Te llevás inspiración. Porque la jardinería es inabarcable, yo te doy la punta del iceberg.
¿Dónde buscás tu propia inspiración?
Cuando voy a Inglaterra es como ir a Disneylandia. Más allá de las variedades, llevan 300 años haciendo jardinería y paisajismo. Por ejemplo, yo estoy contenta porque mi árbol creció y lo podé de una manera determinada, pero ellos ese mismo árbol lo hacen cerco, túnel, espaldera. Tienen mucho territorio recorrido.
¿Hay modas en paisajismo?
La jardinería tiene una parte importante de diseño, otra parte enorme de práctica y después está la movida mundial. Hoy todo tiende a lo orgánico, lo natural, la pradera. Francia fue la cuna del paisajismo. Es un estilo muy fuerte, pero mi percepción es que lo sostiene por su historia. Es más filosófico. El inglés lo hace porque le gusta. En Bélgica es todo muy ecológico, igual que en Alemania, donde son precursores.
¿Tenés referentes?
Dan Pearson, Tom Stuart-Smith, Sarah Price, Fergus Garret, entre otros.
¿Alguna actividad del jardín que disfrutes especialmente?
Desyuyar. Es algo que me di cuenta con el tiempo. Sacar yuyos es poner la mente en blanco, te relaja, es terapéutico. En ese momento no tengo que pensar en nada importante. También me gusta mucho sembrar y ver germinar, me parece mágico.
¿Cómo planificás tu jardín?
Con la edad me volví más estructurada. Me gusta planificar. En el verano, que es cuando no doy clases y estoy más tranquila, arranca mi ocio creativo. Pienso qué cosas quiero probar. Diseño a mano alzada, me encanta el papel. Si resulta, lo llevo a la práctica. En el ejercicio del paisajista, es importante diseñar sabiendo qué resultado te puede dar una planta, aunque te puedas equivocar.
¿Qué es lo que la jardinería le aporta a tu vida, más allá del trabajo?
Creo que cuando uno está rodeado de belleza, en términos de naturaleza, es más feliz. El estado de ánimo de una persona es distinto cuando hay belleza alrededor. La jardinería combina ese contacto con la naturaleza y la positividad que genera un ambiente más bello. No es caro, y estás en contacto con la tierra. Yo soy bastante ansiosa y la jardinería me ayudó.
¿Qué consejo le darías a alguien que tiene ganas de empezar su jardín?
Hacer jardinería es una experiencia. Sembrar una semilla y ver florecer. Es el poder de generar algo con tus manos y tu cuidado. Eso es lo que te engancha. Porque vos podés ir a un jardín lindo y pensar: voy a tratar de copiar esto y que me salga igual. Pero si vas con un gajo a tu casa y lo plantás, estás más cerca.
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