El jardín del futuro tiene menos ruidos y más música de aves, insectos y naturaleza. Tiene menos herramientas y más dedos de pianistas. Así es como suena esta melodía de optimismo.
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Jardinia 2050, país de los jardines, es el sitio no tan fantástico del que hablo.
Allí, un vecino con serios trastornos auditivos provocó que un día el intendente prohibiera el uso de bordeadoras, sopladoras, podadoras y máquinas estridentes. Nadie se opuso: agradecidos volvieron a escuchar los pájaros de la mañana.
En Jardinia dos vecinos decidieron sacar el cerco que dividía sus jardines. Descubrieron que resultó más interesante ver qué sucede más allá de los límites propios; descubrieron otras flores que, combinadas, daban resultados interesantes. Y vieron un cielo mayor que abarcaban árboles más grandes.
Otros vecinos tomaron el ejemplo y pronto muchos otros jardines quedaron más o menos unidos en una totalidad que llamaron paisaje.
Pero sucedió que caracoles, bichos bolita y otros pájaros habitantes de los arbustos restablecieron sus refugios; esta vez con semillas de plantas traídas de sus sitios propios de frecuentación. Se formaron cordones algo discontinuos, esta vez de plantas nativas de diferentes especies y tamaños.
Un vecino los llamó cordones de biodiversidad. Salidos de los cordones, bichos, mariposas y pájaros se aventuraron al césped.
Otro vecino vio que, si no lo cortaba, se llenaba de ellos y de más animalitos y de flores. Otro vecino o el mismo (esto es un cuento) descubrió que, si no prendía los regadores, los bichitos de luz poblaban las noches de verano.
Con el tiempo sucederá: vendrán personas con dedos de pianista como única herramienta. Para guiar los brotes, quitar las malezas, cosechar las semillas y sembrarlas de nuevo, conocer el nombre de cada planta. Tal vez el mismo vecino los llame jardineros.